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martes, 8 de noviembre de 2016

Así es Dubái, una ciudad entre el lujo y la excentricidad

Con 15 millones de visitantes al año, el emirato es uno de los destinos más sorprendentes del mundo.



Casi todo en Dubái puede estar en el delgado hilo de la excentricidad y el lujo. Por ello para referirse a la mayoría de atractivos de este emirato es necesario utilizar superlativos como el más alto, el más grande y el mejor. Son muchos los ejemplos que sustentan el uso frecuente de tales términos que enorgullecen a quienes viven en esta ciudad cosmopolita de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y centro financiero de Oriente Medio.

En Dubái se encuentra, por ejemplo, el Burj Khalifa, el rascacielos más alto del mundo, con 828 metros; el Dubái Mall, el centro comercial más grande del planeta; el Burj Al Arab, el único hotel siete estrellas; las islas artificiales más extensas, el acuario, el anillo de oro y la fuente luminosa más grandes.



Y para que no haya lugar a dudas de la capacidad de los dubaitíes, también se imponen las réplicas del edificio World Trade Center, de la torre del Big Ben y del Pepinillo de Londres (de este último hay dos versiones).

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orprende también la rueda de la fortuna, que se construye sobre una isla artificial muy cerca del sector de Jumeirah residencial, y que, sin estar terminada –ya tiene las columnas que soportarán la gigantesca estructura metálica–, se considera la más alta que se haya construido en la Tierra, por encima de la Estrella de Nanchang, en China, con 160 metros, y la Singapore Flyer, con 165. La Dubai Eye promete tener 210 metros de altura.

En esta ciudad, donde un joven arquitecto se sentiría extasiado por la cantidad y variedad de edificios que se han levantado o están en construcción –con diseños que incluso desafían las leyes de la física–, los extremos también se presentan con el clima, algo que cualquiera podría pensar que aún no es manejable. Pero que en Dubái sí lo es, o al menos a eso le apuestan.


Hasta el calor lo controlan

En la temporada de verano, que va de mayo a septiembre, las temperaturas superan los 40 grados centígrados, lo que no ha sido obstáculo para este puerto sobre el golfo Pérsico que se propone aumentar de 15 a 20 millones el número de turistas en los próximos 4 años. En Dubái prácticamente no hay sitio de concentración de público que no cuente con aire acondicionado. Así que –con excepción de las calles– las personas no van a sentir el bochorno que genera el intenso calor.

Desde los paraderos de buses, el metro, hasta los centros comerciales –que no son pocos, por cierto– han logrado superar el tema. En invierno, que va de octubre a marzo, cuando la ciudad se vuelve un hervidero de turistas, que llegan atraídos además por un clima más benévolo, la temperatura varía entre los 19 y los 35 grados.


Esa cultura de superarlo todo, y que parece no tener límites, surgió, precisamente, de sus máximos líderes y se mantiene a través de sus herederos. Según cuentan los dubaitíes, el precursor fue el jeque Rashid bin Said Al Maktum, tarea que continuó su hijo, el actual jeque Mohammed Bin Rashid Al Maktoum, considerado uno de los 10 monarcas más poderosos y ricos del mundo, y reconocido apasionado de la poesía y de los caballos.

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Su palacio, el Zabeel Palace, es un sitio habitual para los turistas, que aunque no pueden ingresar, sí quedan sorprendidos por el inmenso jardín que le sirve de antesala y las estatuas de caballos que se encuentran en la cúpula de su torre central. Está rodeado de una arboleda considerada el pulmón de Dubái y allí, según cuentan algunos dubaitíes, el jeque tiene su colección de carros de lujo.

Estos dos jeques, cuyas fotos se pueden encontrar en vías, edificios gubernamentales, hoteles y centros comerciales, son los responsables de que en solo 44 años el emirato haya logrado pasar de ser un pueblo de pescadores de perlas en las aguas del mar Árabe, a ser el centro financiero de Oriente Medio, por su puesto de la mano de la riqueza del petróleo, que no es tan significativa como cualquier mortal podría pensar –Dubái cuenta solo con el 3 por ciento de las reservas que tienen los Emiratos Árabes Unidos–, y un sorprendente destino turístico. Tan sorprendente que hasta se consiguen dispensadores que venden monedas de oro.


Aunque la excéntrica Dubái tiene muchas atracciones superlativas por descubrir, hay que estar allí para creerlo. Veamos algunos planes y atractivos de este destino.


El safari por el desierto
Una experiencia fuera de lo normal, como todo en Dubái, es el safari por el desierto, un plan que todos los días convoca a turistas extranjeros que buscan nuevas emociones.

La cita comienza a las 4:00 de la tarde, cuando ya el sol empieza a ceder. A esa hora, a bordo de una moderna camioneta 4 x 4, arranca la expedición hacia la Reserva de Conservación del Desierto de Dubái, el más grande parque natural que tienen los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Tras cerca de 45 minutos de viaje por una carretera de hasta seis carriles, se llega al lugar. A lo lejos aparece la primera fila de camellos que lentamente avanzan guiados por sus jinetes.


Tras recibir la orientación del conductor del vehículo, cuyas llantas son desinfladas para que pueda desplazarse por la arena, empieza el camino a lo profundo del desierto. Luego de varios minutos, en un pequeño bosque de palmas se produce la primera parada.

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Hay que cruzar a pie, con dirección a una especie de escalinatas hechas con colchonetas. Y al otro lado, como hormigas, entre las palmas, van apareciendo turistas procedentes de muchos países: ingleses, españoles, estadounidenses, árabes, chinos, afganos, indios…

La arena quema en los pies y provoca llegar saltando hasta el improvisado escenario, donde dos australianos encabezan el show de la caza con halcones, una antigua tradición beduina que ha sido elevada a deporte nacional.

Sin ser originaria de esta zona del mundo, esa ave de rapiña es emblemática para los emiratos y por eso su imagen aparece en los billetes de 5, 50, 100 y 1.000 dirham, la moneda de los EAU.

Luego de explicar cómo son adiestradas esas aves, el cetrero libera a su halcón para dar inicio a la más sorprendente y veloz demostración de caza.

El hombre empieza a darle vueltas en círculo a una larga cuerda que en su extremo lleva un pequeño roedor. Pero muy rápido, en al menos tres intentos, y en medio del destello de los flashes de decenas de cámaras de fotografía, el ave se lanza y atrapa su alimento.

Para ese momento la temperatura ha bajado un poco y hay que regresar a los vehículos. Unas 40 lujosas camionetas esperan por los turistas, para iniciar un viaje bien movido o, mejor, sacudido, por las dunas de arena y en el que el automotor puede deslizarse de costado y hasta devolverse si no logra trepar hasta la cima de las montañas.


Tras cerca de 20 minutos en este desplazamiento extremo, las camionetas llegan a un campamento, donde empieza otra experiencia, esa sí más tranquila. Dóciles camellos están dispuestos para el paseo por los alrededores y bajo una esplendorosa luna. Mientras unos disfrutan de esta relajada cabalgata, otros degustan bebidas y viandas típicas, y otros más pueden fumar tabaco con aroma a manzana en la tradicional shisha o narguile, un dispositivo de origen oriental que se ha implantado en Occidente.

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El cierre del safari corre por cuenta de una bella mujer, que vistiendo un vistoso traje de dos piezas interpreta la danza del vientre, el milenario baile con el que los egipcios rendían culto a la fertilidad humana y de la tierra y adoraban a sus dioses. Al final de la presentación, el tiempo parece haber avanzado muy rápido, ya son las 9 de la noche, y hay que iniciar el camino de regreso a Dubái.


Nieve y playa
Fiel a su propuesta de ser atractiva todos los meses del año, en esta ciudad de la península arábiga hay un pequeño paraíso para quienes en verano no pueden disfrutar de la nieve o para quienes nunca la han tenido. Ski Dubái es una montaña de nieve de 85 metros de altura bajo techo, considerada la más grande en su tipo.


En este sitio, ubicado en el Mall Emirates, además de sentirse el intenso frío –la temperatura llega a menos 2 grados centígrados– y de trasladar a los visitantes a la temporada de Navidad, se pueden practicar esquí y snowboarding y deslizarse en toboganes.

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Dubái es, además, una ciudad que posee una amplia oferta de escenarios para quienes buscan sol, agua y playa. Los amantes de tales tipos de planes pueden encontrar en este puerto sobre el mar Pérsico un sinnúmero de playas, muchas de ellas privadas; los atractivos de los parques acuáticos Aquaventure y Wild Wadi Water Park –el primero en Isla Palma y el otro en el sector de Jumeirah beach– y todas las piscinas de la mayoría de hoteles.

Espacios que son un atractivo todo el año para extranjeros y ciudadanos locales, y en ellos se pueden ver mujeres de Occidente que lucen, sin temor a ser abordadas por las autoridades, ligeros vestidos de baño, junto a sus similares musulmanas que siguiendo la tradición utilizan los burkinis. Es un contraste que, contrario de lo que ocurre en algunos países europeos, no escandaliza a nadie.


Un gigantesco centro comercial
Si viaja a Dubái no puede dejar de visitar el centro comercial más grande del mundo: Dubái Mall. Pero si quiere recorrerlo todo es necesario que no se programe para más cosas en ese día en la ciudad. Esta gigantesca construcción, que abarca un área de 1,1 millones de metros cuadrados, se encuentra en el centro de la ciudad, a los pies del Burj Khalifa, la torre más alta del mundo.


El Dubái Mall cuenta con más de 12.000 tiendas de las marcas más reconocidas en el planeta y se da el lujo de dedicar un nivel (piso) para las marcas de niños, otro para las de mujeres y otro más para las de hombres. Este centro comercial ofrece también a sus visitantes la posibilidad de divertirse en el Aquarium, en el Underwater Zoo y en una pista de patinaje sobre hielo.

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El Tiempo


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