Moderna y verde. Así es esta ciudad australiana donde la vida es la clave de la felicidad.
Durante cinco años consecutivos, Melbourne, en Australia, ha sido seleccionada por el diario británico ‘The Economist’ como la mejor ciudad del mundo para vivir. No tiene una torre Eiffel como París, una estatua de la Libertad como Nueva York o una Casa de la Ópera, como Sídney. Nada de eso. El encanto de Melbourne radica en otra parte. Está en sus parques gigantescos, en la infinidad de cafés, pubs y restaurantes que se extienden por la ciudad entera, y en especial en un sentido de consideración hacia los demás: ‘No worries, mate’.
La mayoría de australianos, en particular los melbournianos, manifiesta una irredenta vocación por la buena vida, por tomar las cosas con calma. ‘No worries, mate’ (No hay problema, ‘compadre’). Y la ciudad parece haber sido construida alrededor de este precepto.
En la esquina suroriental se halla Federation Square. Amada por unos y odiada por otros debido a su diseño arquitectónico de corte industrial, la plaza fue creada en 2002 como centro cultural, escenario artístico y espacio indiscutible de esparcimiento. Este complejo de 3,2 hectáreas acoge la segunda sede de la Galería Nacional de Victoria, el Centro Australiano de la Imagen Móvil y los estudios de la excelente SBS, una de las dos radiodifusoras públicas del país. Allí también se localiza un completo centro de información turística donde le indicarán los mejores planes para cada época del año.
Naturaleza, arte y deporte
Cruzando el río Yarra, hacia el sur, se abre una serie de siete jardines. Jardín es una palabra inexacta en este caso. El más pequeño de ellos tiene cinco hectáreas de área, mientras el más grande, el Jardín Botánico, tiene 38. En total son casi cien hectáreas de jardines. El Parque Simón Bolívar, en Bogotá, tiene once hectáreas.
Los jardines juegan un papel fundamental en el diseño y la vida de todas las ciudades australianas. Son hogares de especies nativas y foráneas, pero principalmente sitios de recreación y esparcimiento. Allí va la gente a almorzar sobre la grama, a hacer deporte, a estudiar o solo a charlar.
Si acaso usted es poco amante de la naturaleza y prefiere más el arte, cruce la calle St Kilda hacia Southbank. Allí encontrará el centro de artes escénicas Hamer Hall, la Galería Nacional de Victoria, la Compañía de Teatro Sumner, el Centro de Recitales, el Centro Australiano de Arte Contemporáneo y el Teatro Malthouse. Este gran conjunto hace parte de una aún más amplia oferta de escenarios culturales donde se incluyen la Biblioteca Estatal de Victoria (al norte del CBD), el Royal Exhibition Building (imperdible, al noreste del CBD en medio de los Jardines de Carlton: sí, más jardines) y decenas de galerías y teatros por toda la ciudad.
Sobre el oriente, a quince minutos caminando de Federation Square, se levanta la Rod Laver Arena, donde cada enero se da lugar el famoso Abierto de Australia. La edificación hace parte del Parque Olímpico, un amplio complejo donde también se encuentran el Parque AAMI con su espectacular diseño molecular, el Melbourne Cricket Ground y otros tres estadios de grandes dimensiones. El corazón deportivo de la mayoría de los australianos se divide entre dos deportes muy opuestos: el cricket y el footy. Mientras el primero es en extremo lento (un partido puede durar hasta cinco días y el más corto, tres horas), el segundo es lo opuesto: muy rápido y en exceso agresivo.
En cuestión de práctica deportiva, los mismos parques que acogen a miles de especies a su vez reciben a diario a entusiastas deportistas de todos los niveles; una extensa red de ciclorrutas da vía a decenas de ciclistas y el mar acepta a amantes del surf, el esnórquel o la navegación. La Playa Brighton, en el sur de la ciudad, es destino predilecto de bañistas y turistas por igual, quienes se ven atraídos por las 82 pintorescas casas de baño de finales del siglo XIX. Ir a Melbourne y no tomarse una foto junto a una de ellas es como no haber ido.
Vivir para comer
Australia carece en general de platos típicos. La popularidad de
algunos productos industriales ha hecho de ellos parte de la identidad
nacional. Es el caso de los Tim Tam (galletas cubiertas de chocolate),
la Pavlova (como un merengón) y los hot cross buns (panecillos con uvas
pasas y una cruz encima, típicos de Semana Santa). La Vegemite, sin
embargo, no tiene punto de referencia. Es un extracto de malta, muy
salado. Advertencia: no se come como arequipe. Por favor, ni lo intente.
Siga las instrucciones de un australiano antes de probarla.Por otro lado, la falta de platos nacionales se compensa con la variedad en culinaria internacional. Como país de inmigrantes, allí confluyen los sabores de todas las naciones. Comer es uno de los planes predilectos de los locales, bien sea en un restaurante o en casa de amigos. Destinos recomendados: en el CBD están el Mercado de la Reina Victoria para comida popular, el barrio chino para comida asiática, o la calle Lonsdale, para griega. Los barrios Richmond para vietnamita, Carlton para italiana, Fitzroy para latina y española; y Brunswick para libanesa. Si logra hacer amistades en corto tiempo, ojalá lo inviten a un pot luck, donde cada comensal aporta un plato; o a una cena progresiva, donde la entrada, el plato principal y el postre se toman en una casa distinta.
Es imposible hablar de Australia sin mencionar los pubs, esos lugares combinación de restaurante, bar y hotel donde transcurre buena parte de la vida de los australianos descendientes de británicos y la cerveza fluye sin compasión. En ninguna guía turística le aconsejarán ir a uno, pero yo se lo recomiendo. Ojalá durante un partido de footy. No encontrará otra parte donde mejor pueda apreciar la espontánea amabilidad y camaradería natural del australiano blanco de a pie. Para no ir muy lejos, vaya a Prince’s Bridge Hotel, diagonal a Federation Square.Como parte de esta cornucopia multicultural, el vino juega un papel principal y está siempre en todas las mesas. Hacer un recorrido por los viñedos alrededor de Melbourne es asimismo una actividad casi obligatoria. El chardonnay, el shiraz y el pinot noir –las especialidades de la casa– dominan las regiones del Valle del Río Yarra, la Península de Mornington, Geelong, Sunbury y Macedon.
La Australia blanca
Su colorida pintura de tonos ocres anticipa el concepto del pixel en el mundo digital, porque es hecha a base de infinidad de puntos que unidos crean una imagen. En Federation Square, diríjase al centro cultural Koorie Heritage Trust para conocer más de su dramática historia. Es negra, no solo en alusión al color de piel de sus miembros, sino también a la increíble crueldad e injusticias padecidas por ellos durante más de trescientos años. No obstante, ese es suficiente tema para otro artículo.
Melbourne es la mejor ciudad en el mundo para vivir no como resultado de la suerte, sino porque ha sido planeada y continúa transformándose para ser disfrutada por sus habitantes. En ello radica el secreto de su éxito. Y siempre sabrán acoger al visitante para que sepa cómo es vivir, al menos unos pocos días, en este vividero tan genial.
Si usted va…
• Los colombianos requieren visa para ir a Australia. Se tramita ante
la Embajada de Australia en Chile, pero hay dos centros para
recolección de datos en Bogotá y Medellín.• La mejor época para ir es verano (noviembre-diciembre). Recuerde que las estaciones en Australia son inversas al hemisferio norte.
• Viajar a Australia se puede a través de Santiago o Los Ángeles. Si elige la segunda opción, necesitará visa de tránsito de Estados Unidos.
• Los tranvías en el CBD de Melbourne son gratuitos.
• De recuerdo, quédese con un billete australiano: son hechos de plástico.
El Tiempo - Támara Peñas Porras
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