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miércoles, 12 de octubre de 2016

El inglés que le enseña a viajar por Colombia

Chris Bell, el editor de Colombia Travel Blog, un reconocido blog de turismo del país, conoce 30 de los 32 departamentos. Según su experiencia, los paraísos colombianos están en las zonas más apartadas. Por eso no duda en elegir Mocoa (Putumayo) y Nuquí (Chocó) como sus lugares predilectos.              

El inglés que le enseña a viajar por Colombia
Chris Bell en un recorrido por el río Palomino, en La Guajira. Descendió por el afluente desde la selva hasta la playa. / Heather Wilson

No fue amor a primera vista. Después de varias visitas, Chris Bell entendió que las relaciones más duraderas y profundas casi nunca nacen de un primer encuentro, de una primera impresión. Todo lo contrario: hay que escudriñar, conocer, tejer y ceder.

La primera vez que este inglés pisó Colombia, en 2009, no hubo una sola razón que lo motivara a acercarse de nuevo a esta esquina del continente. Viajó en un taxi destartalado hasta Maicao, en La Guajira, y durmió en un hotel precario que frecuentaban más las cucarachas que los huéspedes. Duró tres días. Cambió dinero y volvió a Venezuela, donde vivía en ese entonces para cumplir con uno de los requisitos de su pregrado en literatura inglesa y española de la Universidad de Manchester. A los pocos meses regresó a su pueblo, Shrewsbury, donde también nació Charles Darwin.

En 2011, el British Council le propuso volver a pisar tierras latinoamericanas. Su misión: ser profesor de inglés de la Universidad de La Salle, en Bogotá. En su segunda estadía indagó por lugares exóticos. Así llegó hasta Nuquí (Chocó), hoy uno de sus parajes favoritos. “Quería ver las ballenas, pero me encontré con una diversidad increíble. Fue una experiencia intensa desde el comienzo. Aterrizar en medio de la selva, en un aeropuerto pequeño, y habitar por unos días ese lugar remoto marcó mi vida”. Para este joven de 28 años, los lugares más llamativos del país no son los que se promocionan con frecuencia. Según él, ocurre todo lo contrario y “lo más bonito está en las zonas rurales, incomunicadas”.

Meses después viajó a la Sierra Nevada del Cocuy, Barranquilla, Santa Marta, San Andrés y Providencia. El segundo encuentro con Colombia lo dejó atónito y sembró en él las ganas de habitar “este paraíso desconocido”. Sin embargo, tuvo que volver a Inglaterra para acabar su posgrado de estudios latinoamericanos y caribeños. Profundizó en Gabriel García Márquez y por un programa de radio web se enfrentó a la champeta y la cumbia. Desde entonces se prometió a sí mismo que para 2014 debía estar en Colombia de nuevo.

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Un conocedor de nuestra tierra

Nuestras primeras conversaciones parecían libreteadas. La escena era algo vergonzosa: un inglés explicándole a una colombiana cuáles son los lugares más llamativos del país.
—Mira esta foto —saca su celular y me muestra un río de colores.
—Sí, la Macarena es uno de los sitios más bonitos.
—No es la Macarena. Esto es Tranquilandia, en San José del Guaviare. Es increíble, pero pocos lo conocen.

Gracias a su trabajo se convirtió en un experto en turismo. Volvió a Colombia en la fecha que se lo propuso, pero esta vez como editor de un blog llamado Colombia Travel Blog. La fundadora de la página, Marcela Mariscal, quería mostrar su país al mundo, así que empezó a escribir artículos sobre sus viajes. Cuando paseó por el exterior notó que las empresas que se dedicaban a promocionar el turismo de la región no incluían nuestro territorio, a pesar de tener destinos más llamativos que México, Perú o Argentina. Con el tiempo, el blog creció y llegaron más integrantes, entre ellos Chris.

Así como desarrolló su amor por las aves y aprendió el nombre de decenas de especies cuando era pequeño, también decidió saber de memoria el mapa de Colombia. Apenas le delegaron la tarea de mejorar la percepción del país y recomendar destinos a extranjeros, fue hasta la Panamericana, compró un mapa desarmable y jugó con él hasta que se aprendió los nombres de los 32 departamentos. Cuando le pedí que hiciera la lista, no dudó un solo segundo. Cerraba los ojos para evocar la memoria, y si no se acordaba, arrugaba los párpados con fuerza. En menos de siete minutos los había escrito todos.

De esos 32 departamentos conoce 30. Sólo le falta visitar Caquetá y Vaupés, pero espera que a final de año pueda completar el mapa. No se cansa de volver a algunos destinos, porque siempre encuentra nuevas experiencias para recomendar en su blog, que al mes recibe 50.000 visitas. También ofrece sugerencias para mochileros y se divierte escribiendo sobre curiosidades.

Ha visitado tantos destinos que de cada región saca una característica. De Antioquia resalta la belleza de sus pueblos como Jardín, Jericó o Santa Fe; de Chocó, su naturaleza, su gastronomía y su gente; de Atlántico, la alegría del ambiente, su música y sus eventos peculiares, como la competencia de la arepa de huevo más innovadora en Luruaco; de Guaviare, sus ríos pintados y su calma. Y así podría pasar una tarde enumerando adjetivos y rincones.

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Hoy, este amante del tejo y la arepa de huevo siente que Colombia es su casa, a pesar de que lo sigan llamando “gringo” en cada esquina. Conoce sus problemáticas y discute de política. Se maravilla con expresiones como “¡qué pecado!”, “¡qué vaina!” “juemadre” o “me regala”. Envidia que los colombianos nos tomemos todo con calma y siempre respondamos con un “no pasa nada”. Se acostumbró a nuestra constante impuntualidad y ahora carga un libro para no amargarse por eso.

Después de conocer y leer tanto, Chris entendió el éxito de García Márquez. Comprendió que no sólo tenía una gran imaginación y narrativa, sino que contó con la fortuna de vivir en el país de lo inverosímil, en un territorio donde la belleza, las particularidades y las paradojas brotan de una manera silvestre.

No está interesado en vivir en otro lugar. Tiene pensado escribir un libro sobre las maravillas de Colombia, abrir un hostal en una zona apartada y seguir contando sus experiencias en el blog para que extranjeros y nacionales se enamoren del país. Ojalá no sólo con una primera impresión.

El Espectador

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