En el fin del mundo hay cóndores que se levantan majestuosos en los
picos blancos de las montañas. Allá abajo, muy al sur, donde el frío de
invierno golpea los huesos y el calor del verano tibia los corazones,
también se ven pumas que presurosos persiguen a los guanacos para saciar
el hambre.
Es la Patagonia, la chilena, en la que se levantan los cuernos del Paine, en el parque nacional Torres del Paine que fue creado en 1959 y declarado reserva de la biósfera por la Unesco en 1978.
En las 242.242 hectáreas, es fácil asombrarse con los paisajes. En Puerto Natales, una de las ciudades más al sur de Chile, basta con caminar unas cuadras hasta el muelle, para maravillarse con las imponentes montañas nevadas y los lagos verde azules.
¿Qué tiene de atractivo perderse por un lugar apartado del resto del mundo? Ese es justamente el encanto que tiene la Patagonia, que está alejada de todo y que pese a la incidencia del cambio climático, todavía conserva buena parte de su riqueza natural.
Juan Erices Aguilera, un joven que hace cinco años decidió dejar el bullicio y la vida agitada de Santiago para irse a vivir a Puerto Natales, dice que desde el primer día que llegó a la Patagonia se enamoró de su gente, de la tranquilidad, de los pumas que vio en su primera aventura por las Torres del Paine, de los cóndores que se animó a contar en un programa de conservación que tienen las autoridades chilenas, de los ñandúes que picotean por las planicies y de los guanacos que corren con sus crías y que le dan virtuosidad a las laderas, esto sin contar las docenas de zorros que pasan raudos por las vías, o los huemules, otra especie en riesgo de extinción que también habita este territorio.
A disfrutar
Es la Patagonia, la chilena, en la que se levantan los cuernos del Paine, en el parque nacional Torres del Paine que fue creado en 1959 y declarado reserva de la biósfera por la Unesco en 1978.
En las 242.242 hectáreas, es fácil asombrarse con los paisajes. En Puerto Natales, una de las ciudades más al sur de Chile, basta con caminar unas cuadras hasta el muelle, para maravillarse con las imponentes montañas nevadas y los lagos verde azules.
¿Qué tiene de atractivo perderse por un lugar apartado del resto del mundo? Ese es justamente el encanto que tiene la Patagonia, que está alejada de todo y que pese a la incidencia del cambio climático, todavía conserva buena parte de su riqueza natural.
Juan Erices Aguilera, un joven que hace cinco años decidió dejar el bullicio y la vida agitada de Santiago para irse a vivir a Puerto Natales, dice que desde el primer día que llegó a la Patagonia se enamoró de su gente, de la tranquilidad, de los pumas que vio en su primera aventura por las Torres del Paine, de los cóndores que se animó a contar en un programa de conservación que tienen las autoridades chilenas, de los ñandúes que picotean por las planicies y de los guanacos que corren con sus crías y que le dan virtuosidad a las laderas, esto sin contar las docenas de zorros que pasan raudos por las vías, o los huemules, otra especie en riesgo de extinción que también habita este territorio.
A disfrutar
El macizo Paine, en el extremo
del continente americano, que en tehuelche significa azul, es un pequeño
pero sobresaliente grupo de formaciones montañosas ubicado 150
kilómetros al norte de Puerto Natales, a 400 kilómetros de Punta Arenas,
y a más de 2.500 kilómetros al sur de la capital chilena, Santiago.
Hoy Juan es guía turístico de la agencia Patagonia Planet y explica orgulloso que cuidando el medio ambiente y formando sobre el impacto del cambio climático en este lugar del mundo, los turistas pueden tener una gran aventura.
Trekking o caminatas por escenarios naturales, observación de fauna, camping, ciclismo de ruta o de montaña, cabalgatas, escalada, pesca y claro, recorrido por los glaciares Grey, Serrano y Balmaceda, la cueva del Milodón, los lagos Toro, Sarmiento, Porteño y los fiordos, son algunas de las muchas aventuras que se pueden hacer y disfrutar.
“En la Patagonia todo puede pasar y, en un mismo día, es posible que tengamos las cuatro estaciones”, advierte Juan mientras señala a un guanaco, especie similar a la llama peruana pero con menos pelaje.
Tres lugares
Hoy Juan es guía turístico de la agencia Patagonia Planet y explica orgulloso que cuidando el medio ambiente y formando sobre el impacto del cambio climático en este lugar del mundo, los turistas pueden tener una gran aventura.
Trekking o caminatas por escenarios naturales, observación de fauna, camping, ciclismo de ruta o de montaña, cabalgatas, escalada, pesca y claro, recorrido por los glaciares Grey, Serrano y Balmaceda, la cueva del Milodón, los lagos Toro, Sarmiento, Porteño y los fiordos, son algunas de las muchas aventuras que se pueden hacer y disfrutar.
“En la Patagonia todo puede pasar y, en un mismo día, es posible que tengamos las cuatro estaciones”, advierte Juan mientras señala a un guanaco, especie similar a la llama peruana pero con menos pelaje.
Tres lugares
Aunque son muchos los sitios por
visitar en la Patagonia, hay tres sitios que vale la pena recorrer. El
primero es la Cueva del Milodón, un complejo compuesto por tres cuevas, a
24 kilómetros de Puerto Natales, donde en 1895 fueron hallados restos
de milodones, unos mamíferos de grandes dimensiones que se extinguieron
hace miles de años.
A partir de este hallazgo se convirtió en un
sitio de estudio y en una fuente de evidencias científicas de los
primeros habitantes de la Patagonia. Adentro, en la cueva más grande,
que mide 30 metros de alto y 200 de profundidad, se siente el frío de la
historia y sus paredes transmiten los secretos guardados desde hace
varios siglos.
Otro lugar que vale la pena conocer son las torres y los cuernos del Paine, cuyas formaciones de granito se tiñen en tonalidades que los rayos del sol cambian: van desde los rojizos hasta los intensos violetas. Un espectáculo único que habla de la diversidad natural que hay allí.
Y finalmente están los glaciares Balmaceda y Serrano, dos formaciones de nieve y hielo con cientos de años que poco a poco han reducido su tamaño por culpa del cambio climático y que están amenazados por culpa del hombre. Pese a ello todavía se conservan para asombrar a las cientos de personas que los visitan cada año, especialmente en la primavera y el verano.
Y su comida...
Otro lugar que vale la pena conocer son las torres y los cuernos del Paine, cuyas formaciones de granito se tiñen en tonalidades que los rayos del sol cambian: van desde los rojizos hasta los intensos violetas. Un espectáculo único que habla de la diversidad natural que hay allí.
Y finalmente están los glaciares Balmaceda y Serrano, dos formaciones de nieve y hielo con cientos de años que poco a poco han reducido su tamaño por culpa del cambio climático y que están amenazados por culpa del hombre. Pese a ello todavía se conservan para asombrar a las cientos de personas que los visitan cada año, especialmente en la primavera y el verano.
Y su comida...
Sería injusto no hablar de la
gastronomía patagónica. En Torres del Paine se come y se bebe muy bien.
Prueba de ello son las propuestas gourmet elaboradas en las posadas,
hoteles y refugios que hay a lo largo del parque. Los platos van desde
exquisitas cazuelas de centolla, asados de cordero, ostiones hasta
merluzas australes y congrios, pato o carne de guanaco.
Pero si usted quiere ir a un lugar autóctono, donde se rescatan las raíces de los primeros habitantes de La Patagonia, el pueblo selk’nam, una buena opción es el restaurante Ancestros Patagonia, donde jóvenes artistas recrean a sus antepasados ya extintos.
Sin duda visitar la Patagonia es descubrir que en el fin del mundo están las mejores postales de la zona que es considerada “Octava maravilla del mundo”.
El Colombiano
Pero si usted quiere ir a un lugar autóctono, donde se rescatan las raíces de los primeros habitantes de La Patagonia, el pueblo selk’nam, una buena opción es el restaurante Ancestros Patagonia, donde jóvenes artistas recrean a sus antepasados ya extintos.
Sin duda visitar la Patagonia es descubrir que en el fin del mundo están las mejores postales de la zona que es considerada “Octava maravilla del mundo”.
El Colombiano
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