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lunes, 20 de noviembre de 2017

Anatomía de un todo incluido

Playa, entretenimiento, comidas y bebidas sin restricciones hacen parte de la oferta del resort más grande de la empresa colombiana. Acá, todo ha sido cuidadosamente planeado para que el viajero sólo se preocupe por descansar.




Todo el mundo piensa que a Panamá se va de compras y a conocer el canal. Claro, son los atractivos más conocidos del país, pero no es lo único que esta nación, corta en extensión pero rica en paisajes, tiene para ofrecer. Más que en selvas tropicales, que también abundan, tal belleza se expresa en forma de playas, siendo las más atractivas las que están ubicadas en el Pacífico norte, sobre los sectores de Playa Blanca y Farallón.
Es en este último donde se encuentra un viejo conocido de los colombianos: Decameron. Específicamente el Royal Decameron Golf, Beach Resort & Villas, el hotel más grande de la cadena, con más de 200 hectáreas, 1.224 habitaciones, diez restaurantes, igual número de bares repartidos a lo largo de los dos kilómetros de playa, un gimnasio, dos canchas de tenis, dos centros de convenciones, un spa, un casino y, como su nombre lo indica, una cancha de golf de 18 hoyos. En otras palabras, un gigantesco complejo turístico que funciona con la filosofía del “todo incluido”.
Es que la empresa colombiana ha entendido que no hay nada mejor que viajar sin tener que preocuparse por nada. Por supuesto, esta forma de servir al turista tiene sus condiciones. Para empezar hay que saber que todos los huéspedes del hotel –en su mayoría colombianos, canadienses y franceses– tienen acceso a prácticamente todo lo que ofrece Decameron, con ligeras diferencias, dependiendo de si se elige el paquete estándar o el premium.
El primero garantiza desayunos, almuerzos y cenas en los tres restaurantes buffet, aunque estas últimas también se pueden tomar en los restaurantes a la carta. También están los aperitivos diarios y nocturnos, jugos, gaseosas y licores nacionales e internacionales ilimitados, todas las actividades y canchas deportivas, deportes acuáticos no motorizados, clases de buceo introductorias en la piscina, el gimnasio e internet en los tres lobbys.
El paquete premium, por su parte, es para quienes quieren que los consientan y están dispuestos a pagar 20 dólares adicionales la noche. Entre otras cosas, y además de lo ofrecido en el servicio estándar, permite el acceso a los restaurantes a la carta para todas las comidas, incluye wi-fi en la habitación, canasta de frutas, bata de baño, pantuflas, minibar con reposición cada dos días sin costo adicional, caja de seguridad e ingreso a la sección privada de la playa. Quedan en el tintero el spa, la cancha de golf y los deportes acuáticos motorizados, que se adquieren como servicios aparte.
Con semejante despliegue, el hotel tiene capacidad para cerca de tres mil personas, que eligen entre cuatro tipos de habitaciones: con vista al jardín, vista al océano, frente a la playa y superior. Las dos primeras se pueden configurar con una cama king o dos dobles, la tercera incluye un sofá-cama, mientras que la última está equipada con una cama king y dos sofá-camas. En total son 852 cuartos de estas tipologías, todos con baño, clóset, plancha, secador, balcón y una decoración muy tropical.
¿Y los 372 restantes? Son las villa referenciadas en el nombre del hotel. Se trata de casas de dos pisos, con un estilo más sobrio, ubicadas sobre el campo de golf y que funcionan bajo un modelo de hospedaje diferente. Si bien se encuentran dentro de Decameron, el resort las ha ido vendiendo y son los propietarios, en su mayoría norteamericanos, quienes deciden si le permiten al hotel ofrecerlas junto a las que todavía le pertenecen a este último. Aún así, sólo se ocupan cuando las demás habitaciones están ocupadas, como suele suceder en temporada alta.
Con un promedio de ocupación de dos mil personas, el hotel optó por eliminar el servicio a la habitación. En cambio, todo lo que el huésped puede necesitar está dispuesto allí desde el primer momento, con lo que también se facilita el proceso de check out.
Pero más que la alta capacidad en oferta, el secreto del éxito radica en la variedad de la misma, es comprender que todos los viajeros tienen gustos diferentes. Por ejemplo, cada piscina tiene sus propias características: una con tobogán, otra exclusiva para adultos, una más dispuesta para juegos y actividades como acuaeróbicos y otra con forma de espejo de agua. Tampoco son iguales los restaurantes a la carta: está el de comida mediterránea, el de mariscos, el mexicano, el de sushi, el italiano, el peruano y el de comida de mar. Eso sí, en todos hay que reservar para ir a cenar, de forma que se evitan las filas tediosas.
Lo mismo aplica para el entretenimiento. El cine es en la playa y bajo las estrellas, con cintas para niños a las siete de la noche y películas más maduras a las nueve. También tienen 14 espectáculos de danza montados, para presentar uno cada día a las 8 p.m. con intermedio de karaoke, sin dejar de lado las excursiones para los que prefieren salir del hotel: senderos ecoturísticos, viajes de compras, recorridos históricos, relacionamientos culturales en busca de artesanías y visitas al mayor de los imperdibles, el Canal de Panamá, también son una posibilidad.

La cereza del pastel, el océano Pacífico, espera por igual a quienes ya lo probaron todo y a los que están por hacerlo. Completamente diferentes de las caribeñas, pero tan cautivadoras como estas, las playas de esta esquina de Panamá invitan a descansar entre aguas tibias, arenas doradas y brisas tranquilas. Definitivamente, este lugar lo incluye todo.

El Espectador
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