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martes, 14 de agosto de 2018

Guía práctica para visitar ese paraíso colombiano que es el Tayrona

La aventura de disfrutar de este parque natural, dueño de varias de las mejores playas del país.

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El Tayrona es de esos destinos que se hacen merecer. No queda a la vuelta de la esquina. Y aunque hay que caminar un buen tiempo, cada paso en este Parque Nacional Natural colombiano viene acompañado de una postal, de una playa de arena blanca y aguas cristalinas pintadas de azul, de una jungla con árboles centenarios y gigantescos por donde brincan monos y vuelan cientos de pájaros; de manglares y rocas tan grandes como iglesias. Y aunque hay que caminar, vale aclarar que tampoco es que sea necesario ser un gran caminante.
Claro. También se puede llegar en lancha desde Santa Marta después de navegar entre 30 y 45 minutos. Pero en el Tayrona -para disfrutarlo de principio a fin, para descubrir todos sus encantos- es mejor caminarlo. Llegar tan fácilmente pierde gracia. 

Antes, mucho antes de ser el segundo parque natural más visitado del país después de Corales del Rosario y San Bernardo en Cartagena (en el 2016 recibió 391.442 visitantes de todo el mundo según las cuentas de Parques Nacionales), el Tayrona era un lugar sagrado para koguis, arhuacos, wiwas y kankuamos, los pueblos indígenas que han habitado este territorio de la Sierra Nevada de Santa Marta desde todos los tiempos. Son los descendientes de los tayronas, los primeros pobladores de estas tierras.
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Aquí, sobre este mar bello y tranquilo, rodeado de verde, nace la montaña costera más alta del mundo, que se corona en picos nevados a los 5.775 metros de altura. 
Aquí, en este santuario de 15.000 hectáreas (3.000 son área marina) los indígenas les rendían tributo a la Madre Tierra y a sus dioses. Y lo siguen haciendo. Por eso la invitación para los viajeros –que en un alto porcentaje son extranjeros- es guardar respeto y solemnidad.
Esta es una guía práctica para disfrutar del Tayrona, paraíso de mochileros y viajeros amantes de destinos de naturaleza que –por fortuna– no han sido invadidos por grandes infraestructuras hoteleras y que siguen conservando con esmero todo su patrimonio de biodiversidad. 

Un lugar que ha sido considerado por la revista de viajes 'Condé Nast Traveler' y por el diario británico 'The Guardian' –entre muchas guías y publicaciones más– como uno de los destinos más bellos del mundo. Un lugar que todo colombiano debería conocer.
Cómo llegar
El Tayrona está en jurisdicción de Santa Marta, capital del departamento de Magdalena. La entrada principal del parque queda a 32 kilómetros del centro histórico de la ciudad, por la Troncal del Caribe (en la vía que conduce a Riohacha, La Guajira). 

Se puede tomar un tour o pagar un expreso en taxi, pero es muy fácil moverse en buses intermunicipales que se toman en el nuevo mercado público (El Pueblito, carrera 9 con calle 11) o en el sector de Mamatoco, en las afueras de la ciudad. Los buses cobran 7.000 pesos por persona. 

Tras un trayecto de no más de cuarenta minutos se llega a la entrada del parque, en un sector conocido como El Zaino, donde hay varios locales sobre la carretera con restaurantes y puntos de información sobre alojamientos y excursiones. Allí también guardan el equipaje para aquellos que solo van de excursión de un día; hay que caminar, en promedio, dos horas por cada trayecto. Y es necesario ir liviano.
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Cien metros adentro de la carretera se llega al punto de información de Parques Nacionales, donde es obligatorio asistir a la presentación de un video donde muestran toda la biodiversidad del Tayrona y dan recomendaciones sobre las normas de comportamiento (no es permitido hacer fogatas ni consumir sustancias psicoactivas y hay que regresar con la basura, por ejemplo) y dan advertencias sobre seguridad. 

Explican, entre otras cosas, que no en todas las playas está permitido el ingreso al mar. Podría ser muy peligroso (cada playa tiene las indicaciones de rigor). Realmente peligroso. Hay que seguir las indicaciones. 

Después de esa pequeña inducción hay que cancelar el ingreso: los colombianos pagan 16.000 pesos colombianos, y los extranjeros, 42.000. Los niños (nacionales o extranjeros) pagan 8.500 pesos. A pocos metros aguardan pequeños buses colectivos que cobran 3.000 pesos por persona hasta el sector del parqueadero, donde comienza el recorrido. Son máximo siete minutos en carro. Y aunque se puede caminar, no vale la pena gastar energía. Se necesitará más adelante.  
Caminar entre bosques y playas
Estando en la zona del parqueadero, el recorrido puede comenzar con una visita a la playa de Cañaveral, que es una de las más bellas de la zona. Y aunque den ganas de meterse a ese mar azul profundo y provocativo, podría ser peligroso. Un letrero de madera advierte que allí se han ahogado muchas personas. Es un sitio solo para contemplar, caminar y nada más. 

Desde allí, a unos 200 metros, queda el punto de partida de la excursión. Es el Sendero Kogui, que ofrece dos caminos: uno para recorrer a pie y otro para quienes van a caballo. Para optimizar el tiempo y gozar más de las playas se recomienda que el primer trayecto se haga caminando y que el regreso se haga a caballo. Claro está, si solo se cuenta con un día para la visita.
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Hay que contratar los caballos en el trayecto de ida y ponerse de acuerdo sobre la hora y el lugar donde los van a recoger (casi siempre es el Cabo San Juan del Guía, que es para la mayoría el final del paseo). En el camino hay varias asociaciones comunitarias que ofrecen este servicio, el cual resultará muy entretenido. El negocio de los caballos se hace de palabra. No le darán un recibo ni un comprobante de pago. Aquí se le sigue dando el justo valor a la palabra. 

El sendero para los caminantes es una pasarela de madera perfectamente conservada que atraviesa la montaña en diferentes tipos de tramos: unos planos y otros un tanto empinados que conducen a miradores donde venden agua, refrescos y paletas, y donde la vista es privilegiada. 

Ese primer trayecto se corona en unos 40 minutos, en medio de un bosque tropical, y termina donde comienza una nueva playa: Arrecifes. Aunque el mar se vea irresistible (una vez más) y el calor invite a darse un chapuzón, no se puede. Ya se ha dicho que podría ser peligroso. 

Allí, en medio de la arena, brota una montonera de piedras gigantes, blancas y lisas, como huevos escupidos desde alguna galaxia. Se sigue caminando por la playa y unos 500 metros adelante se llega a Arenillauna pequeña playa de agua color turquesa donde -¡por fin!- es posible meterse al mar. Un mar de agua fresca y cristalina que alivia el sofoco.
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Desde Arenilla hay que caminar unos 15 minutos más entre un bosque de palmeras hasta llegar a La Piscina, otra playa donde también se puede nadar, descansar sobre la arena suave o explorar la riqueza marina en una práctica de esnórquel o de buceo. Allí venden cerveza fría y arepas de huevo recién salidas de la paila. El sitio merece un buen rato, pero hay más para ver. 

Desde La Piscina hay que caminar unos 15 minutos más para llegar hasta la joya de la corona del Tayrona: la playa del Cabo San Juan del Guía. Es la postal más famosa, la que aparece cuando se escribe la palabra Tayrona en Google: una playa partida en dos con una chocita kogui en la punta de una roca gigantesca. 

Han pasado dos horas de caminata. Tal vez un poco más. Todo depende del ritmo, del estado físico y el tiempo disponible. Todo habrá valido la pena para llegar hasta aquí. 
El Cabo San Juan es el lugar más bello del parque, donde descansan cientos de viajeros.
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El lugar más recomendado (y usado) para acampar, donde además hay un muy buen restaurante especializado en pescados y mariscos, a precios muy razonables. Y también es posible conseguir el bocado local: un pan fresco relleno de chocolate, conocido como el pan Tayrona.

Después de disfrutar de la playa hay que subir a la roca donde se corona la chocita kogui: el mejor mirador de toda la región -360 grados de postales- que además es una cabaña muy codiciada por los viajeros. Allí alquilan hamacas para quienes quieran descansar un rato y disfrutar de las postales más bellas posibles. 

La mayoría de viajeros llega hasta aquí: se quedan a dormir o se devuelven el mismo día. Pero hay más para ver. Siguiendo el camino, tras unos 10 minutos de caminata, se llega hasta Boca del Saco, una playa solitaria y muy tranquila. Y aunque no es oficialmente nudista, quienes la visiten deben dejar el pudor a un lado. Y de paso, la ropa.
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Si usted va...
Si quieren dormir en el Tayrona lleven un equipaje liviano tipo morral que no incomode mucho en la caminata. A menos que se vayan a hospedar en las ecohabs de Aviatur, que quedan en la entrada del parque. Aunque también se puede ir a caballo o pagar por el servicio de envío de maletas.

Lleven tenis para la caminata y sandalias para la playa; roca fresca, repelente contra insectos, gorra y protección solar.

El horario de entrada y salida del parque es de 8:00 a. m. a 5:00 p. m.
Los colombianos pagan 16.000 pesos colombianos, y los extranjeros, 42.000. Los niños (nacionales o extranjeros) pagan 8.500 pesos.
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Otros lugares que se pueden visitar en el Tayrona son Pueblito (vestigios arqueológicos), el Sendero de las Nueve Piedras y las playas Brava, Neguanje y Cristal; estas últimas, más solitarias.
Fotos: José Alberto Mojica - Guillermo Ossa / El Tiempo
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