El encanto de Curazao reside tanto en sus playas como en sus calles. Esta isla, también llamada de la curación, en la que abandonaron a los esclavos más enfermos, traídos de otras tierras durante la Conquista, se ha convertido en un llamativo atractivo turístico para la región, no solo por su cercanía y valor histórico, sino también por la variedad de actividades que se pueden realizar allí.
La isla, de 444 km, es la más grande de las tres Antillas Holandesas, de las que también hacen parte Aruba y Bonaire. Con no más de 161.000 habitantes, a todo visitante recibe con calidez, pues allí todos hablan español, inglés, holandés, portugués y francés, como consecuencia de las múltiples conquistas de la isla, pero principalmente papiamento, un lenguaje sencillo, mezcla de todos los anteriores.
Dushi es su palabra más encantadora y quizás la que mejor define a la isla. Aunque no tiene traducción al español, se puede definir como todo lo bueno, lo lindo y agradable, por lo que es normal que sea lo que más se escuche entre sus pobladores. Dushi define su arte, que se puede encontrar en cada calle, pero también cada playa y atracción que se quiera conocer.
Curazao es camaleónico, pues tiene la capacidad tanto de ofrecer planes románticos como acuáticos y deportivos, que junto a su gastronomía y arte hacen más que agradable el paso por la isla. Estos son cuatro planes, en cuatro tiempos, que se pueden disfrutar en esta isla del Caribe.
Hay que vivir la playa
Con más de 40 playas distribuidas por toda la isla, Curazao es un paraíso para visitar en cualquier época del año, ya que se encuentra en una zona sin tormentas. A la calma de sus playas y el agua cristalina se suma que en la mayoría de ellas se ofrece una variedad de actividades que van desde bucear y visitar el acuario, donde el mayor atractivo son los delfines y las tortugas, hasta prácticas de esquí acuático y recorridos por la isla a bordo de una cuatrimoto. Esta última actividad brinda la oportunidad de conocer gran parte de la zona más árida, cuevas y altos riscos, así como el borde más rocoso de las playas y disfrutar de la vista, en recorridos que pueden ser hasta de cuatro horas.
El arte se respira en cada esquina
Desde que se llega a la isla se destacan los colores de sus calles. Entre letreros en papiamento e inglés es tradicional encontrar grandes obras de artistas de la playa. Mujeres negras pintadas por André se encuentran colgadas en las paredes de diferentes hoteles y mercados, mientras en las calles es tradicional encontrar chichis, esculturas de mujeres exuberantes, con grandes senos y caderas, que identifican a las curaqueñas.
Pero quizás una de las actividades más significativas es la que adelanta Omar Sling. El artista antillano, conocido por hacer arte con cosas recicladas, es el creador de Koko Yoko, que en papiamento significa cacareo. En su taller, el escultor invita a los turistas a pintar su propio gallo con acuarelas de colores.
Además, la isla es sonora. Cada año, en agosto, se realiza el Festival de Jazz, en el que no solo se dan cita artistas del género, sino además otros del momento. Este año, el encuentro es del 29 de agosto al 1º de septiembre y contará con la participación de artistas como Mariah Carey, Maroon 5 y Juan Luis Guerra.
Un trago para disfrutar
La fábrica de licores de Curazao es uno de los lugares imperdibles para visitar. La mayoría de los cocteles que se ofrecen en la isla son hechos a base de una bebida tradicional preparada con las cáscaras de la laraha, una especie de naranja muy amarga que crece en la isla y pocos se atreven a comer. Además de conocer todo el proceso de destilación, en esta pequeña fábrica, donde la mayor parte del proceso es manual, se dictan talleres para preparar cocteles. Estos no solo incluye los licores de la fábrica, sino otros tradicionales de Centroamérica.
La calle de Willemstad
Cruzar el puente Queen Emma da la posibilidad de ver los buques y cruceros que entran y salen de la isla, además de disfrutar del encanto de Willemstad, las cerca de 600 casas de colores que desde 1997 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Allí no solo se pueden encontrar las icónicas casas de colores que identifican a la isla. También hay calles como Punda Vibes, donde se puede disfrutar de un buen coctel y de bailes tradicionales de la isla, y recorrer el malecón, donde hay reconocidos restaurantes, además de reconocidas marcas, o, si la visita es en pareja, aprovechar para confirmar su amor en el corazón de candados, ubicado junto al mar.
En fin, la isla se puede disfrutar de mil maneras, por el atractivo de sus playas y por su cultura, que en definitiva es lo que hay que deleitar.
El Espectador
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