La capital portuguesa renovó su oferta de entretenimiento. La llaman la nueva Barcelona.
Foto: livehdwallpaper |
La capital portuguesa se ha ido despojando de
la imagen conservadora que tenía en el pasado y es hoy para muchos ‘la
nueva Berlín’ o ‘la nueva Barcelona’.
En pocas palabras, sin perder su esencia histórica y cultural, las noches de Lisboa se han vuelto más entretenidas. Así que después de visitar sus museos, monumentos históricos y joyas arquitectónicas; de disfrutar de sus parques y jardines, hay que prepararse para gozar de una ciudad que se transforma cuando el sol se oculta. La pujanza como destino turístico de la capital portuguesa ha estado acompañada de importantes cambios durante el último lustro, especialmente en el ocio y la vida nocturna.
Antiguas tascas –tabernas– de toda la vida dejaron su sitio a ‘gastrobares’ de comida moderna, y mercados tradicionales albergan hoy a chefs de alto copete y comida de alta alcurnia.
Pequeños y oscuros pubs de otras épocas son ahora garitos dirigidos a la tribu urbana de los hipsters y, todo ello, se mezcla con nuevas discotecas.
Nada explica mejor estos cambios en la fisonomía de la noche lisboeta que Cais do Sodré, una de las zonas de fiesta míticas de la capital portuguesa, y cuyo aspecto –y público– es hoy radicalmente distinto al que tenía ayer.
Erigida como la nueva zona cool de la ciudad, lejos parecen ya quedar los años cuando era la zona de fiesta más típicamente portuguesa de la capital. Y más lejos todavía queda la época cuando era núcleo de prostitución y de locales de mala muerte, acorde con su carácter portuario.
El epicentro del barrio se trasladó desde mayo de 2014 al Mercado da Ribeira, donde la revista Time Out apostó por convertir lo que antes eran pequeños puestos de carne, verdura, fruta y pescado en un espacio diáfano con largas mesas en el medio, rodeadas de decenas de pequeños restaurantes.
Sushi, hamburguesas gurmé, pizzas, helados italianos y croquetas de diferentes sabores comparten protagonismo con platos elaborados por cocineros de prestigio, que tienen restaurante propio en Lisboa y que reflejan una pequeña muestra de su producción.
Con un precio promedio de entre diez y veinte euros (11 - 21,8 dólares) por comensal –más elevado de lo normal para Lisboa–, se permite compartir mesa y platos de diferentes estilos, en una apuesta que ha suscitado un incontenible éxito, incluso entre semana.
Muy cerca se encuentra Pensao Amor, un antiguo prostíbulo reconvertido en uno de los locales más cool de la capital lusa, con precios sensiblemente más altos que la media y un ambiente moderno e intergeneracional.
En su interior alberga un refinado sex shop, una estancia con barra de streptease a modo de adorno; incluso, los baños tienen sorpresa, decorados con muñequitos en posiciones sacadas del Kamasutra. La connotación sexual del local no implica un ambiente enrarecido; al contrario, es considerado un lugar de culto, tanto para turistas como para los lisboetas modernos.
A su alrededor, la inmensa mayoría de establecimientos son de reciente creación, y apenas un puñado de clásicos se mantiene en pie, entre ellos el Jamaica y el Viking.
No muy lejos se encuentra la otra zona de fiesta de Lisboa por excelencia: Bairro Alto. Aunque su cara también ha cambiado, todavía mantiene intacto el carácter del barrio, que ocupa decenas de calles perpendiculares llenas de pequeños pubs, restaurantes y cafés.
Locales con música brasileña conviven con otros de aire más cosmopolita, como un Irish Pub, de estilo anglosajón, o la Tasca Mastai, donde se toma Spritz con auténtico acento italiano.
La mayor parte de la gente –jóvenes locales, estudiantes becarios de otros países y turistas– bebe en la calle vaso en mano, ya sea de cerveza, sangría, mojito o caipirinha, hasta que a las tres de la madrugada el ‘Bairro” cierra.
En pleno meollo se encuentra Cuba, el lugar favorito de quienes buscan ritmos latinos en la noche lisboeta, donde el español es el idioma predominante, el reguetón es el himno oficial; el local vive repleto de viajeros de todo el mundo.
Otros ritmos
La influencia africana es palpable en casi cada rincón de Lisboa, y un buen ejemplo es la rápida propagación del ritmo kizomba, música de origen angoleño bailada de forma sensual y que hoy es impartida en academias de danza y gimnasios, además de sonar en las emisoras lusas.
El templo por excelencia para quienes buscan este tipo de sonidos es el B. Leza, ya convertido en un clásico de la noche de Lisboa.
A partir de las tres de la madrugada, los bares y pubs cierran sus puertas y la fiesta continúa en diferentes discotecas, repartidas por toda la ciudad.
La reina de la madrugada lisboeta es Lux –uno de sus propietarios es el actor estadounidense John Malko-vich–, también de música electrónica, que invita a DJ de prestigio internacional; cuenta con una terraza sobre el río y la decoración es sorprendente.
Compiten con ella en dimensión y popularidad la espectacular Urban Beach, erigida a orillas del río Tajo, y Main, en el barrio de Santos, con espacios separados en función de la música. En el día, Lisboa luce como lo que es: una de las ciudades más bellas de Europa. Y en las noches, ya se ha dicho, Lisboa no duerme.
En pocas palabras, sin perder su esencia histórica y cultural, las noches de Lisboa se han vuelto más entretenidas. Así que después de visitar sus museos, monumentos históricos y joyas arquitectónicas; de disfrutar de sus parques y jardines, hay que prepararse para gozar de una ciudad que se transforma cuando el sol se oculta. La pujanza como destino turístico de la capital portuguesa ha estado acompañada de importantes cambios durante el último lustro, especialmente en el ocio y la vida nocturna.
Antiguas tascas –tabernas– de toda la vida dejaron su sitio a ‘gastrobares’ de comida moderna, y mercados tradicionales albergan hoy a chefs de alto copete y comida de alta alcurnia.
Pequeños y oscuros pubs de otras épocas son ahora garitos dirigidos a la tribu urbana de los hipsters y, todo ello, se mezcla con nuevas discotecas.
Nada explica mejor estos cambios en la fisonomía de la noche lisboeta que Cais do Sodré, una de las zonas de fiesta míticas de la capital portuguesa, y cuyo aspecto –y público– es hoy radicalmente distinto al que tenía ayer.
Erigida como la nueva zona cool de la ciudad, lejos parecen ya quedar los años cuando era la zona de fiesta más típicamente portuguesa de la capital. Y más lejos todavía queda la época cuando era núcleo de prostitución y de locales de mala muerte, acorde con su carácter portuario.
El epicentro del barrio se trasladó desde mayo de 2014 al Mercado da Ribeira, donde la revista Time Out apostó por convertir lo que antes eran pequeños puestos de carne, verdura, fruta y pescado en un espacio diáfano con largas mesas en el medio, rodeadas de decenas de pequeños restaurantes.
Sushi, hamburguesas gurmé, pizzas, helados italianos y croquetas de diferentes sabores comparten protagonismo con platos elaborados por cocineros de prestigio, que tienen restaurante propio en Lisboa y que reflejan una pequeña muestra de su producción.
Con un precio promedio de entre diez y veinte euros (11 - 21,8 dólares) por comensal –más elevado de lo normal para Lisboa–, se permite compartir mesa y platos de diferentes estilos, en una apuesta que ha suscitado un incontenible éxito, incluso entre semana.
Muy cerca se encuentra Pensao Amor, un antiguo prostíbulo reconvertido en uno de los locales más cool de la capital lusa, con precios sensiblemente más altos que la media y un ambiente moderno e intergeneracional.
En su interior alberga un refinado sex shop, una estancia con barra de streptease a modo de adorno; incluso, los baños tienen sorpresa, decorados con muñequitos en posiciones sacadas del Kamasutra. La connotación sexual del local no implica un ambiente enrarecido; al contrario, es considerado un lugar de culto, tanto para turistas como para los lisboetas modernos.
A su alrededor, la inmensa mayoría de establecimientos son de reciente creación, y apenas un puñado de clásicos se mantiene en pie, entre ellos el Jamaica y el Viking.
No muy lejos se encuentra la otra zona de fiesta de Lisboa por excelencia: Bairro Alto. Aunque su cara también ha cambiado, todavía mantiene intacto el carácter del barrio, que ocupa decenas de calles perpendiculares llenas de pequeños pubs, restaurantes y cafés.
Cais do Sodré es una de las zonas preferidas
por los viajeros, gracias a sus bares y discotecas. Era una zona oscura
en otras épocas, pero ahora brilla. / Foto: EFE.
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Locales con música brasileña conviven con otros de aire más cosmopolita, como un Irish Pub, de estilo anglosajón, o la Tasca Mastai, donde se toma Spritz con auténtico acento italiano.
La mayor parte de la gente –jóvenes locales, estudiantes becarios de otros países y turistas– bebe en la calle vaso en mano, ya sea de cerveza, sangría, mojito o caipirinha, hasta que a las tres de la madrugada el ‘Bairro” cierra.
En pleno meollo se encuentra Cuba, el lugar favorito de quienes buscan ritmos latinos en la noche lisboeta, donde el español es el idioma predominante, el reguetón es el himno oficial; el local vive repleto de viajeros de todo el mundo.
Otros ritmos
La influencia africana es palpable en casi cada rincón de Lisboa, y un buen ejemplo es la rápida propagación del ritmo kizomba, música de origen angoleño bailada de forma sensual y que hoy es impartida en academias de danza y gimnasios, además de sonar en las emisoras lusas.
El templo por excelencia para quienes buscan este tipo de sonidos es el B. Leza, ya convertido en un clásico de la noche de Lisboa.
A partir de las tres de la madrugada, los bares y pubs cierran sus puertas y la fiesta continúa en diferentes discotecas, repartidas por toda la ciudad.
La reina de la madrugada lisboeta es Lux –uno de sus propietarios es el actor estadounidense John Malko-vich–, también de música electrónica, que invita a DJ de prestigio internacional; cuenta con una terraza sobre el río y la decoración es sorprendente.
Compiten con ella en dimensión y popularidad la espectacular Urban Beach, erigida a orillas del río Tajo, y Main, en el barrio de Santos, con espacios separados en función de la música. En el día, Lisboa luce como lo que es: una de las ciudades más bellas de Europa. Y en las noches, ya se ha dicho, Lisboa no duerme.
Cultura y tecnología
También, fuera de la escena comercial, se levanta el Clube Ferroviario, junto a la estación de trenes de Santa Apolonia, cuya terraza ofrece una de las mejores vistas de la ciudad decorada con piezas sacadas de antiguos convoyes.
Cada vez en mayor número, diseñadores, arquitectos y amantes de la tecnología de todo el mundo se instalan a orillas del río Tajo para llevar a cabo sus proyectos y negocios.
Si usted va...
Documentos. Portugal hace parte del territorio
Schengen y, por tanto, los colombianos no necesitan visa. Sin embargo,
deben llevar los documentos requeridos por las autoridades migratorias
como el tiquete con fecha de regreso, las reservas de hotel y dinero en
efectivo para los gastos. Verifique previamente los requisitos en la
embajada.El Tiempo
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