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jueves, 16 de junio de 2016

Aruba: cautívate por esta isla con playas paradisíacas

Aruba es diferente al resto del Caribe. Es una isla de belleza salvaje, que combina el desierto árido con aguas cristalinas. Aguas que, según la zona donde te encuentres, se forman siete tonalidades de azul. Sin embargo, Aruba es más que eso. Es una mezcla de culturas y lenguas. De belleza y diversión.

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LA ISLA FELIZ

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Al bajar del avión, la primera palabra que escucharás es Bonbini, bienvenido en papiamento (idioma nativo de la isla). Y es que los arubianos son personas muy amables y orgullosas de sus costumbres. No en vano, según información de la ATA (Autoridad de Turismo de Aruba), el 60% de los visitantes regresa a la isla, la respuesta de los que vuelven es sencilla: por su gente. De ahí se desprende el famoso dicho “no hay arubiano malo”. Un dato adicional: los locales hablan nada menos que cuatro idiomas (inglés, español, papiamento y holandés, estas dos últimas, lenguas oficiales).

Al llegar debes saber que Aruba se divide en seis distritos oficiales: Oranjestad (la capital), Paradera, San Nicolás, Noord, Santa Cruz y Savaneta. En los últimos años, se formó Pos Chikito, el séptimo distrito no oficial. En esta tierra los prejuicios y diferencias sociales no existen, pues su gente se relaciona muy bien entre sí. Al recorrer los barrios uno no sabe si está en una zona de ricos o personas de clase media, ya que las viviendas yacen en medio de la vegetación, están pintadas de color pastel y muchas de ellas, conservan símbolos de la corona holandesa. Estar aquí es como estar en un caribe europeo.

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Y no te preocupes, al situarse en el sur del Caribe, a 24 kilómetros al norte de Venezuela, se encuentra alejada de la zona de los huracanes. Sus 181 kilómetros cuadrados de territorio la hacen aun más atractiva, pues se puede recorrer por mar y tierra en pocos días. Además, cuenta con una oferta de actividades muy amplia. Desde recibir un masaje en un spa en medio de las aguas turquesas hasta un recorrido o‑ -road para explorar las profundidades agrestes del Parque Nacional Arikok. Sin dejar de lado las aventuras acuáticas y submarinas que se realizan en las famosas playas de Palm Beach, Hadikurari, Malmok Beach, entre otros lugares.

AL NATURAL

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Al interior de la costa noreste, a lo largo de las playas a barlovento, se encuentra el Parque Nacional Arikok, que cubre casi la quinta parte de la superficie de la isla. Las tres formaciones geológicas de Aruba que soportan la flora y fauna autóctonas se encuentran en esta reserva natural.
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A lo largo de los 34 kilómetros de este terreno salvaje y agreste podrás apreciar a la serpiente cascabel, al santanero (una víbora con ojos de gato), el shoco (búho de madriguera), el prikichi o periquito de Aruba y el kodobo blauw o lagarto cola de látigo. Además, incontables iguanas y aves migratorias que llegan a la reserva. Pero esto no es lo único. En las grandes rocas de granito, los primeros habitantes de la isla –los indígenas caquetio, hace más de 1.000 años– dejaron su huella en las cuevas subterráneas.

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Este escenario natural, de camino de trocha perfectamente señalizado, parece dividirse en dos: a un lado tenemos los famosos árboles divi-divi, así como cactus raros y exóticos, plantas de sábila y coloridas flores tropicales; y al otro lado, listones de playa resplandeciente que forman una piscina natural (Conchi) nos recuerda que esto también es el Caribe. Los aventureros pueden tomar un tour con ABC Tour o De Palm Tours para explorar el Parque Nacional de Arikok en un Jeep Safari o haciendo senderismo, ciclismo o paseos a caballo por los casi 52 kilómetros cuadrados de flora y fauna silvestres. Los precios oscilan entre los 45 y 90 dólares.

BELLEZA SIN IGUAL

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Aruba también es sinónimo de vacaciones de ensueño. No solo por la arena color marfil y el turquesa de sus aguas, sino por las diversas actividades acuáticas que se ofrecen en la costa occidental de la isla. Esta es la que alberga a la mayoría de hoteles y resorts con sistema todo incluido.

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Dentro de las playas más elogiadas por los turistas está Palm Beach, el lugar donde se ubican los hoteles de lujo y los concesionarios de deportes acuáticos sus aguas tranquilas la convierten en el lugar favorito de los amantes del snorkel. Hay una gran variedad de restaurantes, bares y pequeñas tiendas. También está Baby Beach, en Seroe Colorado. Es poco profunda y goza de aguas muy tranquilas, ideal para los más pequeños que pueden alejarse de la orilla y seguir teniendo piso, como si estuvieran en una gran piscina. Otra que merece una mención especial es Mangel Halto, en Pos Chiquito, genial para pasar un día en familia, hacer kayak, con una interesante vida marina originada por los manglares que crecen en esa zona. Desde aquí se pueden distinguir las siete tonalidades de azul del mar arubiano. En tanto, Hadicurari Beach es la preferida por los amantes de windsurf y kitesurf. Aquí se hacen muchos eventos deportivos y competencias.

Además de visitar las playas, también puedes acudir a lugares como De Palm Island, una isla privada que cuesta entre 60 y 120 dólares el día, e incluye el sistema todo incluido en comidas, bebidas y en actividades sencillas como banana boat y snorkel. En este lugar se puede practicar sea trek, una caminata bajo el agua con escafandra. El precio para adultos es de 49 dólares y para niños de 8 a 12 años, 36 dólares. Si lo que quieres es disfrutar de un buceo a poca profundidad, puedes hacer snuba, actividad que se realiza con un equipo de aire comprimido sin necesidad de ser buzo certificado. El precio es de 49 dólares para adultos y de 30 dólares para niños de 8 a 12 años.

SITIOS HISTÓRICOS

Además de las bellezas costeñas, al interior de la isla hay tesoros por descubrir. Entre ellos se encuentra la pequeña Capilla Alto Vista, conocida como la Capilla Peregrino. Se ubica en una de las colinas de la costa norte y fue la primera iglesia católica-romano construida en 1750 y reconstruida en 1953. Para llegar se transita un camino serpenteante con cruces blancas que marcan las estaciones del Vía Crucis.


El Faro de California es otra parada obligada. Tiene más de 27 metros de alto y de un lado mira hacia el terreno desértico y, del otro, hacia la inconfundible Palm Beach. Lleva ese nombre en honor a un barco a vapor inglés que se hundió cerca a la costa. Perderse este espectáculo natural y cultural sería un pecado.

El Comercio

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