Desde Estambul hasta Delhi hay siete horas de vuelo. En el aeropuerto, a las 6 de la mañana, empieza nuestra travesía de la mano de Dilip Singh Rathore, nuestro guía indio que se presenta como Felipe y habla perfecto español. Con él recorreremos el triángulo de oro de India, formado por las ciudades de Delhi, Jaipur y Agra. Fuera del aeropuerto, con un cielo púrpura, un grupo de músicos nos recibe con sonidos típicos y collares de flores amarillas.
Este es el segundo país más poblado del mundo con 1.310 millones de habitantes. Solo en Delhi viven 18 millones de personas. Es un caluroso día de septiembre y el tráfico es lento. Los carros comparten autopista con las vacas, que temerarias se acuestan en medio de la carretera. Son las 8 de la mañana y la ciudad está agitada.
Después de un rato de recorrido por Vieja Delhi, el guía indica que estamos junto a Jama Masjid o la mezquita que refleja el mundo. Fue construida por el emperador mogol Shah Jahan en el siglo XVII, el mismo que construyó el Taj Mahal. Hoy sigue siendo un lugar de oración. Cerca de allí está el Fuerte Rojo de Delhi, un lugar de 49 hectáreas y otra muestra de arquitectura mogol.
Sobre el mediodía, ya en Nueva Delhi, llegamos al Raj Ghat, el memorial de Mahatma Gandhi en donde están sus cenizas. Es uno de los personajes más representativos de la historia reciente del país, gracias a su lucha pacífica para lograr la independencia de India de los británicos. Además de la tumba de mármol, hay una estatua en una plaza concurrida, este día, por estudiantes.
Pasamos luego al templo de la fe Bahai, una construcción metálica que reproduce la imagen de una flor de loto. Los rayos del sol de la tarde pegan sobre las cabezas. Una de las placas resume los principios de esta fe: “Reconoce la unidad de dios y sus profetas” y “enseña que el propósito fundamental de la religión es promover la concordia y la armonía”. Dentro del templo no hay imágenes, no hay estatuas, y personas de todas las religiones son bienvenidas.
Akshardham, también en Nueva Delhi, es un complejo de templos hinduistas que terminó de construirse en el 2005, tras 40 años de planificación y obras. Es el templo de esta religión más grande del mundo y es visitado a diario por 10.000 personas. Un dato interesante es que fue financiado por donantes de todo el mundo. Tiene 20.000 figuras esculpidas de animales, deidades y plantas, y es necesario cubrirse las piernas y los hombros para entrar.
La última visita del día es a Gurudwara Bangla Sahib o el templo de la religión Sij. Fue un palacio durante el siglo XVII y hoy es el espacio más importante en India de esta religión. “La religión tiene cinco reglas”, explica Felipe. “Los practicantes deben llevar barba y nunca cortarse el pelo. Siempre deben llevar una daga y pulsera. Deben tener un peine de madera, así como un turbante y nunca usar pantalón corto”. Andamos descalzos, las mujeres nos cubrimos la cabeza. Los devotos, sentados sobre un tapete rojo que cubre el piso del templo, tienen la cabeza baja.
Con el sonido de dulces campanas en el recuerdo y la sensación de unidad en la diferencia termina el día.
Camino a Jaipur
Cogemos carretera. Atrás queda Delhi y en el camino tenemos el privilegio de dar un vistazo a la vida más allá del turismo. Vamos hacia Jaipur, y Anil, otro de los guías de Mega Travel, explica que el 70 por ciento de la población en su país es hindú y dice que en la religión hay 33 millones de dioses. “Si no te gusta un dios, puedes rezar a otro”, dice.
A través de la ventana se ven los templos en medio de las plantaciones. Las deidades son parte de la familia, dice Anil: “No les tenemos miedo. Comemos con ellos, convivimos todos los días”.
Después de 6 horas llegamos a Jaipur, capital de Rajastán. Pasamos la tarde en la fábrica de textiles Paliwal, que produce las legendarias sedas estampadas que han atravesado por un proceso artesanal; también, tapetes hechos con pelo de camello y hermosos vestidos cosidos a mano.
Al día siguiente visitamos el Fuerte Amber, el Palacio de los Vientos y la Puerta de Jaipur, un lugar que se popularizó gracias a algunos instagrammers. En cada monumento se cuentan historias de reyes, de sus excentricidades y, sobre todo, de la presencia constante de los dioses en sus vidas.
El Taj Mahal
Esta maravilla del mundo está en Agra, la tercera y última parada en India. Es un mausoleo construido por Shah Jahan, el quinto emperador de la dinastía mogol, en el siglo XVII. La leyenda que recita Felipe dice que el emperador fue un día al mercado, conoció a una mujer y quiso convertirla en su quinta esposa. Después de tramas e intrigas, se casó con ella y en 1630, luego del nacimiento de uno de sus hijos, ella murió. Por eso, él decidió crear un monumento para ella, en donde reposan sus restos. Y durante 22 años, 20.000 personas trabajaron en su construcción.
El río Yamuna pasa junto al Taj Mahal. Es afluente del Ganges y tiene 1.000 km de largo. Las tumbas originales del emperador y su emperatriz están bajo las réplicas que se muestran al público. Como la religión musulmana no permite poner letreros sobre las tumbas, hicieron réplicas. Las originales están un nivel abajo y son lisas.
Nos despedimos de Agra a las 5 de la mañana. No sé si las tiendas estuvieron abiertas toda la noche o si recién abrieron. Lo que sí es evidente es que la actividad no para, hay almas que se toman el reposo como un lujo y hoy, en esta madrugada, ya deambulan.
El río Yamuna se mueve junto a la carretera. En medio de los trigales se levantan templos coloridos, con cúpulas alargadas, dedicados a los dioses de la tierra. No amanece y la vida ya se mueve entre los campos. ¿Se nutrirán con agua del Yamuna? Hay chozas que guardan la paja para los animales. El tiempo pasa tranquilo mientras los búfalos, las vacas, los toros aran la tierra y la preparan para una cosecha futura.
Natalia Noguera
VIAJAR
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