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martes, 4 de octubre de 2016

Belice, joya de Centroamérica

Bosques vírgenes, santuarios de flora y fauna, barreras coralinas, islas privadas, pirámides mayas y aventuras extremas. Un mundo de posibilidades que les ofrece este pequeño país a viajeros en busca de lugares exóticos e inexplorados.   
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Visto desde el aire, el gran agujero azul de Belice parece tan profundo como infinito. Un círculo casi perfecto de 305 metros de diámetro rodeado por una barrera de coral que le da a la imagen un tono turquesa surreal, como si se tratara de una pintura al óleo.

Hacia abajo, las aguas se aventuran a 125 metros de profundidad a través de lo que hace millones de años fue un sistema de cuevas secas y pasajes recónditos. Una maravilla natural que incluso puede ser vista desde el espacio y que hoy se constituye como uno de los destinos turísticos imperdibles para los amantes del buceo y el esnórquel.

Al descender, los paisajes subacuáticos dan cuenta de un mundo casi mítico dominado por formaciones de estalactitas y estalagmitas —visibles a 30 metros de profundidad— que adornan las aguas cristalinas. Sin duda, la magia de las cuevas forma parte de Belice y no sólo el “Blue Hole” es prueba de ello.



A unos cuantos kilómetros de allí, en el río Chiquibul, se encuentra el sistema de cuevas más extenso de Centroamérica, compuesto por cuatro cavernas que se distribuyen a lo largo de la cuenca del afluente y en cuyos confines perduran los vestigios de la que fuera una de las más grandes civilizaciones del continente: la maya.

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Explorarlas abre la posibilidad de descubrir rincones furtivos, de construcciones arqueológicas legendarias cargadas de simbología y características de una cultura tan vigente que constituye actualmente el 10 % de la población del país. Y el legado arquitectónico es una de las principales atracciones para los visitantes.

Belice cuenta con cerca de 1.400 sitios culturales registrados y otros tantos ocultos en zonas selváticas aún sin explorar. Los templos religiosos y las pirámides son predominantes y un destino imperdible es sin duda Caracol, el centro maya más grande de Belice, ubicado en la Reserva Forestal Mountain Pine Ridge.

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Se trata de una ciudad de por lo menos 142 kilómetros cuadrados, que según los historiadores llegó a albergar a 15.000 personas, y de cuya grandeza quedan actualmente como prueba decenas de estructuras que han sobrevivido a los estragos de los años y rigores de la selva. La majestuosa pirámide de más de 43 metros que aún se alza en medio de la vegetación y se impone como la estructura arqueológica más alta, es ejemplo de ello.

Pero las ruinas mayas, las cuevas y el agujero azul son sólo una parte del para nada despreciable repertorio de riquezas que tiene este pequeño país centroamericano. Un paraíso disponible para la aventura. Actividades como la espeleología, el esnórkel, el kayak, el senderismo, el surf de remo, el paravela, el rápel en cascadas y hasta el canopy para atravesar la densa selva, son algunas de las opciones para los viajeros que buscan adrenalina y contacto con la naturaleza.

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Y si el objetivo es encontrar un espacio de tranquilidad y relajación, los escenarios también abundan. Decenas de islas privadas, cayos y playas poco habitadas ideales para el descanso, se encuentran a pocos minutos en lancha, con la posibilidad de avistar delfines a lo largo del recorrido.


Las opciones están sobre la mesa. Diversidad cultural y gastronómica, playas únicas y deportes extremos a pocas horas de distancia hacen de Belice un paquete completo. Si en la variedad está el placer, aquí el goce estará más que garantizado.  

El Espectador      

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