Playa del hotel Royalton, en Cayo Santa María. |
La alegría de la gente abre la puerta de
entrada a Cuba. Al llegar al Aeropuerto José Martí, en La Habana, y
mientras esperamos las maletas, un equipo de béisbol cubano que viaja
con nosotros desde Colombia, con sus palmas da forma a ese ta-ta-ta,
ta-ta, que evoca a la salsa y el son. Nos esperan los guías de Ricanaa, encargados de este viaje, que promete aventura y diversión.
Playa y sabor en Varadero
Tomamos la autopista Vía Blanca, que
conecta a La Habana con Varadero, nuestro primer destino. Es una
carretera recta que se mueve entre dos colores: el verde de su planicie y
el azul del mar Caribe que se funde con el cielo.
Pasamos por Santa Cruz del Norte y
nuestro acompañante nos muestra con orgullo la fábrica donde se produce
su bebida emblemática: el Ron Havana Club, la base de los mejores
cocteles de la isla, entre ellos el Cuba libre, el daiquiri, la piña
colada, el ‘ron’ Collins (sí, ron) y los incomparables mojitos.
Piscina del Hotel Memories de Varadero.
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Hicimos una parada en el Mirador Puente
de Bacunayagua, el más alto de Cuba –110 metros– en el municipio de
Matanzas, con una vista increíble de aves que vuelan muy bajo, un árbol
rojo que parece fuego en medio de ese verde profundo en el que sobresale
una que otra palma. Cuadro perfecto para disfrutar la mejor piña colada
que se toma en la isla, según la promesa que allí hacen.
Luego de dos horas de recorrido llegamos
a Varadero, al Hotel Royal Hicacos, donde nos reciben con un coctel. Es
un cinco estrellas solo para parejas.
Varadero está en la península de
Hicacos, en el municipio de Cárdenas, y es el punto más cercano a
Estados Unidos. Dispone al menos de 59 hoteles, de los cuales el primero
abrió en 1926 por la necesidad de hospedar a los turistas
estadounidenses que venían en regatas.
Aquí no solo se tiene sol y playa,
también un campo de golf considerado de los mejores del Caribe; además
se puede nadar con delfines o bucear en las aguas claras del mar.
Si desea explorar las profundidades del
Caribe, con su universo de peces y corales, encontrará barcos sumergidos
a propósito, ideales para tener una buena jornada de buceo. Otro buen
plan es el Beach Tour, un bus de dos pisos con el techo descubierto que
recorre la península desde las nueve de la mañana.
En la noche, el ambiente invita a la
diversión: puede ser en la playa, bajo las estrellas, con los pies
descalzos para sentir la serenidad de la isla o dejarse conquistar por
los ritmos cubanos en uno de sus mundialmente famosos espectáculos.
El más reconocido y concurrido es
Buenavista Social Club, que se presenta los miércoles y viernes en el
centro de convenciones Plaza de las Américas, donde el espectáculo de
baile, luces, color y sonido es alucinante.
Relax y salsa en Cayo Santa María
No se pierda los espectáculos de música cubana.
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Luego de dos días en Varadero, nos
dirigimos a Cayo Santa María (cuatro horas y media de recorrido), que
hace parte de un grupo de pequeñas islas que fueron unidas a tierra
firme por medio de un ‘pedraplén’, una carretera sobre el mar construida
a base de rocas.
Tiene una longitud de 48 kilómetros con
46 pequeños puentes que permiten la corriente normal del agua. Esta obra
mereció el premio Internacional Puente de Alcántara a la mejor obra
civil iberoamericana.
Este paraíso terrenal está
formado por nueve hoteles y un pueblo llamado La Estrella, réplica de
Remedios, un municipio de Cuba. Es un lugar con casas de colores y una
pequeña plaza en el centro del poblado.
llí hay nueve restaurantes de diferentes
especialidades, tres bares, una discoteca con capacidad para 200
personas, peluquería, bolera, áreas infantiles y la Casa del Habano.
Lo particular es que nadie vive en el
pueblo; es un sitio diseñado para el turista. Nos quedamos en el Hotel
Playa Cayo Santa María, de cinco estrellas. Luego de disfrutar una tarde
de sol y playa, estamos listos para una noche de rumba cubana en el
Cigar Bar, ideal para quienes gustan de los habanos cubanos. Todas las
noches hay espectáculos de música y baile, y los miércoles se puede
disfrutar la Tarde Cubana.
Por La Habana
Nuestro último destino: La Habana. De
entrada comprobamos lo que se ha escrito miles de veces: esa sensación
de que la capital de Cuba está detenida en el tiempo, decorada con
vehículos antiguos que parecen museos rodantes.
Los carros clásicos, en La Habana, cautivan a los visitantes.
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Para disfrutarla hay que
perderse dentro de la zona colonial, vieja y nostálgica, con
construcciones del siglo XVI, museos, cabarés y clubes nocturnos
enmarcados por el malecón.
Nos hospedamos en el establecimiento más
prestigioso de la isla: el Hotel Nacional, fundado en 1930, con una
arquitectura imponente, clásica, que sobresale en su entorno. Dormí en
una habitación con mucha historia, en donde el nadador y actor de cine
estadounidense Johnny Weissmuller –célebre por su papel de Tarzán– se
alojó en las décadas de los 30 y los 50.
Luego, en busca de almuerzo, nos
encontramos con los famosos ‘paladares’. Son restaurantes dentro de las
casas de familia donde ofrecen comida cubana. En la noche la visita fue a
una antigua fortaleza llamada El Morro, para presenciar el cañonazo que
cada noche revienta cuando el reloj marca las 9:00.
Es un espectáculo que rememora el siglo
XVIII, cuando desde esa misma fortaleza se disparaba un cañonazo para
avisar que iban a cerrar las puertas de la muralla.
Hotel Royalton, en Cayo Santa María.
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Un paseo por La Habana vieja no puede
faltar, pues es allí donde se albergan sus tesoros: el Capitolio, la
Plaza de Armas, El Malecón, Floridita, La Bodeguita del Medio y el
renombrado cabaret Tropicana. Siempre escoltados por los boleros
melancólicos que entonan los tríos cubanos en busca de una moneda.
Imperdible almorzar en La Cecilia, en el
municipio Playa. Nos recibe un grupo de son cubano que toca un clásico
órgano de viento. La comida es exquisita, al igual que su servicio. De
entrada, tostones: trozos de plátano verde fritos y rellenos. El plato
principal con arroz congrí (arroz con frijoles negros), lechón, pollo y
carne asados, acompañados de ensalada de verduras.
Finalmente, para cerrar este buen viaje,
en el cabaret Parisien, dentro del Hotel Nacional, el espectáculo
‘Cubano, Cubano’ enseña a través de baile y la música la fusión de las
culturas indoamericanas, hispanas y africanas que dieron origen a la
cultura de la isla.
Si usted va
- Para viajar a Cuba, los colombianos
solo deben tener el pasaporte vigente. Para ingresar hay que comprar una
tarjeta de turismo que cuesta 18 dólares. Se puede adquirir en la
embajada de Cuba en Colombia o en el aeropuerto. Para salir de la isla
hay que pagar un impuesto de 32 dólares o 25 CUC (moneda local).
- Cuba exige un seguro de viaje o plan
de asistencia médica internacional, que debe adquirir antes de viajar.
Puede llevar dólares o euros para cambiar por pesos cubanos (CUC). Un
plan con Ricana Tours de tres noches en La Habana y cuatro noches en
Varadero, con tiquete aéreo, traslados, alojamiento, alimentación, en
acomodación triple, cuesta desde 699 dólares.
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