Cuando se llega a Cayo Bolívar, en la isla de San Andrés, da la impresión de haber entrado al paraíso: el mar es absolutamente cristalino y limpio y sus colores se mueven entre todos los tonos del azul y el verde. Este es el famoso mar de los siete colores.
Y la arena es muy blanca, tibia, diminuta y
suave. No hay nada aquí, nadie puede vivir aquí, por tratarse de un área
protegida. No hay hoteles ni tiendas, ni vendedores. No hay música.
Solo se escuchan los pájaros, las olas del mar que revientan suavemente y
las ramas de las palmeras que ondean con el viento.
“No pensé nunca poder estar en una isla desierta como esta. Todo es hermoso, estoy muy feliz aquí”, dice conmovida la brasileña Tahis Gama.
Cayo Bolívar es, sin duda, uno de los secretos
mejor guardados del Caribe colombiano. Es un atolón de apenas 6,4
kilómetros de longitud y 3,5 de ancho, ubicado a 25 kilómetros de San
Andrés. Es el lugar ideal para descansar y conectarse con la naturaleza,
y para escaparse de las multitudes de turistas que a diario se ven en
su vecina San Andrés. Su playa, ancha y larga, es considerada una de las
más bellas de Colombia. Nunca se ven más de 20 turistas. “Es como la
isla personal con la que todos soñamos”, añade Gama.
La mejor forma de llegar es a bordo de los
catamaranes Splendor y/o Sensation, de la firma Conocemos Navegando. Son
embarcaciones dotadas de tecnología de punta, confortables y, sobre
todo, muy seguras.
Son las 8:30 de la mañana.Vamos en el
Splendor, un catamarán modelo 2014 construido en Saint Croix –en las
islas vírgenes de Estados Unidos–, y que tiene capacidad para
transportar 71 pasajeros. Tiene aire acondicionado y televisión. En 50
minutos, saliendo desde la Marina Toninos de San Andrés, arribamos a
este paraíso.
Tocamos tierra y la invitación de la tripulación del Splendor es sencilla: descansar y dejarse atender.
Unos viajeros no aguantan la tentación y se lanzan al mar, tan claro que se alcanzan a ver los peces, de diferentes colores, formas y tamaños. Otros prefieren tomar el sol en la playa, dormir o leer un libro. Unos más se van a expedicionar por los manglares y el bosque tropical seco, habitado, principalmente, por unas simpáticas lagartijas azules que se mueven sin temor por entre los pies de los turistas.
Unos viajeros no aguantan la tentación y se lanzan al mar, tan claro que se alcanzan a ver los peces, de diferentes colores, formas y tamaños. Otros prefieren tomar el sol en la playa, dormir o leer un libro. Unos más se van a expedicionar por los manglares y el bosque tropical seco, habitado, principalmente, por unas simpáticas lagartijas azules que se mueven sin temor por entre los pies de los turistas.
omo los tripulantes son nativos, varios de
ellos se encargan de pescar. Esta vez, en sus redes, cayeron róbalos.
Llevan a bordo una cocina improvisada en la que fritan el pescado y los
patacones, y donde preparan, con leña, el arroz con coco. Todo un
manjar. Nunca faltan el agua, los refrescos ni los snacks. Un dato: no
es permitido consumir alcohol.
Las aguas de Cayo Bolívar limitan con
Nicaragua. Y realmente son dos cayos en uno: East Cay y West Cay; en
este último hay un faro y un puesto de la Armada Nacional. El islote
tiene la forma de un riñón. “Los invitamos a visitar este lugar tan
hermoso, a disfrutarlo, pero con respeto. Hay que conservarlo como está:
virgen”, dice Ronald Taylor, el capitán del catamarán. “Y hay que
llevarse la basura”, advierte.
Son las 3:30 de la tarde, hora de regresar. El
mar se empieza a poner bravo. Los viajeros se van con nostalgia, pero
con la felicidad de haber disfrutado de un paraíso solitario.
Si usted va...
El catamarán sale solo los sábados. Cada
trayecto dura 50 minutos Sale a las 8:30 a. m. desde la Marina Toninos
de San Andrés. El regreso es a las 3:30 p. m.
El valor de la excursión es de $ 180.000 por persona. Incluye el desplazamiento, almuerzo y refrescos.
Se recomienda no ingerir alcohol la noche anterior. Si se marea fácilmente, tome pastillas media hora antes. En el catamarán también las suministran.
El Tiempo
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