Este destino del Huila enamora de día y de noche. Lugar para los amantes de la vida al aire libre.
La luz que ilumina el desierto de la Tatacoa la proveen estrellas fugaces, constelaciones, cúmulos estelares, nebulosas, planetas y otros elementos y fenómenos astronómicos. Y todo, en medio de un desierto tostado del que brotan impresionantes formaciones de arena que parecen esculturas.
El cielo de este destino mágico del
departamento del Huila, de más de 56.000 hectáreas, es el más despejado
de Colombia. A simple vista se puede observar el centro de la galaxia en
la cual se encuentra nuestro planeta: la Vía Láctea.
La Tatacoa, a donde se llega tras un recorrido
por tierra de 45 minutos desde Neiva, cuenta con un observatorio
astronómico dirigido por el astrónomo Javier Fernando Rúa. Él, todos los
días, imparte charlas sobre lo que se dibuja en el firmamento.
Viajeros, principalmente extranjeros, lo siguen concentrados y
fascinados.
El firmamento se revela a la vista de todos y
en más detalle con la ayuda de los telescopios dispuestos para ellos. La
charla y la observación tienen un costo de diez mil pesos por persona.
Cuando los generadores de energía son apagados, antes de caer la tarde, y
la profunda noche empieza a oscurecer el desierto, dos puntos luminosos
dominan el firmamento con su brillo: nada más ni nada menos que los
planetas Venus y Júpiter.
A simple vista parecen estar muy cerca. ‘‘Esta
proximidad es conocida como conjunción planetaria; no sucede con mucha
frecuencia”, explica el astrónomo y director de la Sociedad Antioqueña
de Astronomía (SAA), Ramiro Monsalve, quien suele viajar a la Tatacoa
con otros amantes del cosmos.
Cientos de fanáticos de la contemplación
astronómica, de todo el mundo, llegan hasta este destino colombiano,
arman su carpa, montan su telescopio, alistan sus cámaras y se disponen a disfrutar un cielo despejado, puro, sin contaminación, luminoso y lleno de vida.
La afluencia de astroturistas motivó a los
residentes del desierto a convertir sus rancherías en alojamientos,
donde también se provee alimentación típica de la región y servicios
sanitarios. Y a precios muy económicos: una noche cuesta desde 25.000
pesos.
Los más aventureros pueden acampar por un precio mucho menor en las zonas aledañas a las rancherías.
Las bellezas del día
El desierto de la Tatacoa cautiva de día y de noche.
El diverso colorido de sus valles se mezcla
con la escasa vegetación dominada por cactus de todos los tamaños,
algunos de los cuales superan los tres metros de altura.
Uno de los lugares más visitados y más
fotografiados es el Cuzco. Allí, una serie de montículos de arena va
cambiando de color en tonalidades naranjas y rojas, dependiendo de la hora del día y del sol. Caminar por allí es una grata experiencia.
Más adelante se encuentra el Valle de los
Fósiles, donde la tierra toma un color ocre. Se llama así porque algunas
de las formaciones parecen animales fosilizados.
Luego se encuentra el sector conocido como Los
Hoyos, donde se impone una piscina de agua natural que brota de las
entrañas del desierto. Los 42 grados centígrados de temperatura de la
Tatacoa –que pueden llegar a 45– son razón más que suficiente para
sumergirse es sus refrescantes aguas.
Un destino único, privilegiado, donde
el universo cobra diversas formas de vida en la tierra y en el
firmamento. Un lugar que todo colombiano debería conocer.
Texto y fotos: GUILLERMO OSSA
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