A 2 horas en avión de Santiago de Chile está la región de Atacama.
La población de San Pedro de Atacama, en el
norte de Chile, se ha vuelto el corazón de un tipo de turismo muy
particular y cada vez más demandado: el turismo de desierto. Y en este
caso, el atractivo principal es que hablamos del desierto más árido del
mundo, el de Atacama. Un lugar en el que varias zonas no han recibido
una sola gota de lluvia en 400 años.
Para llegar allí lo mejor es ir en avión desde
Santiago hasta Calama: dos horas de vuelo. Y luego, una hora de
trayecto por carretera.
San Pedro es una localidad de cerca de 6.000
habitantes que originalmente se desarrolló en torno a la actividad
minera, pero que hoy está cada vez más enfocada a la atención de los
viajeros, que llegan principalmente desde Estados Unidos y Europa. Allí
puede llover apenas 10 minutos en todo un año.
Una de las mayores virtudes de la región es
que tiene un clima que permite visitarla en cualquier época. En
invierno, por ejemplo, cuando la capital del país austral puede alcanzar
temperaturas bajo cero, el desierto de Atacama tiene 22 grados durante
el día y unos 4 grados en las noches. En verano (diciembre a marzo), los
días pueden sobrepasar los 30 grados, pero las noches son frescas.
Aparte de sus extraordinarios paisajes, la
región es famosa por tener ‘los cielos más limpios del mundo’, debido al
bajo nivel de contaminación que allí existe. No en vano, en el llano de
Chajnantor, y a más de 5.000 metros de altura, está instalado el
proyecto astronómico internacional Alma (Atacama Large
Millimeter/Submillimeter Array): el más ambicioso de su tipo en el
planeta. Y por eso este lugar es un auténtico paraíso para los amantes
de la observación de estrellas.
En San Pedro hay alojamientos para todos los
gustos: desde modestas cabañas, hostales y zonas de camping, hasta
hoteles de lujo como el Alto Atacama.
Lo que sigue es una lista de planes que
requieren ropa cómoda (abrigada en las noches), un buen protector solar y
plena disposición para disfrutar de paisajes exóticos y atardeceres de
ensueño.
Un buen lugar para empezar es el propio San
Pedro, con su iglesia principal del siglo XVIII, sus museos
arqueológicos y sus tiendas de artesanías, que, en su mayoría, reflejan
la cultura atacameña. Igualmente, hay varios restaurantes con comida
típica chilena –e internacional–, y vinos de todos los rangos de precio.
Y va un dato: explore los vinos del también norteño valle del río
Limarí.
A unos 12 kilómetros (15 minutos en carro), es
posible visitar el valle de la Luna, llamado así por tener paisajes
como de otro planeta y por una capa blanca que cubre parte de sus suelos
y que evoca al único satélite de la Tierra.
En algunos tramos de este lugar, que hace
parte de la reserva nacional Los Flamencos y de la cordillera de la Sal,
pueden divisarse siete volcanes activos. Y un mirador natural, junto a
un acantilado, es uno de los puntos preferidos para observar los
atardeceres que tiñen el cielo de rojo intenso. A lo largo del valle,
también es común ver turistas paseando en bicicleta, a caballo o a pie.
Recorrer los salares
Otro plan obligado es ir a los salares. Muy
cerca de San Pedro está el de Atacama: el mayor depósito salino de
Chile. Allí debe visitar la laguna Cejar: un espejo de agua turquesa en
medio del salar y donde la cantidad de sal en el agua lo hará flotar
como una pluma. Vaya también a los Ojos del Salar: dos pozos de agua
dulce de curiosas características.
Siguiendo con los salares, vale la pena hacer
el recorrido de unas dos horas y media hasta el de Tara, que ofrece un
maravilloso espectáculo de flamencos que se pasean por la laguna, que
está a 4.300 metros sobre el nivel del mar.
Además, durante buena parte del trayecto se disfruta del majestuoso volcán Licancabur.
Este viaje le permitirá estar muy cerca del
Paso de Jama, frontera con Argentina, una zona donde, si hay suerte,
pueden verse nutridos grupos de vicuñas y llamas.
Otro atractivo imperdible, a solo 20 minutos
de San Pedro de Atacama, es el contacto con las familias indígenas de la
región, como la comunidad atacameña de Coyo, que comparten algunas de
sus costumbres con los visitantes y parte de la sabiduría ancestral que
les han permitido sobrevivir en un lugar de condiciones tan extremas.
Aguas termales como las de Puritama; lagunas
altiplánicas como las de Miscanti y Miñiques y el campo de géiseres de
El Tatio (el tercero más grande del mundo, detrás del famoso
Yellowstone, en Estados Unidos, y del de la península de Kamchatka, en
Rusia) completan la oferta de ‘imperdibles’ que tiene esta región, en la
que es aconsejable una estancia de 3 a 4 días. Un lugar para descansar,
reencontrarse con uno mismo y con la naturaleza.
Para intrépidos y relajados
Para los aventureros, en el desierto de
Atacama también hay opción de hacer recorridos en cuatrimotos por dunas y
ríos en inmediaciones del valle de la Luna y el valle de la Muerte,
este último con formaciones rocosas impresionantes que parecen
monumentos. Para los que buscan relajarse, un plan ideal es pasar el día
en las termas de Puritama o apuntarse a alguno de los tures de tipo
astronómico, donde especialistas en el tema lo guiarán por algunos de
los secretos y misterios del espacio exterior.
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