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lunes, 24 de octubre de 2016

San Pedro de Atacama, un desierto lleno de vida

Este destino chileno sorprende con termales y paisajes que parecen de otro planeta.


Parece un juego de palabras, pero es la verdad. Lejano de la idea de un peladero yermo donde sopla el viento y no hay ninguna alma, la geografía del desierto de San Pedro de Atacama (Chile) tiene varios compañeros de vida: la majestuosa cordillera de los Andes con volcanes que sobrepasan los 5.000 metros de altura, enormes salares con decenas de especies de aves y antenas de radiotelescopios que escudriñan antiguos secretos del universo. También, valles que asemejan a la Luna.

El desierto de Atacama, el más árido del planeta y con una carencia de humedad que reseca la piel más curtida, está lleno de posibilidades.

Su epicentro es el poblado de San Pedro de Atacama, uno de los sitios más famosos del Chile turístico. Llegar acá no es tan difícil como se podría creer. Inmerso en la parte más oriental de la región de Antofagasta, dista a solo una hora de carretera desde Calama –ciudad sede de la mina de cobre a cielo abierto más grande del mundo– y su moderno aeropuerto al que llegan, tras 90 minutos, los vuelos desde Santiago. 
San Pedro es pura tierra. Las calles, su bella iglesia, las paredes de las casas, restaurantes, los alrededores: todo es tierra. Ocre y eterno, este elemento se vuelve tan permanente como los inmensos cielos azules que cubren el territorio matizado por algunas nubes gigantes que se pintan de rosa intenso en los atardeceres.

San ‘Peter’ o San ‘Perro’, como también es conocido por la gran cantidad de canes callejeros que capean durmiendo el calor desértico, es un oasis ancestral regentado por el pueblo originario likanantai y cuyos descendientes son los guardianes de la mayoría de los grandes atractivos del itinerario viajero.

Unos 30 años han bastado para cambiar la faz de San Pedro y transformarla en un punto de rotación internacional. Los desiertos son escasos y este, el más árido del orbe, puede ser visitado de manera amable a pesar de sus extremas temperaturas –más de 30 °C en el día y descensos bajo cero en las noches–.



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Artesanías para llevar de recuerdo del viaje a San Pedro de Atacama.

Claro, están los géiseres del Tatio con sus atractivas fumarolas; el valle de la Luna y sus maravillosos paisajes casi selenitas; la laguna Cejar ultrasalobre y donde flota hasta el más pesado o el museo del padre Le Paige con sus momias milenarias. Todos estos panoramas copan cualquier agenda y son parte de la oferta más tradicional de San Pedro. Pero hay opciones vibrantemente distintas.


Volando en globo

Amanece y al 'lobby' del hotel Tierra Atacama llega Barry Birch, un exactor norirlandés de ojos azules con más de 20 años de vida aérea. Su misión: llevarnos en un globo aerostático sobre el valle de San Pedro. Una actividad inaugurada este año.

Así lo cuenta Barry mientras infla con potentes ventiladores un enorme globo escarlata que nos terminará alzando a más de 700 metros de altura. La vista es como estar montado en un satélite o tener un Google Earth en 3D.


La sensación de levedad es gloriosa mientras se divisa el oasis de San Pedro en plenitud, el volcán Licancabur y sus 5.600 m. s. n. m., el valle de la Luna y la laguna Cejar con precisión. Y los quemadores de propano siguen lanzando llamaradas ardientes para mantener el globo en su milagrosa posición.

Durante más de una hora viajamos al capricho del viento y sin certeza de dónde aterrizará la canasta de ocho pasajeros, ya que no hay forma exacta de dirigir al vehículo. Es mágico y pavoroso en partes iguales. Eso hace más emocionante una travesía que termina siendo completamente segura y cuyo colofón son tempraneros y merecidos brindis de champaña una vez se alcanza de nuevo el suelo.



Caminatas y termas

Hay decenas de opciones de caminatas, pero una de las más escénicas va por la quebrada de Guatín. Se trata de un 'trekking' suave, pero en constante ascenso, enmarcado en un pequeño valle con mucha vegetación que brota gracias al río Puritama. Fabián, el preparadísimo guía de la excursión, nos pide tocar el caudal y, oh sorpresa, sus aguas son tibias. La ruta tiene como destino final a las termas de Puritama, que cuenta con piscinas naturales a más de 30 °C y cuyo río baja entre enormes rocas pulidas desde tiempos pretéritos.


Los pequeños ríos del desierto llenan de vegetación las quebradas.

Las grandes piedras, que asemejan caras de antiguos dioses, están coronadas por atractivos cactus. Son los cardones ('Trichocereus atacamensis') que llegan hasta los siete metros de altura y cuyo crecimiento es un verdadero prodigio que va de uno a dos centímetros por año. No hay que ser matemático para entender que se está ante verdaderos abuelos vegetales.

Al llegar a las termas el viento frío arrecia. Los turistas brasileños no se quieren sacar la ropa por ningún motivo ni experimentar alguna de las siete pozas calientes en que otra gente chapotea despreocupada. Hay que hacerlo, la oportunidad es única y la sensación de entumecimiento pasa rápido. El dato es la poza número dos, la cual tiene, tras una pequeña cascada, una cueva en la que se puede ver, sentado y oculto de miradas, la cortina de agua que cae sin parar.

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Sobre los salares vuelan decenas de especies de aves.
Flamencos al atardecer

El salar de Atacama es un clásico y si no se conoce, es un deber. Perteneciente a la reserva nacional Los Flamencos, distante a un par de horas de San Pedro, es como entrar en otro planeta. La mejor hora es a la puesta de Sol, cuando la cobertura blanquecina y salobre que comprende el salar comienza a cambiar de tonos. En realidad, todo el paisaje varía a la hora del crepúsculo: el macizo andino se torna rosáceo y la laguna Chaxa, principal espejo de agua de esta zona, se convierte en la pista de aterrizaje de los flamencos, esas gráciles aves anaranjadas que cruzan los aires sobre las cabezas de los visitantes. Emociona.

El astro rey marca la despedida de este espectacular lugar.

La noche se avecina y las actividades pueden continuar en alguno de los observatorios astronómicos turísticos que visualizan en el límpido cielo del norte chileno. Está lleno de estrellas, lleno. Es cierto, el desierto nunca estuvo vacío.


El Tiempo

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jueves, 11 de febrero de 2016

De paisajes lunares y estrellas, en el desierto más árido del mundo

A 2 horas en avión de Santiago de Chile está la región de Atacama.

El desierto invita a la contemplación y tiene una magia muy poderosa sobre quienes vienen de geografías más 'verdes', como la nuestra.

La población de San Pedro de Atacama, en el norte de Chile, se ha vuelto el corazón de un tipo de turismo muy particular y cada vez más demandado: el turismo de desierto. Y en este caso, el atractivo principal es que hablamos del desierto más árido del mundo, el de Atacama. Un lugar en el que varias zonas no han recibido una sola gota de lluvia en 400 años.

Para llegar allí lo mejor es ir en avión desde Santiago hasta Calama: dos horas de vuelo. Y luego, una hora de trayecto por carretera.



San Pedro es una localidad de cerca de 6.000 habitantes que originalmente se desarrolló en torno a la actividad minera, pero que hoy está cada vez más enfocada a la atención de los viajeros, que llegan principalmente desde Estados Unidos y Europa. Allí puede llover apenas 10 minutos en todo un año.

Una de las mayores virtudes de la región es que tiene un clima que permite visitarla en cualquier época. En invierno, por ejemplo, cuando la capital del país austral puede alcanzar temperaturas bajo cero, el desierto de Atacama tiene 22 grados durante el día y unos 4 grados en las noches. En verano (diciembre a marzo), los días pueden sobrepasar los 30 grados, pero las noches son frescas.

Aparte de sus extraordinarios paisajes, la región es famosa por tener ‘los cielos más limpios del mundo’, debido al bajo nivel de contaminación que allí existe. No en vano, en el llano de Chajnantor, y a más de 5.000 metros de altura, está instalado el proyecto astronómico internacional Alma (Atacama Large Millimeter/Submillimeter Array): el más ambicioso de su tipo en el planeta. Y por eso este lugar es un auténtico paraíso para los amantes de la observación de estrellas.

En San Pedro hay alojamientos para todos los gustos: desde modestas cabañas, hostales y zonas de camping, hasta hoteles de lujo como el Alto Atacama.

Lo que sigue es una lista de planes que requieren ropa cómoda (abrigada en las noches), un buen protector solar y plena disposición para disfrutar de paisajes exóticos y atardeceres de ensueño.


Un buen lugar para empezar es el propio San Pedro, con su iglesia principal del siglo XVIII, sus museos arqueológicos y sus tiendas de artesanías, que, en su mayoría, reflejan la cultura atacameña. Igualmente, hay varios restaurantes con comida típica chilena –e internacional–, y vinos de todos los rangos de precio. Y va un dato: explore los vinos del también norteño valle del río Limarí.

A unos 12 kilómetros (15 minutos en carro), es posible visitar el valle de la Luna, llamado así por tener paisajes como de otro planeta y por una capa blanca que cubre parte de sus suelos y que evoca al único satélite de la Tierra.

En algunos tramos de este lugar, que hace parte de la reserva nacional Los Flamencos y de la cordillera de la Sal, pueden divisarse siete volcanes activos. Y un mirador natural, junto a un acantilado, es uno de los puntos preferidos para observar los atardeceres que tiñen el cielo de rojo intenso. A lo largo del valle, también es común ver turistas paseando en bicicleta, a caballo o a pie.

Recorrer los salares

Otro plan obligado es ir a los salares. Muy cerca de San Pedro está el de Atacama: el mayor depósito salino de Chile. Allí debe visitar la laguna Cejar: un espejo de agua turquesa en medio del salar y donde la cantidad de sal en el agua lo hará flotar como una pluma. Vaya también a los Ojos del Salar: dos pozos de agua dulce de curiosas características.

Siguiendo con los salares, vale la pena hacer el recorrido de unas dos horas y media hasta el de Tara, que ofrece un maravilloso espectáculo de flamencos que se pasean por la laguna, que está a 4.300 metros sobre el nivel del mar.

Además, durante buena parte del trayecto se disfruta del majestuoso volcán Licancabur.
Este viaje le permitirá estar muy cerca del Paso de Jama, frontera con Argentina, una zona donde, si hay suerte, pueden verse nutridos grupos de vicuñas y llamas.

Otro atractivo imperdible, a solo 20 minutos de San Pedro de Atacama, es el contacto con las familias indígenas de la región, como la comunidad atacameña de Coyo, que comparten algunas de sus costumbres con los visitantes y parte de la sabiduría ancestral que les han permitido sobrevivir en un lugar de condiciones tan extremas.

Aguas termales como las de Puritama; lagunas altiplánicas como las de Miscanti y Miñiques y el campo de géiseres de El Tatio (el tercero más grande del mundo, detrás del famoso Yellowstone, en Estados Unidos, y del de la península de Kamchatka, en Rusia) completan la oferta de ‘imperdibles’ que tiene esta región, en la que es aconsejable una estancia de 3 a 4 días. Un lugar para descansar, reencontrarse con uno mismo y con la naturaleza.

Para intrépidos y relajados

Para los aventureros, en el desierto de Atacama también hay opción de hacer recorridos en cuatrimotos por dunas y ríos en inmediaciones del valle de la Luna y el valle de la Muerte, este último con formaciones rocosas impresionantes que parecen monumentos. Para los que buscan relajarse, un plan ideal es pasar el día en las termas de Puritama o apuntarse a alguno de los tures de tipo astronómico, donde especialistas en el tema lo guiarán por algunos de los secretos y misterios del espacio exterior.

El Tiempo

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