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miércoles, 10 de febrero de 2016

Mompox, magia en el Magdalena

El municipio enamora con sus paisajes y leyendas. La arquitectura, joyería y tradición se destacan.

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“Por Mompox no se pasa, a Mompox se llega”, se dice en esta población de Bolívar de 44.000 habitantes.

Y llegué, claro que llegué, a esta bella localidad con aire español y sabor caribeño de la mano del Fondo Nacional de Turismo (Fontur) en un recorrido por la Red Turística de los 17 Pueblos Patrimonio de Colombia.

Es jueves, acaba de salir el sol y paseo por el bello balcón sobre el río que es la calle de la Albarrada; solo unos pocos vecinos en bicicleta se cruzan en mi camino, hace fresquito y el único sonido que escucho es el trinar de los pájaros y el de alguno que otro gallo que me avisa del comienzo del día. Me siento en los Portales de la Marquesa –con su conjunto de casonas señoriales– e imagino historias de la Mompox consentida y querida, la de las grandes fortunas y nobles criollos; de la que se conservan, en perfecto estado, iglesias y casas palaciegas. La Mompox que nada tiene que envidiarle a Cartagena de Indias, y a la que, a mediados del siglo XIX, el Río Grande de la Magdalena sumió en el abandono y el olvido al cambiar caprichosamente su curso y hacer imposible la navegación, hasta aquí, de los grandes buques.

“Mompox no existe, a veces soñamos con ella pero no existe”, le dijo Simón Bolívar a su edecán José Palacios, según cuenta García Márquez en El general en su laberinto. Pero existe y nos espera, tan bella y colonial como siempre, o más, y así la contemplo desde el campanario de la iglesia de Santa Bárbara.

La mejor manera de recorrer Mompox es a pie, muy temprano en la mañana o cuando cae el sol –el resto del día no olviden su sombrero y también mantenerse bien hidratados porque las temperaturas son altísimas–, en bicicleta o en un mototaxi. No dejen de probar las butifarras, el queso de capa, los dulces de limón de doña Ada, el jugo de corozo y los pescados de los restaurantes sobre La Albarrada. Compren una mecedora y no se preocupen por el transporte, porque las envían a cualquier sitio; admiren el trabajo de joyería en filigrana en cualquiera de los talleres del pueblo, paseen hasta la ciénaga de Pijiño y a eso de las cinco de la tarde, antes de que caiga el sol, hay dos planes: en la calle de la Albarrada, a la altura de la iglesia de San Francisco, contraten un lanchero para que los cruce al otro lado del río y esperen con él el atardecer frente al antiguo mercado; ver Mompox reflejado en el Magdalena es una locura.

Visiten el cementerio, uno de los más lindos de Colombia, al que los arreboles de la tarde le dan un aire de otro mundo. Un cementerio con tumbas y mausoleos que parecen obras de arte.

Vengan a Mompox, llegar ya no es tan difícil como dicen, y aquí les espera mucha belleza, gente muy linda, un festival de jazz de los grandes en octubre y una historia en cada esquina.

Si usted va...
Los dos aeropuertos más cercanos son Cartagena y Corozal (Sucre). Por carretera hay servicio puerta a puerta desde Cartagena, Santa Marta, Valledupar y Barranquilla.

Escrito por: Toya Viudes

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