Esta maravilla religiosa y arquitectónica, en Ipiales, fue elegida el templo más lindo del mundo.
Enclavado e imponente en el cañón del río
Guáitara, en el sur de Nariño, aparece el Santuario de Nuestra Señora de
Las Lajas, el mismo que en octubre del 2015 fue catalogado por el diario británico 'The Telegraph' como el templo más bello del mundo.
Razones no le faltaron a dicho diario para
ubicar a Las Lajas en el primer lugar en un listado con las 23 iglesias
más bonitas, entre esas varias europeas. La maravillosa edificación –no
sobra el adjetivo– está localizada en el municipio de Ipiales (Nariño),
en el corregimiento de Las Lajas y a solo 3 kilómetros de la frontera
con Ecuador. Y perdura desde comienzos del siglo XX.
Con su imponente estilo neogótico, cubierta en toda su extensión por piedra gris y blanca, atrae cada año a unos 750.000 peregrinos colombianos, ecuatorianos y de otras naciones del mundo, según cifras del Santuario.
No es complicado llegar. Partiendo de la
ciudad de Pasto, se recorren 80 kilómetros de la vía Panamericana a lo
largo de los cuales se podrá apreciar en toda su magnitud el cañón del
río Guáitara, con elevadas montañas acompañadas de pequeñas parcelas que
dibujan colchas de retazos que inspiran a los artistas regionales en
sus obras pictóricas.
Es un recorrido en que los turistas tienen la
oportunidad de conocer pequeñas poblaciones y cabeceras de algunos
municipios del sur del departamento. A solo 15 minutos está el
corregimiento de Catambuco, que con el transcurso de los años ha
conseguido fama porque allí se prepara el mejor cuy,
considerado el plato típico por excelencia en la región. Después harán
su arribo a Tangua, y enseguida están Yacuanquer, El Pedregal, Pilcuán,
San Juan y finalmente Ipiales.
El santuario de las Lajas es conocido también como el ‘milagro de Dios en el abismo’,
pues es eso: una imponente obra religiosa y arquitectónica que brota
sobre un abismo. Y para entender este concepto hay que acudir a la
historia. O mejor, al milagro de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario
de las Lajas, que se remonta al año de 1754 cuando su imagen fue
descubierta por la indígena María Mueses y su pequeña hija, Rosa, cuando
se movilizaban de la ciudad de Ipiales a su casa en el vecino municipio
de Potosí. Caía una fuerte tempestad y madre e hija debieron
interrumpir su caminata y ocultarse en medio de piedras y lajas, al
fondo del cañón del río Guáitara.
Cuenta la leyenda que la madre quedó de una
sola pieza cuando la niña, que era sorda, habló y pronunció las
siguientes palabras: “Mamita, la mestiza me llama...”, señalando con su
mano la pintura con la imagen de la Virgen sobre una laja.
Unos días después las autoridades y pobladores
de la zona pudieron comprobar la veracidad del hecho, y el lugar empezó
a convertirse en un referente religioso no solo en el sur de Colombia,
sino del norte de Ecuador.
El santuario de Las Lajas, en su primera etapa –sus primeros 40 años–, fue una choza de madera y paja.
En la segunda etapa ya adquiere la forma de capilla construida con
ladrillo y cal y terminada en cúpula. La tercera contempla su
ampliación, con la intervención del arquitecto ecuatoriano Mariano
Aulestia.
La cuarta abarca la construcción de la
plazoleta y el puente de dos arcos, y la última corresponde al santuario
con las características actuales; la construcción comenzó el
primero de enero de 1916, a cargo del ingeniero ecuatoriano Gualberto
Pérez y del pastuso Lucindo Espinoza, quienes terminaron la imponente
obra en agosto de 1949. Según los cálculos, su costo fue de
1’850.000 pesos colombianos de la época, que fueron conseguidos con los
aportes de los miles de fieles y creyentes de Colombia y Ecuador.
Turismo y devoción
Desde la estación de transporte hacia el
corregimiento de Las Lajas empieza un recorrido descendente de 7
kilómetros por una vía pavimentada y habilitada para dos carriles que
bordea el paisaje en caprichosas curvas que dejan entrever al fondo el
cañón del Guáitara.
Las Lajas es un caserío que se ha ido formando
en torno al santuario, afianzando sus casas a los riscos y trazando
caminos o escaleras de piedra. A lado y lado se levantan las tiendas que
ofrecen toda clase de productos artesanales, básicamente de carácter
religioso y tejidos de lana, lo mismo que tallas en madera.
Descender un total de 262 escalones
puede ser agotador, pero en el caso de Las Lajas constituye una grata
experiencia cuando se llega hasta la última grada de piedra y se
descansa en la plazoleta La Juana, la cual recuerda el milagro presenciado por Juana Mueses de Quiñones y su hijita Rosa.
La belleza de este templo, de 100 metros de
altura –desde la base hasta la torre– se puede observar desde el
edificio central con sus 15 metros de ancho por los 27,5 metros de
largo, donde sobresalen las tres naves cubiertas con bóvedas de
crucería; en la zona externa se aprecia el puente, con una longitud de 50 metros de alto por 17 metros de ancho.
Allí se revelan también las tres torres que terminan en agujas
decoradas con grumos y frondas, ventanales, rosetones, arbotantes y
pináculos.
Para el historiador Jaime Coral, el
santuario de Las Lajas tiene una gran ventaja con relación a otros
templos y es que puede mirarse desde distintos ángulos, según el interés
de cada peregrino o turista. Desde los arcos de estilo romano
que sostienen el puente-atrio hasta las agujas de las torrecillas
neogóticas, o desde donde los ángeles proclaman la gloria de Dios con
trompetas y antorchas encendidas. Desde los vitrales y rosetones que
tamizan la luz. Desde los mosaicos y las tallas de madera de las puertas
o desde el mismo abismo que permite visualizar su espectacular
estructura.
También se pueden ver las manifestaciones de
fe a Nuestra Señora en varias paredes tapizadas con placas de
agradecimiento por milagros recibidos.
El historiador resalta las columnas del
templo, que se levantan entrelazando sus venas, formando un juego de
estrellas “porque obliga a pensar en el infinito”. Y al fondo, tallada
sobre la roca viva, está la cueva del milagro, donde resplandece la
imagen de Nuestra Señora de Las Lajas con el Niño Jesús en el brazo
izquierdo y el rosario en el derecho, junto a los santos patronos
Francisco de Asís y Domingo de Guzmán.
La Virgen Mestiza mira con sus grandes ojos negros y sigue al peregrino como preguntándole sus angustias y esperanzas.
El templo puede ser admirado desde otros
sitios que ofrecen distintas perspectivas, pero siempre con la misma
magia, el mismo esplendor que contrasta con los caminos, con la
naturaleza asomando su frescura.
Allí todo es singular y múltiple a la vez, para recordarnos que el
Santuario de Las Lajas es un milagro de Dios en el abismo y ahora, como
si lo anterior fuera poco, el templo más bello del mundo.
Si usted va...
Para viajar a Las Lajas debe
llegar a Pasto. Desde la capital de Nariño, el viaje a Ipiales tarda
algo más de una hora en bus de servicio público, que cuesta 8.000 pesos.
Cuando se llega a Ipiales se debe abordar un servicio colectivo, que en
cuestión de 15 minutos lo deja en el santuario.
El Tiempo
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