En la ciudad de Xian se encuentra este ejército que custodia el mausoleo de Qin Shi Huang.
En China todo tiene miles de años o está
recién hecho, entendiendo esto como construido en los últimos 37 años,
cuando este país inició su apertura al mundo. Especialmente en lo
económico, luego de la era de Mao, líder máximo de este país desde 1949
hasta su muerte en 1976.
La modernización de China ha traído
nuevos atractivos al país, en un derroche de arquitectura, diseño y
tecnología. Sin embargo, gran parte de su reconocimiento está basado en
su legendaria cultura y magníficos tesoros antiguos como los Guerreros
de terracota.
De estos, tiene referencia el mundo
porque una pequeña muestra itinerante ha viajado por varios países,
incluido Colombia, para dar una idea de lo grandioso que es este
patrimonio de la humanidad.
Pero esta exposición resulta mínima
frente a la realidad: los Guerreros de terracota son miles y constituyen
el ejército imperial que custodia el mausoleo del emperador Qin Shi
Huang, uno de los más recordados en China no solo por todo lo que logró,
sino por todo lo que hizo para lograrlo. Y eso incluye mucha crueldad.
Descubierto por casualidad en 1974 por
un campesino, Yang Zhifa, quien junto con sus hermanos y otros
habitantes de la región cavaban un pozo para encontrar un poco de agua
que diera algo de tregua a la larga sequía que venían sufriendo. Lo que
tocaron sus palas fueron unas piezas de barro cocido y unas puntas de
flechas de bronce, que Zhifa vendió en una tienda. Estas resultaron la
puerta de entrada a un maravilloso mundo que aún no se conoce en su
totalidad.
Zhifa aún vive y de vez en cuando
aparece por el que ahora es un centro de peregrinación de turistas que
van a conocer esta maravilla. Obtener su autógrafo, su foto o uno de sus
relatos implica desembolsar algunos yuanes.
Ubicado a las afueras de Xian, capital
de la provincia de Shaanxi, de este entierro funerario se pueden ver
algunos de los 8.000 soldados y caballos que hay enterrados.
Al verlos, no se sabe qué sorprende más:
calcular la magnitud de este mausoleo, imaginar la diversidad de
figuras que allí se encuentran enterradas, o tratar de entender la idea
de inmortalidad o vida en el más allá para haber construido algo así.
Ningún rostro repetido
Este complejo funerario está divido en
tres fosas. La número uno impresiona: ahí están enfilados decenas de
guerreros y algunos caballos de tamaño natural. Sus rostros muestran
fiereza; sus cuerpos, fuerza; y sus trajes, jerarquía.
Pero lo más sorprendente es que ninguno
se parece a otro. Aunque hicieron moldes para las distintas partes del
cuerpo (brazos, piernas, torso, manos) no hay un rostro idéntico al otro
y de eso se encargan no solamente la expresión en sí, sino los
detalles: diferentes tipos de bigotes, de barbas, de peinados. Estos son
los soldados de la infantería, muchos debían estar armados con
ballestas y arcos por la posición de sus manos.
En la fosa número dos están los
arqueros, arrodillados; lanceros y soldados de caballería. Y en la fosa
tres, más pequeña, está el cuartel del comandante en jefe, junto con 86
soldados, la gran mayoría oficiales.
No todo está a la vista, solo las
decenas de figuras que han sido restauradas, porque lo que hay debajo de
la tierra son cantidades de piezas rotas. Solo una figura se encontró
en perfecto estado y se exhibe allí mismo.
Las fosas son unos galpones protegidos
de la luz del sol, que deteriora la pintura que alguna vez tuvieron los
soldados; ahora están al desnudo mostrando el barro con el que fueron
hechos.
Por eso la exploración de lo que hay se
hace con sondas con cámaras. Y la gran tumba no ha sido explorada, está
en un montículo un poco más allá al que ningún arqueólogo, historiador o
cualquier otra persona ha entrando. Parece que por respeto a la figura
de Qin Shi Huang, de la dinastía Qin, que significa primer soberano
emperador, porque “se creyó un hombre con virtud y méritos superiores a
todos los monarca anteriores”, según el libro Terracotas Qin.
Este joven mandó a construir el
mausoleo, que se extiende a lo largo de 56 kilómetros, el mismo día que
asumió el trono, a los 22 años (aunque lo heredó de su padre a los 13).
Gobernó en los años 200 antes de Cristo y
se le atribuyen grandes logros: unificó siete reinos en 11 años,
utilizó las leyes para resolver asuntos de Estado, unificó la escritura,
la moneda y las unidades de peso, volumen y longitud.
En su reinado, la agricultura, la
artesanía, la producción de objetos de bronce y los tejidos de seda
llegaron a un nivel muy alto. Y para proteger este gran imperio, levantó
la Gran Muralla; al fin y al cabo hizo muchos enemigos en sus 49 años
de vida.
Pese al esplendor, también fue cruel en
ese proceso de unificación, con leyes muy drásticas y durante la
construcción del la muralla y su mausoleo.
Más para ver en Xian
Aunque la mayoría de turistas llegan a
Xian para ver a los guerreros, la ciudad tiene sus propios méritos para
ser visitada. Para empezar, fue la capital de 12 dinastías durante más
de mil años.
Durante la dinastía Ming fue construida
una muralla alrededor de la ciudad, de 14 kilómetros de largo y de 12 de
alto, con varias torres de defensa y vigilancia. Es una delicia
recorrerla en una bicicleta que se pude alquilar allí mismo. Darle toda
la vuelta dura un poco más de una hora, pero puede hacer el tramo que
quiera, pues hay distintos puntos para dejar la bicicleta.
Esta dinastía también levantó la Torre
de la Campana, hecha en madera, con una altura de 36 metros, que está en
el centro de la ciudad. Por su iluminación, en la noche se convierte en
un faro que todos ven.
Otro lugar para visitar: la pagoda del
ganso salvaje, de siete pisos, y el templo de la benevolencia, para
tener una visión de la espiritualidad china. A este lugar llega la
gente, prende su incienso y se pone a orar en la tradición budista.
Para tener en cuenta
Cómo llegar: primero hay que llegar a
Pekín vía Frankfurt o París. Ya en la capital china, se puede tomar un
vuelo doméstico de China Airlines, que dura poco más de una hora.
Para desplazarse a Xian es mejor tomar un tour, que puede conseguir en el hotel.
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