En una zona desértica de Colorado, Estados Unidos, el lujo y el
confort tienen forma de hotel. Su fundador John Hendricks no escatimó
recursos para brindarles a los huéspedes recorridos en helicóptero,
avistamiento de animales exóticos y cabalgatas por paisajes de película.
¡No me quiero ir de este lugar! fue la primera expresión que dije al
pisar el Gateway Canyons Resort. Lo había visto en fotos, vídeos y había
escuchado de él por la fama de su fundador John Hendricks, creador de
Discovery Channel. Pero nada de lo anterior se compara con la sensación
de estar allí. De ver la majestuosidad del paisaje del oeste americano,
respirar aire puro y sentir que la naturaleza te habla al oído.
Describirlo en palabras es tan difícil como disfrutarlo y tener que
despedirse. Pero haré el intento.
A dos horas de recorrido en carretera, entre Grand Junction y Gateway Canyons, Colorado, en medio de paisajes naturales que sólo se ven en las películas del lejano oeste, aislada del ruido citadino y de la contaminación, se erige una obra humana creada para aquellos que aprecian la soledad, el silencio, el confort y el lujo rústico. Son 2.428 hectáreas en las que los colores tierra, verde y azul se apoderan del ambiente para hacer de cualquier espacio un lugar inspirador, de pensamientos, de fotos y de vida.
Cuenta Zebulon Miracle, guía de curiosidades, que el lugar lo empezaron a construir en 1900 como rancho y solo hasta hace diez años empezó a funcionar como resort. Hendricks quería que más personas conocieran y disfrutaran la geología de la zona. “El propósito principal es que los visitantes tengan una historia qué contar después de conocerlo”, detalla. Aunque sólo maravillarse con la arquitectura vale la pena, son múltiples las actividades que se pueden hacer. Desde recorridos en helicóptero y en carro por carreteras destapadas, pasando por un museo de autos propio y ruinas en las que se pueden apreciar huellas de dinosaurio, hasta cabalgatas, caminatas y pesca.
El lujo tiene su costo y el del Gateway Canyons Resort es bastante elevado, pero proporcional a lo que ofrece. El hotel está en la categoría cuatro estrellas, cuatro diamantes. En total son 72 habitaciones que se dividen en estándar y en pequeñas casas. Las primeras cuestan entre $1’500.000 y $2’100.000 por noche, y las segundas, con capacidad hasta para ocho personas, pueden alcanzar $4’500.000. El valor sólo incluye el hospedaje.
La mayoría de sus huéspedes son de Estados Unidos, Italia, Francia e Inglaterra. Mientras que de Suramérica los que más los visitan provienen de Brasil, Colombia y Argentina. Y es que, aunque pueda parecer lejos e inhóspito, el viaje vale la pena por la atención, la exclusividad, el lujo y el confort que se desborda en cualquier espacio. Además por los detalles que tienen con sus clientes. El hotel cuenta con cinco restaurantes de los que el visitante puede disfrutar dependiendo del paisaje que desee ver, con opciones de comida americana y fusiones asiáticas.
El sello de Hendricks es evidente desde la entrada hasta las habitaciones, las cuales no escatiman nada para brindar tranquilidad y garantizar un pleno descanso. Cojines de pluma, poltronas de lujo, tina y amenities hechos para satisfacer los gustos más exigentes. La ciencia se siente en todas partes, pues el hotel busca estimular mentalmente a sus huéspedes. Pensando en ello, por ejemplo, todos los años organizan un retiro de la curiosidad, que consiste en reunir a las personas más inteligentes del mundo en diferentes campos, para que les cuenten a los visitantes sus experiencias.
Aunque son muchos factores los que influyen en la
decisión de visitarlo, les puedo garantizar que una vez allí no se van a
arrepentir. La atención de los 110 empleados con los que cuenta el
resort, sumado a experiencias únicas como ver de cerca alces, venados y
osos negros que recorren con tranquilidad la zona, le harán sentir que
el esfuerzo valió la pena. Aquí la felicidad y la tranquilidad tienen
otro significado, toman otra dimensión.
Escrito por: Marcela Díaz Sandova / El Espectador
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