Pocas cosas son más románticas que viajar con su pareja a París. Aquí algunos consejos.
Decía Hemingway que a quien haya conocido París, la ciudad lo acompañará por siempre, porque es una fiesta imposible de olvidar.
Y cualquiera que haya estado en París sabe cuánta razón lleva esta
frase del legendario escritor estadounidense, así como las voces de
aquellos que sostienen que la capital francesa no solo es la joya más
brillante de Europa –y probablemente del planeta–, sino que, además, es
‘la capital mundial del amor’.
Y esto último no es porque lo digan todas las guías de turismo francesas, sino porque, sencillamente, en París el romance está por todas partes.
París invita al amor, a perderse de la mano por sus calles, a sentarse a conversar sin mirar el reloj en una banca de alguna de sus plazas de ensueño, a besarse bajo o sobre alguno de sus míticos puentes sobre el Sena, a una pausa en el encanto de sus cafés y bistrós o a ver un atardecer desde la alucinante vista panorámica que ofrece la colina de Montmartre, ese barrio que fue musa de gigantes del arte como Toulouse-Lautrec, Modigliani o Picasso.
Y si a eso le sumamos su deslumbrante gastronomía y el buen gusto que la caracteriza, ese glamur y refinamiento que puede disfrutarse en lugares como la avenida de los Campos Elíseos o en la Place Vendôme, no cuesta mucho trabajo entender por qué esta ciudad recibe cada año cerca de 15 millones de visitantes.
La gran mayoría va tras los clásicos. El museo del Louvre, la torre Eiffel, el paseo en bote por el Sena o la catedral de Notre Dame. Pero este artículo es una invitación a un viaje más romántico, a un recorrido de goce en pareja por esa ‘capital mundial del amor’. Uno de esos viajes que no se olvidan jamás.
La primera propuesta es comenzar el día en el salón de té Sébastien Gaudard, famoso por la calidad de su ‘pâtisserie’ y por incluir ‘champagnes’ en sus deliciosos menús de desayuno y que se destaca por ser una de las pastelerías de moda en los alrededores del Jardín de las Tullerías, al que es posible ver desde la mesa.
Al terminar, bien podría pasar a caminar por el jardín, contemplar sus sillas alrededor de sus fuentes y, por qué no, animarse a retar a su acompañante a una partida de petanca, un juego muy francés, y apostar, por ejemplo, quién elegirá el café de Montmartre, en el que esperarán la noche entre arte callejero y coloridos locales que venden recuerdos.
El río, esencial
El Sena es un eje capital. Caminar por sus riberas es una experiencia única, como cruzar a pie alguno de sus 37 puentes. El de las Artes ha sido literalmente tomado por los enamorados. Por años y años, novios, esposos y amantes han asegurado candados a sus barandas con sus nombres, y han tirado la llave al río, como un símbolo de amor eterno. Y el asunto llega a tal punto que cada cierto tiempo las autoridades de París deben hacer ‘limpiezas de candados’, pues las barandas ya no aguantan ni uno más.
También puede atravesar el bellísimo Pont Neuf. La leyenda urbana dice que si la persona que lo ama lo besa en el puente, usted volverá a París.
Un recorrido por la Ile de la Cité, sin prisa ni mapas, y luego por la aristocrática Ile de Saint Louis es sencillamente obligatorio.
Otra caminata clave es por Saint-Germain-des- prés, un barrio hecho para el romanticismo con sus calles estrechas, llenas de galerías, almacenes de diseño, cafés pequeños, restaurantes, antigüedades, y donde siempre hay algo que descubrir.
Cuando esté allí busque la Place de Furstenberg: una plaza muy pequeña, con solo cuatro árboles, pero evocadora, mágica, capaz de transportarlo a otro tiempo y de exaltar sus sentimientos más profundos.
Otras dos plazas, y las dos muy distintas, la de Vosges y la de Sainte Catherine, son una buena excusa para recorrer el atractivo y cosmopolita barrio de Le Marais. La primera es señorial e imponente, pero dueña de una gran belleza y paz. Y la segunda, muy viva, llena de cafés y pequeños restaurantes que lo invitarán a quedarse un rato.
Pensando ya en la noche, el barrio Latino será siempre una opción, por su abundante oferta gastronómica, a la que podrá añadirle música en vivo en sus característicos sótanos medievales. Nuestro recomendado: el Caveau de la Huchette, un elegante club de jazz en el que quizá se anime a saltar con su pareja a la pista contagiado por el ‘swing’ y el ‘big band’.
Si el ánimo está para unas copas, Calmato es el bistró que hoy se lleva todas las miradas en el sector de la Roquette, con un ambiente minimalista y un menú que cambia todos los días sin dejar decepciones en el aire. Su encanto lo mantiene lleno todas las noches, por lo que le conviene acercarse previamente a hacer una reserva o disponer de paciencia, para algunos minutos de espera.
O tal vez, a pocas cuadras de allí, el ambiente rústico de Dersou le robe la atención con su oferta internacional: no en vano ostenta la actual corona del ‘mejor restaurante de Francia’ de la aplicación, especializada en gastronomía, Fooding.
Y en caso de que se pierda, no se preocupe: no hay nada más fantástico que perderse en París. Especialmente cuando se está en buena compañía.
¿Cuándo empacar maletas?
Y esto último no es porque lo digan todas las guías de turismo francesas, sino porque, sencillamente, en París el romance está por todas partes.
París invita al amor, a perderse de la mano por sus calles, a sentarse a conversar sin mirar el reloj en una banca de alguna de sus plazas de ensueño, a besarse bajo o sobre alguno de sus míticos puentes sobre el Sena, a una pausa en el encanto de sus cafés y bistrós o a ver un atardecer desde la alucinante vista panorámica que ofrece la colina de Montmartre, ese barrio que fue musa de gigantes del arte como Toulouse-Lautrec, Modigliani o Picasso.
Y si a eso le sumamos su deslumbrante gastronomía y el buen gusto que la caracteriza, ese glamur y refinamiento que puede disfrutarse en lugares como la avenida de los Campos Elíseos o en la Place Vendôme, no cuesta mucho trabajo entender por qué esta ciudad recibe cada año cerca de 15 millones de visitantes.
La gran mayoría va tras los clásicos. El museo del Louvre, la torre Eiffel, el paseo en bote por el Sena o la catedral de Notre Dame. Pero este artículo es una invitación a un viaje más romántico, a un recorrido de goce en pareja por esa ‘capital mundial del amor’. Uno de esos viajes que no se olvidan jamás.
La primera propuesta es comenzar el día en el salón de té Sébastien Gaudard, famoso por la calidad de su ‘pâtisserie’ y por incluir ‘champagnes’ en sus deliciosos menús de desayuno y que se destaca por ser una de las pastelerías de moda en los alrededores del Jardín de las Tullerías, al que es posible ver desde la mesa.
Al terminar, bien podría pasar a caminar por el jardín, contemplar sus sillas alrededor de sus fuentes y, por qué no, animarse a retar a su acompañante a una partida de petanca, un juego muy francés, y apostar, por ejemplo, quién elegirá el café de Montmartre, en el que esperarán la noche entre arte callejero y coloridos locales que venden recuerdos.
El río, esencial
El Sena es un eje capital. Caminar por sus riberas es una experiencia única, como cruzar a pie alguno de sus 37 puentes. El de las Artes ha sido literalmente tomado por los enamorados. Por años y años, novios, esposos y amantes han asegurado candados a sus barandas con sus nombres, y han tirado la llave al río, como un símbolo de amor eterno. Y el asunto llega a tal punto que cada cierto tiempo las autoridades de París deben hacer ‘limpiezas de candados’, pues las barandas ya no aguantan ni uno más.
También puede atravesar el bellísimo Pont Neuf. La leyenda urbana dice que si la persona que lo ama lo besa en el puente, usted volverá a París.
Un recorrido por la Ile de la Cité, sin prisa ni mapas, y luego por la aristocrática Ile de Saint Louis es sencillamente obligatorio.
Otra caminata clave es por Saint-Germain-des- prés, un barrio hecho para el romanticismo con sus calles estrechas, llenas de galerías, almacenes de diseño, cafés pequeños, restaurantes, antigüedades, y donde siempre hay algo que descubrir.
Cuando esté allí busque la Place de Furstenberg: una plaza muy pequeña, con solo cuatro árboles, pero evocadora, mágica, capaz de transportarlo a otro tiempo y de exaltar sus sentimientos más profundos.
Otras dos plazas, y las dos muy distintas, la de Vosges y la de Sainte Catherine, son una buena excusa para recorrer el atractivo y cosmopolita barrio de Le Marais. La primera es señorial e imponente, pero dueña de una gran belleza y paz. Y la segunda, muy viva, llena de cafés y pequeños restaurantes que lo invitarán a quedarse un rato.
Pensando ya en la noche, el barrio Latino será siempre una opción, por su abundante oferta gastronómica, a la que podrá añadirle música en vivo en sus característicos sótanos medievales. Nuestro recomendado: el Caveau de la Huchette, un elegante club de jazz en el que quizá se anime a saltar con su pareja a la pista contagiado por el ‘swing’ y el ‘big band’.
Si el ánimo está para unas copas, Calmato es el bistró que hoy se lleva todas las miradas en el sector de la Roquette, con un ambiente minimalista y un menú que cambia todos los días sin dejar decepciones en el aire. Su encanto lo mantiene lleno todas las noches, por lo que le conviene acercarse previamente a hacer una reserva o disponer de paciencia, para algunos minutos de espera.
O tal vez, a pocas cuadras de allí, el ambiente rústico de Dersou le robe la atención con su oferta internacional: no en vano ostenta la actual corona del ‘mejor restaurante de Francia’ de la aplicación, especializada en gastronomía, Fooding.
Y en caso de que se pierda, no se preocupe: no hay nada más fantástico que perderse en París. Especialmente cuando se está en buena compañía.
¿Cuándo empacar maletas?
Cualquier turista le dirá que todo momento es indicado para viajar a la
capital francesa, pero tal vez los meses de abril y octubre entreguen un
justo balance entre buen clima, número de turistas y mejores precios.
El verano –de junio a agosto– tiene las temperaturas más altas y es la
época con el mayor número de viajeros.
El Tiempo
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