Rodeada por el río Magdalena, bañada por el sol y erguida sobre piedra. Así es Santa Cruz de Mompox o Mompós, el imponente pero sutil distrito del departamento de Bolívar, declarado patrimonio arquitectónico de la humanidad por la Unesco. ‘La Tierra de Dios’, como es mejor conocida, cuenta con inmensas casonas coloridas que permanecen en pie desde la época de la colonia y sus historias se cuentan, se cantan y se tocan en cada esquina.
Pisar tierras momposinas es tener la fortuna de conocer uno de los mundos construidos por el escritor Gabriel García Márquez, de vislumbrar los ocasos dorados que se alzan sobre el cauce del río Magdalena, tan amarillos como los hilos de filigrana que se tejen por tradición con el arte de la orfebrería. Mompox es para recorrer a pie, con un abanico de los que hacen las artesanas del pueblo y con un sombrero o sombrilla para protegerse de los rayos del sol.
Caminar por sus calles es como transitar las postales de Sevilla (España) o como andar en Cartagena de Indias, pero en su versión menos comercial y más pequeña.Aunque hay muchas especies de aves que revolotean de un lado a otro sobre este lugar, son siete campanas las que, muy temprano, despiertan a la población y a los turistas. Siete campanarios de siete iglesias que se levantan sobre Mompox, un gran número para un territorio tan pequeño; de hecho, el recorrido por cada una de ellas tarda menos de 30 minutos.
Caminar por sus calles es como transitar las postales de Sevilla (España) o como andar en Cartagena de Indias, pero en su versión menos comercial y más pequeña.Aunque hay muchas especies de aves que revolotean de un lado a otro sobre este lugar, son siete campanas las que, muy temprano, despiertan a la población y a los turistas. Siete campanarios de siete iglesias que se levantan sobre Mompox, un gran número para un territorio tan pequeño; de hecho, el recorrido por cada una de ellas tarda menos de 30 minutos.
Este es uno de sus grandes atractivos: la ruta religiosa que incluso es más popular en la Semana Santa, cuando la fe y la arquitectura eclesial se unen con sus tradiciones musicales y gastronómicas.
Leyendas que toman vida en Mompox
La iglesia de Santa Bárbara fue construida en 1613 y es la más grande de las siete. Mira de frente al río y, desde ahí, a su lado derecho, una torre con un gran reloj hace las veces de punto de referencia para las canoas y lanchas que navegan por el cauce. Un campanario al que rodean las historias del realismo mágico de Gabo.
Cuentan los momposinos que Bárbara, hija de un musulmán, fue encerrada en el campanario por su padre, debido a que creía en el cristianismo en lugar del islam. En ausencia de él, Barbará mandó a hacer tres ventanas en alusión a la santísima trinidad. Cuando su padre se enteró, decepcionado, la mandó a matar, pero ella oró por su vida y Dios envió un rayo fulminante que acabó con la vida del padre. Así se cuenta la historia de la iglesia y de la santa a lo largo de Mompox. Historias como estas se encuentran en cada rincón, a la espera de los interesados en descubrir relatos macondianos en tierras momposinas.
En la plaza de esta iglesia, tras recorrer el pueblo, puede sentarse bajo árboles frondosos, de frente al río, para refrescarse con el viento y tomarse un jugo de corozo, así como probar un casabe de yuca con queso de capa, relleno de bocadillo o manjar blanco.
Esta, que fue la primera población en declarar la independencia de la corona española, es también hoy libre de los grandes avances modernos. Parece detenida en el tiempo, sin el afán de ir a otro ritmo diferente al del viento o al de las riberas del río. Es tan pequeño que no tiene taxis, buses o muchos vehículos en sus vías; solo motos y bicicletas.
Para conocer y 'empacar' la magia del Caribe colombiano
Si quiere llevarse recuerdos de su paso por Mompox, la variedad para elegir será infinita. Desde joyería en filigrana (que no es más que oro o plata llevada al grosor de un cabello y que se transforma en diseños artesanales minuciosos), hasta bolsos, sombreros, abanicos de fique. Antigüedades y adornos hechos en piedra hacen también parte de la oferta. Pero si prefiere llevarse alguna muestra de la gastronomía local, puede empacar el queso de capa, una botella del tradicional vino de corozo o de tamarindo, un frasco de vidrio con dulce de limón en almíbar o de papaya con piña.
En este lugar, además, hay planes para todos los gustos e intereses, sin embargo, hay dos imperdibles. Uno es pasear en lancha por la Ciénaga de Pijiño en horas de la tarde para admirar la variedad de aves y árboles del territorio, así como para admirar cómo se posa el sol, al atardecer, sobre el agua. Otro, es ir en ferri, al mediodía, en medio del brazo del río que bordea la isla para almorzar alguna clase de pescado al son de tamboras y luego sentarse en mecedoras de colores para admirar el paisaje natural y las poblaciones aledañas.
Pero esto no es todo, también es posible hacer un recorrido por las siete iglesias junto a un contador de historias, subir a los campanarios, visitar la feria de artesanos, ir a un taller de filigrana, caminar por la Albarrada y los Pasajes de la Marquesa, una calle cuyo vecino es el río, y en cuyas terrazas se encuentran restaurantes en las que se venden las más variadas especialidades momposinas.
Aunque cada vez aumenta el número de visitantes que llega a Mompox, su oferta hotelera aún es limitada, por eso hay que reservar con anticipación. En época de Semana Santa, Festival de Jazz o Navidad, que es cuando más turistas recibe Mompox, a falta de hoteles, algunas casonas coloniales se ponen a disposición de alquiler para grandes grupos.
En 'La Tierra de Dios', el canto de los ángeles es en clave de jazz
El Mompox Jazz Festival es un evento anual que atrae una gran variedad de turistas a la isla y que es posible gracias a la Gobernación de Bolívar con el apoyo del Fondo Nacional de Turismo (Fontur) y del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Conciertos, actividades académicas y eventos relacionados a la música son parte de la oferta. Pero, ¿por qué un festival de jazz en un territorio como este?
El historiador Jesús Zapata Obregón cuenta que hacia el año 1600, Mompox se convirtió en un puerto comercial para quienes se dirigían hacia el interior del país. Al ser una isla alejada de mar, estaba blindada de los piratas, así que era un lugar seguro para guardar el oro y la plata que llevaban los españoles.
Dice que así fue como a través del río llegaron tanto los lingotes de oro que promovieron el arte de hacer filigrana, como una gran variedad de instrumentos, partituras, maestros europeos que heredaron su cultura musical a Mompox. Por eso, agrega, es común encontrar pianos de cola en las grandes casas de familias momposinas. Ahí era donde se replicaban las piezas musicales que se tocaban en los buques que anclaban en el puerto mercantil.
El historiador Jesús Zapata Obregón cuenta que hacia el año 1600, Mompox se convirtió en un puerto comercial para quienes se dirigían hacia el interior del país. Al ser una isla alejada de mar, estaba blindada de los piratas, así que era un lugar seguro para guardar el oro y la plata que llevaban los españoles.
Dice que así fue como a través del río llegaron tanto los lingotes de oro que promovieron el arte de hacer filigrana, como una gran variedad de instrumentos, partituras, maestros europeos que heredaron su cultura musical a Mompox. Por eso, agrega, es común encontrar pianos de cola en las grandes casas de familias momposinas. Ahí era donde se replicaban las piezas musicales que se tocaban en los buques que anclaban en el puerto mercantil.
Zapata cuenta que una de las compositoras más grandes que parió Mompox fue Josefa Torres, muy recordada a lo largo de los años y cuya historia ha trascendido generaciones. Y es que, silbando, merodeando de un lado a otro en la plaza central de Mompox, Josefa, una mujer que no sabía ni leer ni escribir y que vendía bollos limpios y de mazorca (tradicionales en la Costa Caribe), componía hermosas melodías solo con su boca, el aire y su imaginación musical.
Ella se servía de músicos ilustrados para dejar por escritas sus composiciones y para escucharlas siendo interpretadas. En el cementerio de Mompox, que es también muy visitado por su diseño, se puede conocer su tumba y más de su historia.
Si tiene ganas de conocer este maravilloso distrito, haga planes, plantee un presupuesto, organícese y diríjase a Mompox. Puede llegar directamente al aeropuerto San Bernardo -ubicado a las afueras del municipio- teniendo en cuenta que los vuelos son limitados y en fechas específicas. O, puede llegar a Cartagena (seis horas hasta Mompox), Barranquilla o Santa Marta y desde ahí trasladarse en bus, un pasaje que oscila entre los 50.000 y 80.000 pesos dependiendo de la época, el lugar de salida y del tipo de vehículo en el que elija desplazarse.
Si quiere viajar en la temporada de mayor programación de eventos durante el 2018, aliste su viaje para Navidad. Seguro querrá volver para Semana Santa y el Festival de Jazz el próximo año.
El Tiempo / Fotos: Juan Manuel Vargas, José Alberto Mójica, Leidys Becerra, Milena Bernal, Giovanni Espinel
No hay comentarios.:
Publicar un comentario