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martes, 18 de diciembre de 2018

Ciudad de Panamá: piratas, ruinas y tesoros

Visitar su Canal, recorrer las ruinas de la ciudad, navegar en ferry, sumergirse en aguas cristalinas y observar ballenas y peces voladores son algunos de las actividades que podrá hacer el turista, mientras se conecta con la naturaleza, la historia y la vida.




“Lo que ven acá fue lo que nos quedó después de que el pirata Henry Morgan saqueara y destruyera la ciudad. Las llamas consumieron todo lo que había, pero las ruinas todavía cuentan una historia llena de magia”. Así inicia su relato Franco, el guía de turismo que dirige la caminata por Panamá la Vieja, un lugar que transporta al turista a esos años en los que piratas, esclavos y realeza disputaban una lucha por la libertad, el poder y la gloria. De esos años, mientras se avanza paso a paso, se puede observar el litoral Pacífico y una parte del manglar, que hacen de la ciudad un lugar de contraste entre lo moderno, lo natural y las ruinas.
Al cruzar una pequeña entrada y tomar un carro para hacer el recorrido(son 28 kilómetros) en primer lugar, se puede ver el fuerte militar, seguido del convento de La Merced, el de San Francisco y los restos de un aljibe, el cual permitía a las monjas recibir un ingreso con la venta del agua. Pero lo que más belleza le da al sitio arqueológico es la torre de la Catedral, que alcanza unos treinta metros. Se puede recorrer, en el primer piso están dos escaleras: la original, que es en forma de caracol, y una que se construyó para que el turista pueda llegar a la cima. Al subir los escalones se observa que algunas partes fueron construidas con calicanto y otras con madera.
Cuando se llega al último piso, el paisaje es majestuoso. Se puede ver la ciudad moderna con imponentes edificios, el Casco Antiguo y las ruinas, estas últimas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003. Este sitio es uno de los imperdibles si visita la ciudad, pues es el que le da paso y contexto al Casco Antiguo, otra parte de Panamá adonde se llega por la avenida Cincuentenario, en la que se encuentran museos, restaurantes, iglesias y algunos conventos. El Casco Antiguo es el lugar al que se trasladó la ciudad después del saqueo del pirata Morgan y el devastador incendio.
Arquitectónicamente se encuentran construcciones vanguardistas, coloniales y modernas. Hay calles coloridas, con balcones, otras con puertas gigantes y de un momento a otro también aparecen las ruinas, inmensas, que le dan otro aire a la ciudad. Es como si en un instante trasladara a las personas a otra época. Recorrer cada calle es poder conectarse con la ciudad, su gente y sus costumbres. Panamá huele a mar, a dulce y a tentación, como sus lugareños expresan. Los caminos siempre son diferentes, pero pareciera que conllevan a un único lugar: la inmensidad.
Esto es lo que se percibe al recorrer una de sus plazas, en especial la de Francia, que tiene un obelisco que honra al pueblo francés, por ser los pioneros en la construcción del Canal de Panamá. De fondo el mar, y mientras se suben unas escaleras para pasar al Teatro Nacional, se encuentra un pasaje de artesanías, donde antes solo era permitido transitar en pareja, pero hoy ya es para todos. “No se sabe si ahí se pueda llegar a encontrar un bonito amor”, dice entre risas Franco, mientras señala las ruinas de la Universidad San Javier, la primera de Ciudad de Panamá. El Casco Antiguo es perfecto para aquellos que aman la música, la buena comida y quieren adentrarse un poco más en la historia.
En Panamá hay planes para todos, pero el imperdible es visitar el Canal. De entrada, es imponente. Es muy bonito ver los buques, el agua y de fondo el verde intenso de la zona selvática que lo rodea. Al ingresar al Canal se oye la voz de un hombre que explica que este funciona por medio de esclusas en cada extremo, las cuales elevan los barcos para hacerlos descender hasta el nivel del Pacífico o el Atlántico. Una explicación un poco confusa, pero que queda clara al verlo en funcionamiento. Realmente es impactante, en tan solo unos minutos logra hacer el tránsito hacia su destino. Las personas que van en los buques saludan a los turistas, y los niños, por ejemplo, se ven muy emocionados y conmovidos. Es un sentimiento que comparten con sus padres, que se quedan atónitos observando esos monstruos de barcos.
El Canal de Panamá es considerado una de las grandes obras de ingeniería mundial del siglo XX. En este lugar hay un museo que muestra todo el proceso de su construcción, las personas que lideraron la obra, entre ellas el francés Ferdinand de Lesseps, quien completó la excavación del Canal de Suez y presentó en la Sociedad de Geografía de París su proyecto de canal interoceánico sin esclusas. En un pequeño teatro se puede observar un video de diez minutos que muestra cómo funciona el Canal y los hechos más importantes de los últimos cien años.
Es una experiencia que se puede acompañar con los sabores típicos del país. El restaurante Atlantic & Pacific Co. es el encargado de deleitar el paladar de los visitantes. Tiene una terraza que está al frente de la esclusa Miraflores, y mientras se prueba el plátano en tentación acompañado de un exquisito arroz con pollo, se puede observar el tránsito de los buques, que en su interior pueden llevar granos, carros u otros productos. Pasar por el Canal de Panamá es entender cómo funciona la economía del país y el desarrollo que ha generado, además de visualizar otras oportunidades para el turismo, pues le están apostando no solo al de negocios sino a turismo de aventura y ecoturismo.
El país cuenta con reconocidas cadenas hoteleras como el Marriott Executive Apartments, un hotel de larga estadía perfecto para los que viajan en familia y con niños, que hoy están listas para recibir a esos viajeros que se quieren conectar con la naturaleza y disfrutar de playas inexploradas, que esconden una riqueza natural sorprendente, como es el caso de Isla Contadora. Una playa que queda a hora y media en ferry. Desde que se sale del puerto es toda una aventura. En el recorrido se pueden observar peces voladores, que alcanzan la altura del bote, a lo lejos ballenas y una diversidad de pájaros que desconectan al turista del ajetreo de la ciudad. Entre peces y ballenas los colores del mar son sorprendentes. Se pasa de un azul oscuro hasta el verde esmeralda.
Al llegar a Contadora, el clima cálido, la suavidad de la arena y el color cristalino del agua se roban todas las miradas. Es un lugar en el que se puede contemplar la inmensidad de la naturaleza, la fragancia de los árboles y la belleza de la vida. “Todo es pura vida”, son las palabras que pronuncia una turista mientras disfruta de las aguas del pacífico. Estar en Panamá es como sentirse en casa. Un lugar acogedor, tranquilo y hermoso.
El Espectador
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