Si Nueva Orleans fuera una mujer, es fácil
imaginarla hedonista y libérrima, demasiado díscola para algunos,
irresistible y retadora para otros. La ciudad de Estados Unidos que
menos se parece a Estados Unidos. Llegas y el barrio francés te recuerda
más a Madrid, quizás a alguna esquina de Cartagena o de La Habana, un
poco de la frescura costeña, ciertos aires de bacanería y gozadera,
donde parece que todo pasa y nada ocurre. Esta ciudad es puro pecado
pero también virtud. Siempre hay excusa para la fiesta, sobre todo en el
Mardi Gras, su famoso carnaval, que se celebra todos los años por estas
épocas, entre el 14 y el 17 de febrero. Las carrozas, las máscaras
gigantes y la extravagancia son protagonistas. También los collares de
colores que arrojan desde los balcones y que muchas mujeres exhiben con
los pechos al aire.
Con algo de místico y sobrenatural, se percibe
una fiesta que no termina y una atmósfera que invita –¿cómo no?– a
perderse sin hacer preguntas. Claro que no es difícil dejarse llevar. Si
uno visita esta ciudad, la más grande del estado de Luisiana, a orillas
del río Misisipi, al sur del país, es posible sentirse seducido en el
mismo instante en el que el avión aterriza una tarde cualquiera en el
aeropuerto internacional Louis Armstrong.
Multicultural y desafiante, Nueva Orleans fue
fundada por los franceses en 1718 y durante unos 40 años perteneció a la
corona española antes de ser vendida a la naciente república de Estados
Unidos. Europa, África y América confluyen en sus calles. En su cocina
creole y cajún. Y en su música. El jazz, esa melodía triste, a veces
juguetona, agónica y vital, nacida en las entrañas de esta ciudad, hija
de esa mezcla de culturas, se deja sentir en cualquier esquina.
Uno ve a los músicos atacar la trompeta y el
saxo, el bajo y la batería y piensa, sí, en Armstrong, que nació aquí, y
en Charlie Parker y Miles Davis y Billie Holiday y tantos grandes.
Caminar por el Barrio Francés permite conocer la arquitectura y el patrimonio de la ciudad.
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La propuesta turística de Nueva Orleans es tan
amplia, que puede que uno dude a la hora de escoger uno de los tantos
recorridos disponibles. Los hay de todo tipo. Un recorrido por la zona
más afectada durante el paso del huracán Katrina, en el 2005. Aquella
fue la tragedia natural más grande que ha enfrentado Estados Unidos. Los
muertos se contaron por miles. Los diques que protegen la ciudad
sucumbieron y el agua lo anegó todo.
Hay quien lo lleva a recorrer aquellos
barrios. Y le cuenta cómo ha sido el proceso de resurrección: cómo fue
que Brad Pitt lideró una campaña para reconstruir la ciudad y cómo otros
actores, rendidos ante la magia de Nueva Orleans, decidieron echar una
mano. También hay un tour por los cementerios (Lafayette, Metairie y St.
Louis son los más famosos), y un paseo por la zona de las grandes
plantaciones, haciendas enormes cuyas casas hoy son museos que recuerdan
aquel episodio nefasto de la esclavitud.
Y está también el recorrido por el Garden
District, la zona más rica de la ciudad, sede de enormes casas
victorianas donde tienen propiedades varias luminarias del cine. En
Garden District está aquella hermosa casa donde se rodó El extraño caso
de Benjamin Button, un cuento de F. Scott Fitzgerald convertido en
película bajo la dirección de David Fincher, protagonizado por Brad Pitt
y Cate Blanchet y entrañable hasta las lágrimas.
La Jackson Square, con su imponente catedral y sus carrozas.
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La nostalgia del Misisipi
Y el río. El Misisipi con sus descomunales
barcos. Con los cruceros de un día o una tarde con cena y banda sonora a
ritmo de jazz. Nueva Orleans es apetitosa. Si los días alcanzan, uno
puede echarse a andar o embarcarse en todos los toures, pero hay uno
obligatorio. El que le da el carácter a la ciudad, el que por ratos hace
que uno piense qué bueno sería vivir aquí. Ahí está la que debe ser la
primera parada oficial: el barrio francés, un entramado perfecto de no
más de 50 cuadras que es pura magia y encanto. Madrid, Cartagena, La
Habana juntas en esa pequeña isla que hierve.
Los recorridos en los clásicos barcos de vapor están animados por bandas de 'jazz'. Una excursión imperdible.
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Balcones coloridos, librerías de ensueño,
restaurantes exquisitos (y muy costosos), coquetas salas de té, cafés
señoriales, bares de jazz, rythm & blues y rock. Antros de lujuria,
mujeres que se exhiben en las aceras con el billete de dólar metido en
el bikini, como en las películas. Todo se conjuga en el barrio francés.
No hay fronteras. Todo cabe. Hay que recorrer Bourbon Street una noche
cualquiera para presenciarlo.
Aquí, en este barrio, vivió William Faulkner;
Hemingway se emborrachaba en sus bares y a un costado de la plaza de
Jackson Square, alegre y bulliciosa, repleta de músicos, pintores y
gente que le predice el futuro, se reunía la crema y nata literaria de
los años 20: Sherwood Anderson, Somerset Maugham, Carl Sandburg y el
mismísimo Faulkner.
Literatura, música, cine. Nueva Orleans es
todo eso. Y también es misteriosa y paranormal. Hechicera. Ciudad de
fantasmas que se mueven en las sombras y que (¿por qué no?) también van
de fiesta. La tierra del vudú, de Marie Laveau, la reina del barrio, la
más poderosa, una especie de sacerdotisa a la que todos temían.
Y la de madame Delphine LaLaurie, una supuesta
asesina en serie que torturaba y despedazaba a sus esclavos en la casa
que todavía sigue en pie en el barrio francés (ambas historias las narró
en su tercera temporada la serie American Horror Story). No muy lejos
de ahí está el lujoso hotel Bourbon, primero salón de baile para la
élite de Nueva Orleans y después un convento de monjas de la orden de la
Sagrada Familia. Uno de los atractivos del hotel son sus historias de
fantasmas sin rumbo que aún recorren el edificio.
Están los niños perdidos del orfanato de las
monjas, y el soldado, y la novicia que se suicidó. Si uno va, conviene
evitar la habitación 644, en la que muchos huéspedes dicen haber visto a
una misteriosa mujer aparecer al lado de la cama.
Extraña mezcla de rumba y fantasmas, turismo y más allá. Literatura y jazz. Si Nueva Orleans fuera una mujer, sería díscola, libérrima e irresistible.
Si usted va...
Visa. Para viajar a Estados Unidos se necesita visa.
Vuelos. Delta Air Lines ofrece un vuelo diario entre Bogotá y Atlanta, donde se hace conexión con Nueva Orleans. Desde 900 dólares.
Vuelos. Delta Air Lines ofrece un vuelo diario entre Bogotá y Atlanta, donde se hace conexión con Nueva Orleans. Desde 900 dólares.
Dónde comer. Se recomiendan los restaurantes Muriel’s. y Commander’s Palace
Dónde dormir. The Bourbon Orleans Hotel.
Para ir de Rumba. Se recomienda Pat O'Briens's
Dónde dormir. The Bourbon Orleans Hotel.
Para ir de Rumba. Se recomienda Pat O'Briens's
El Tiempo
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