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jueves, 19 de marzo de 2015

Pamukkale, un castillo de algodón en Turquía

Esta maravilla natural es un destino que parece sacado de otro planeta.


Estas terrazas se formaron gracias a los minerales que contiene el agua.
                                     Estas terrazas se formaron gracias a los minerales que contiene el agua.                                


Castillo de algodón: eso significa Pamukkale en turco. Y así es. Al estar parada en su ladera, lista para subir, me encontré ante una blanca y esponjosa montaña de cal situada en medio de un valle sereno, muy verde.

Y lo mejor de todo es que hay que quitarse los zapatos para desplazarse sobre esta superficie bañada por aguas termales que emergen de su parte más alta y que, en su descenso, quedan reposadas en terrazas naturales formadas a lo largo de los siglos. Da la sensación de estar caminando sobre una gran piedra pómez.

Pamukkale está ubicada en la región de Denizli, en el valle del río Menderes, en el suroccidente de Turquía, a una hora en avión o 10 por carretera desde la ciudad de Estambul. Diariamente la visitan miles de turistas de todo el mundo que vienen a bañarse en sus aguas azules, a las que se les atribuyen facultades curativas, gracias a su alta concentración de minerales (componentes que hicieron que se formaran estas famosas e impresionantes terrazas).


Durante muchos años, este paraíso natural, que empezó a formarse en el Plioceno, periodo geológico que comenzó hace más de 5 millones de años y terminó hace 2 millones, permaneció descuidado. Y el mal turismo empezó a deteriorarlo. Pero, por fortuna, la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1988. Entonces, se construyeron varias piscinas artificiales similares a las terrazas naturales para que la gente udiera bañarse allí, desprevenidamente, mientras visita esta montaña de 160 metros de altura.

Estas terrazas artificiales fueron diseñadas para los turistas.

Viajé desde Estambul durante una hora y llegué a las 8 de la mañana al aeropuerto de la ciudad de Denizli (Turkish Airlines y Pegasus Airlines disponen de varios vuelos durante el día, y la oferta de precios es muy buena, desde 20 euros el trayecto, si se reserva con tiempo).

Allí los turistas encuentran diferentes opciones de transporte para llegar a Pamukkale, entre buses y taxis. Escogí la primera, que es la más económica: 30 liras turcas, que equivalen a 30.000 pesos colombianos, en promedio. El traslado duró 40 minutos.

Muy emocionada de estar al fin en este lugar tan deslumbrante, pagué las 20 liras que cuesta la entrada y, con los zapatos amarrados a un bolso liviano, empecé a trepar la montaña mientras contemplaba el espectáculo de las terrazas blancas, que parecen un terrón de azúcar derretido.

Tal vez gasté dos horas en subir; fue inevitable jugar con el agua, tomar fotos y observar a los turistas disfrutando de esta especie de balneario.

Ruinas milenarias

Al llegar a la cima, los viajeros comprenden, con asombro, que hay mucho más: las ruinas de Hierápolis aparecen sobre una meseta verde que contrasta con el blanco de la montaña. Esta fue una ciudad de origen helenístico (180 a. C.) que pasó a ser romana, y que por su ubicación fue un importante punto de encuentro de muchas religiones. Fue reconstruida varias veces debido a terremotos.

Desde tiempos inmemoriales, muchos enfermos han buscado –y siguen buscando– la salud perdida en las aguas ‘milagrosas’ de Pamukkale.

Muchos de los enfermos que llegaron a Pamukkale en busca de salud murieron. Y sus tumbas forman parte de esta necrópolis.

Cuenta la historia que miles de personas se fueron a vivir a estos terrenos, buscando el fin de sus males. Pero no todos lo lograron y, al morir, fueron enterrados aquí y sus tumbas se convirtieron en una de las necrópolis más grandes y representativas del Asia Menor.

Es importante llevar ropa ligera, protector solar y unos buenos tenis. El recorrido por Hierápolis puede tardar varias horas y comprende un teatro, baños, el Ninfeo (santuario dedicado a las ninfas), la tumba del apóstol Felipe, el legendario templo de Apolo, tres necrópolis y el Plutonio, una de las supuestas entradas al Hades (inframundo griego).

Bañarse en la piscina sagrada, que tiene restos de columnas, cuesta 32 liras. No lo hice porque preferí disfrutar las ruinas y tenía solo un día para estar allí, tiempo suficiente para visitar el destino.

Viajeros de todo el mundo llegan buscando las aguas ‘milagrosas’ de la piscina sagrada en Hierápolis.
A su alrededor hay restaurantes, baños y tiendas de suvenires, todo bien dispuesto para acoger a los asombrados visitantes. Allí encontré todo tipo de comidas y bebidas típicas, dulces preparados en la región y hasta la cerveza líder del país. Si la comida local, como el cordero, el bulgur (producto a base de trigo) o los tradicionales kebabs, no le llama la atención, hay platos comunes, como una hamburguesa con papas a la francesa. Durante la mayoría del año el clima es templado, y tal vez la época ideal para hacer este recorrido es entre marzo y octubre. En mayo y los meses siguientes, el sol se oculta entre las 8:30 y las 9 p. m., así que el tiempo se aprovecha más. Si desea quedarse varios días, la oferta de hoteles y hostales es muy amplia y podrá encontrar habitaciones desde 30.000 pesos colombianos la noche. Muchas personas lo hacen para contemplar el amanecer.

Al finalizar el día solo queda una sensación de placidez. El atardecer seduce a propios y extraños con sus colores –naranja, azul, dorado– y con la calidez del sol que envuelve la región.

El teatro de Hierápolis hace parte de este complejo arqueológico, que fue proclamado patrimonio de la humanidad en 1988.

Llega el momento de partir, el mismo instante mágico en el que uno quisiera quedarse allí para siempre. Sigo descalza. Pamukkale, además de ser un destino extraordinario que vale la pena ver al menos una vez en la vida, no solo deja imágenes imborrables y momentos para atesorar: caminando allí, los viajeros se reconcilian con sus pies.

Si usted va

Visa. Los colombianos no necesitan visa para ingresar a Turquía. Pero como la puerta de entrada comúnmente es por Europa, deben tener vigente la visa Schengen.

El dinero. En los aeropuertos y en ciudades como Estambul hay establecimientos donde se pueden cambiar euros o dólares por liras turcas.

Información. En la embajada de Turquía en Bogotá puede obtener información para visitar este país.
Calle 76 n.° 8-47

El Tiempo.

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