Poco se sabe en el mundo de la vida que se
lleva en la misteriosa Corea del Norte. Las apariciones de este país en
los medios suelen estar relacionadas con terribles noticias, como las
amenazas de la dinastía Kim a sus enemigos, los ciberataques, el
polémico programa nuclear, las ejecuciones a los altos mandos, las
torturas a desleales o las hambrunas que en las últimas décadas han
matado a millones de personas.
Pero hoy, los occidentales tienen cada vez más
opciones para ver con sus propios ojos –solo una parte– de la otra
realidad norcoreana.
“Un viaje al país más hermético del mundo” o
“Viajando a través del túnel del tiempo”. Así se dan a conocer algunos
de los tours guiados que ofrecen unas 15 agencias en el mundo
acreditadas para llevar viajeros hasta Norcorea, ya que está prohibido
llegar ahí de manera independiente.
El país poco a poco ha flexibilizado los
requisitos para el ingreso de turistas, llegando a captar entre 3.000 y
4.000 viajeros al año; una señal de que, lentamente, el régimen de Kim
Jong-un estaría abriendo sus fronteras.
Existen paquetes turísticos que incluyen
recorridos exclusivamente por la capital, Pionyang; las ciudades de
Kaesong y Nampo, la frontera con el sur y el Monte Myohyang (Montaña
Fragante Misteriosa). Es que son escasos los lugares que han sido
aprobados por el régimen para convertirse en polos de turismo.
De hecho, los visitantes tienen prohibido
separarse del grupo y caminar solos por las calles, así como acercarse a
conversar con los ciudadanos sin la compañía de uno de los guías
(establecidos por el Gobierno). Tampoco pueden captar imágenes donde
aparezca alguno de los tres líderes que ha tenido la dinastía Kim, sacar
fotos a monumentos de los dirigentes cuyo encuadre impida que aparezca
su cuerpo completo o sacar fotos a militares.
Un pueblo colorido
“Esperaba encontrar un pueblo oprimido,
triste, oscuro, como lo pinta la prensa occidental. Y no fue eso lo que
vi. Es un pueblo muy alegre, colorido. Obviamente, están en una burbuja
sin entender nada de lo que pasa en el mundo exterior, pero viven en la
felicidad de su ignorancia”, comenta Nicolás Barros, un periodista
chileno que fue a Norcorea en un viaje turístico guiado.
Recuerda, por ejemplo, que en una ocasión una
joven de unos 16 años se les acercó a conversar en un parque –algo poco
común, principalmente por la barrera idiomática– y les comentó que le
interesaba mucho la cultura occidental. En su inglés precario, la niña
les dijo que además le gustaba cantar. Sin embargo, fue incapaz de
reconocer grupos musicales o artistas mundialmente famosos que los
turistas le nombraron, como The Rolling Stones, The Beatles o Madonna.
Entonces, ella les cantó la única canción occidental que conocía: My
heart will go on, de la banda sonora de Titanic.
“En ese sentido, el aislamiento es muy
fuerte”, asegura Barros. Pero es ese hermetismo en Corea del Norte lo
que probablemente llama la atención del creciente número de viajeros que
llegan hasta ese país que es, sin duda, totalmente distinto a lo que se
puede visitar en otras latitudes del mundo.
Mientras que Corea del Sur ha logrado
posicionarse entre las primeras 15 potencias económicas y las iluminadas
pantallas gigantes con publicidad sobre sus rascacielos son el reflejo
de su economía capitalista, en Corea del Norte las luces se apagan a las
12 de la noche. Los ciudadanos compran sus bienes con cupones y en las
calles es imposible ver avisos comerciales.
Lo que parece difícil de responder es si hay
mucha pobreza. “En Corea del Norte hay que hacer el tour que es
administrado por el Gobierno. Ellos les dan licencias a agencias
extranjeras para que capten a los turistas, pero cuando llegan a
Pionyang, estas pierden el control sobre ellos. Te quitan el pasaporte y
quedas a cargo de guías norcoreanos”, explica Barros y añade que ellos
presentan solo lo que quieren, es decir que es un turismo de propaganda
porque los turistas nunca están solos.
El periodista sostiene que volvería feliz a
Norcorea, pero que prefiere esperar a que el país cambie, porque, de lo
contrario, volver a hacer el viaje es ir a los mismos lugares. “Es muy
interesante, pero que te lleven a un hospital de maternidad y te
muestren una mamografía como parte de la propaganda es un poco
incómodo”, afirma.
Su relato parece anular las experiencias de
los turistas norteamericanos, que en los últimos años han sido detenidos
–acusados de proselitismo–, mientras que el régimen de Kim se esfuerza
por bajar las restricciones. Los estadounidenses ya pueden entrar al
país en cualquier época del año y los celulares ya no son requisados al
ingresar.
De todas formas, la falta de conectividad aún
impide que el visitante logre comunicarse con el mundo exterior.
Entonces, tendrá claro que estará en el país más hermético del mundo.
El Mercurio
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