La Victoria Regia, una planta característica del Amazonas.
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Desde la ciudad de Leticia se explora lo mejor de la Amazonia de Colombia, Perú y Brasil.
Viajar al Amazonas es como ir a otro mundo. No
hay nada en el planeta que se compare a la exuberante selva del
Amazonas, el pulmón del mundo.
Colombia tiene una extensa porción del
majestuoso Amazonas, más exactamente 109.655 kilómetros cuadrados. Y
allí, enclavada, está la ciudad de Leticia, capital del departamento que
lleva el mismo nombre del río más extenso y caudaloso del mundo.
Cambiar de país en el Amazonas es muy fácil.
Basta con salir a caminar por Leticia en dirección al oriente hasta
cruzar la calle sexta. A partir de este punto, el viajero se encuentra
en territorio brasileño: en la ciudad de Tabatinga.
Es la población más al extremo occidental que
tiene Brasil sobre el río Solimões, el mismo Amazonas, que nace en la
cordillera de los Andes, en el nevado Mismi de Arequipa (Perú), y
desemboca en el océano Atlántico.
Tabatinga es un vibrante puerto comercial
donde se puede encontrar todo tipo de productos brasileños: desde la
artesanal fariña o farola –especie de harina que se obtiene de la yuca
brava–, licores como la cachaza, chocolates, pescados y las famosas
sandalias Azaleia.
Estos son seis planes imperdibles en el Amazonas, partiendo desde Leticia y pasando de país en país como quien cambia de acera.
Desconexión en Marashá
En la reserva forestal de Marashá, territorio
peruano, la armonía entre el ser humano y la selva es total e incluso
obligatoria: no hay señal de celular ni televisión ni radio. Solo selva,
tucanes, guacamayas, garzas, peces, babillas, e increíblemente, pocos
insectos. Es una especie de oasis en el desierto verde. Lagos negros de
aguas tranquilas que albergan serpientes, pirañas y reptiles; ceibas
altísimas y centenarias por donde los micos se balancean moviéndose en
manadas.
Allí se pueden practicar deportes extremos
como canopying, por un cable de 250 metros que comunica una ceiba de 450
años y 35 metros de altura, con una de 25 metros.
Los viajeros ascienden a los árboles a través de cuerdas para luego lanzarse en un 'canopy', en la selva. |
Las flores de la noche
En la ciudad colombiana de Leticia florece la
victoria regia, un espectáculo natural único del Amazonas. Cada planta
es un círculo perfecto y flotante de verde intenso, coronado en el
centro por una bella flor blanca o rosada.
Es el lirio más grande de agua –puede medir hasta un metro de diámetro– y es propio de las aguas poco profundas de esta región.
Su flor se abre únicamente en las noches y
emana un aroma dulce; así se conserva hasta la mañana del día siguiente,
cuando se cierra para esperar el arrullo de la noche y volver a
florecer.
Estas flores, exóticas y únicas en esta zona
del país, se pueden apreciar en una especie de lago que se encuentra en
el parque Santander o parque de los Loros, adonde cada atardecer llegan
miles de pericos para pernoctar; el sonido que producen se escucha a
kilómetros de distancia.
Este espectáculo de la naturaleza se puede
disfrutar sobre las 6 de la tarde, mientras se deleita un delicioso y
escarchado jugo de copoazú. Es uno de los atractivos casi obligados en
Leticia.
Muy cerca de allí, al cruzar la calle, está la
catedral de Nuestra Señora de la Paz, levantada en octubre del 2000. Es
un templo de arquitectura moderna e icónica, con un diseño vanguardista
que guarda simetría en toda su estructura.
En la capital del Amazonas también vale la
pena visitar el balneario Arbeláez, un sitio con piscinas, entre el
kilómetro 7 y 8 de la vía hacia Tarapacá. La música y la comida típica
han convertido a este lugar en un atractivo muy visitado.
La isla de los Micos
El paseo a la isla de los Micos, en territorio
colombiano, es obligatorio. Se llega navegando por el río. Saliendo
desde Leticia son 35 kilómetros en lancha rápida, chalupa o canoa, como
lo siguen haciendo los pueblos indígenas Yaguas, que habitan la región.
En la Isla de los Micos, los monos frailes juegan con los turistas, se trepan en ellos y hasta juegan en su cabeza. |
Los guías entregan bananos a los turistas.
Basta con extender la mano hacia un arbusto, ofreciendo el bocado, para
que cientos de monos frailes (o maiceros) desciendan y rodeen a los
visitantes. Hay algunos tan confianzudos que se trepan encima de los
turistas, se paran en su cabeza y juegan con sus cámaras. Se estima que
este santuario es el hogar de unos 2.500 primates. En la entrada se
pueden encontrar artesanías indígenas a bajo costo, elaboradas con
cortezas vegetales, con figuras emblemáticas como los delfines rosados
–o toninas–, flores de loto, guacamayas o micos.
Adrenalina en Omagua
En la reserva forestal Omagua –también
territorio colombiano–, a 10 kilómetros de Leticia, por la vía que
conduce hacia la población de Tarapacá, los visitantes encuentran el
canopy más alto de la región, con puente colgante incluido.
Allí la vida selvática y la emoción aguardan
por los turistas. El recorrido total del puente colgante es de 400
metros a 35 metros de altura, y se alcanza una velocidad que oscila
entre 45 y 60 kilómetros. Todo es una combinación de sensaciones y
experiencias que inician con el vértigo que puede producir la escalada a
un árbol de 35 metros de altura hasta llegar a la primera plataforma;
luego se atraviesa un puente colgante hasta el canopy. A esta altura, la
naturaleza exuberante está a sus pies: plantas, árboles y fauna se
aprecian en sus esplendor durante los casi 40 segundos que tarda el
vuelo.
Dormir en un árbol
En la reserva forestal Tanimboca, a pocos
kilómetros de Omagua, el turista se puede alojar en cómodas cabañas
instaladas a 12 metros de altura, a las que se asciende por medio de una
escalera luego de caminar durante 20 minutos, selva adentro.
Cada cabaña está rodeada por la jungla; cuenta
con agua, camas, una lámpara que se recarga con la luz solar, baño,
ducha, lavamanos y sanitario; sus ventanales son mallas que permiten
apreciar la selva en su inmensa dimensión. El alojamiento incluye una
caminata nocturna en la que se observan aves, serpientes, ranas y micos.
El contacto con la selva amazónica es
permanente, pues allí también se ofrecen servicios de canopy,
expediciones, senderismo, kayak y pesca.
Si está considerando unas vacaciones en comunión con la naturaleza, piense en el Amazonas.
Muchos viajan al Amazonas persiguiendo atardeceres. Si el clima lo permite, se pueden ver puestas de sol como esta. |
Placer para el paladar
Al ser un lugar único en el mundo, el Amazonas
también tiene una gastronomía única. Solo la selva da frutos como el
extremadamente dulce y meloso copoazú, y el ácido pero exquisito arazá,
con los cuales los amazonenses preparan jugos, postres, salsas y
helados.
Pescado como el pirarucú, gigantesco, muy
grande para ser de río; invertebrado y por lo tanto con una carne suave y
deliciosa que se acompaña de fariña, un alimento versátil que es una
especie de harina que se obtiene de la yuca brava. Platos típicos del
llamado Trapecio Amazónico.
Entre el interminable inventario de especies que se pueden contemplar en el Amazonas está el imponente jaguar. |
El Tiempo
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