Bocas del Toro, Panamá
Con nueve islas principales, 51 cayos y más de 200 islotes, Bocas del Toro es, hoy por hoy, el principal reclamo turístico del Caribe
panameño. Con todo, el archipiélago presenta un aspecto de pureza
primitiva, de naturaleza inviolada e inmune al cambio y al paso de los
siglos. Sus playas de finas arenas blancas,
sus aguas de color esmeralda y sus arrecifes de coral, quintaesencia de
las bondades y exotismos tropicales, constituyen un indescriptible
lugar de reposo para el viajero. Bocas del Toro es la sede del primer
parque nacional marino de Panamá, el de Isla de Bastimentos,
que abarca un poco más de 13.000 hectáreas de tierra y mar. En él se
refugian especies de flora y fauna únicas en el continente americano.
San Blas. Panamá
Lindante con Colombia,
la provincia de San Blas se extiende sobre una estrecha franja costera
de 160 kilómetros de largo jalonada de puertos donde atracan los grandes
cruceros que surcan las aguas del Caribe.
El archipiélago homónimo se compone de 365 islas e islotes, la mayoría
despoblados, y 49 de ellos habitados por los indios kuna. Actualmente se
paga por la visita a cualquiera de sus comunidades, amén de tener que
solicitar el permiso del cacique correspondiente. Eso sí: satisfechos
ambos requisitos, uno puede estar seguro de acceder a una cultura
altamente singular y, de paso, a sus islas y cayos, muchos prácticamente
sin hollar.
Los Roques. Venezuela
A
sólo cuarenta minutos de vuelo desde Caracas, Los Roques afirman su
vigorosa personalidad. Y sus argumentos se nos antojan convincentes:
playas casi vírgenes de inmaculada blancura, cayos y manglares
solitarios, luminosos arrecifes de coral, el electrizante espectáculo de
los guanaguanares (pelícanos) cuando se lanzan en picado al mar por
centenares… Hasta los años 70 del pasado siglo, el archipiélago
constituía un paraíso prácticamente ignorado. Solo 40 de estas ínsulas
emergentes son lo suficientemente grandes para tener nombre. Declarado
en 1972 parque nacional marino –el mayor de su clase en América Latina-
Los Roques son hoy un destino para quienes buscan originalidades
esculpidas en luz, arena y agua.
Morrocoy. Venezuela
En
el sector centro-occidental de Venezuela, más conocido como el golfo
Triste, se encuentra la bahía de Morrocoy, uno de los conjuntos
litorales de mayor colorido y belleza de cuantos existen a lo largo de
los 2.800 kilómetros de costas del país. Las vecinas poblaciones de Tucacas, Morrocoy y Chichiriviche sirven
de puertos de embarque para acceder a este universo acuático-terrestre
realmente excepcional. El transporte lo efectúan mayoritariamente los
pescadores locales en sus peñeros (barcas), quienes obtienen un
beneficio extra suministrando este servicio de ferry a los visitantes.
El regreso se concierta para el atardecer o para el día siguiente, lo
cual permite disfrutar de una noche única durmiendo sobre la arena.
Santa Marta. Colombia
La bahía de Santa Marta está considerada como una de las más hermosas del Caribe.
La Perla de América, como la denominó el padre Antonio Julián en el
siglo XVIII, es el centro neurálgico de un rosario de playas, las
mejores de toda Colombia,
desparramadas a diestra y siniestra en menos de 50 kilómetros de
litoral. Son todas de arena blanca y la mayoría de aguas tranquilas.
Pero la palma al respecto se la lleva, sin duda, el parque nacional Tayrona.
Sus barras arenosas, enmarcadas por una naturaleza salvaje, están
reconocidas entre las más bellas del orbe. Al parque, situado 34
kilómetros al oriente de Santa Marta -media hora en coche-, se puede
acceder por mar en pequeñas embarcaciones desde la bahía de Taganga.
San Andrés y Providencia, Colombia
A
600 kilómetros de la costa continental colombiana, en la estrecha
lengua del golfo de Urabá, se hallan las islas de San Andrés y
Providencia. El archipiélago, que guarda un pasado con historias de
corsarios y bucaneros, es hoy un remanso para el ocio y la vida
despreocupada. Las islas cuentan con más de 40 ensenadas de blancas
arenas coralinas, algunas casi vírgenes. La oferta se hace aún más
tentadora si se incluyen los cayos; algunos, como Johnny Key y Haines, a
cinco minutos en lancha, y otros, casos de Alburquerque y Courtown, a
dos horas. Providencia, casi inexplorada, está cubierta de flora
tropical, perceptible mientras uno pasea por sus playas, mecido por la
suave brisa del Caribe.
Cahuita. Costa Rica
En
su exigua superficie –poco más de 1.000 hectáreas- el parque nacional
Cahuita cobija uno de los paisajes naturales más grandiosos de Costa Rica. Localizado en la provincia de Limón,
42 kilómetros al sur de la ciudad homónima, este parque
terrestre-marino es uno de esos paraísos perdidos al que sólo se accede a
través de unas carreteras cuajadas de baches y varios puentes sin
señalizar. Fue creado en 1970, fundamentalmente para preservar la única
barrera de coral con que cuenta el país. Desde entonces, Cahuita comenzó
a recibir la visita de un turismo joven y no tardó en convertirse en un
destino frecuentado dentro de la llamada ruta hippy centroamericana.
Eso sí: es un turismo bastante respetuoso con el ambiente.
Isla de la Bahía. Honduras
A
las tres islas principales, Guanaja, Roatán y Utila, se unen los 65
cayos e islotes que completan el archipiélago. Aquí se puede conocer una
Honduras distinta, de ritmos lánguidos y fantasías de coral; de
leyendas de bucaneros y de folclore electrizante, el de los bailes de
los garífunas de Punta Gorda, en la costa septentrional de Roatán, la
primera localidad habitada por estos descendientes del puñado de
esclavos africanos que llegaron a las Antillas en dos barcos naufragados
cerca de la isla de San Vicente. Mientras Roatán se ha rendido a las
grandes inversiones turísticas, Guanaja y Utila nos proponen idéntica
receta del paraíso caribeño, pero con el aderezo de gratificantes
soledades.
Samaná. Dominicana
Los
grandes resorts hoteleros de Punta Cana y Playa Bávaro atraen a un
número creciente de visitantes, entre ellos algunos ricos y famosos. Por
ejemplo, Clinton, Bill Gates, Donatella Versace o el archimillonario
Donald Trump, quien además ha invertido en el megacomplejo Cap Cana,
considerado «el último gran destino del mundo». A 245 kilómetros al
norte de Santo Domingo, la península de Samaná permanece a salvo, por el
momento, de la ocupación turística masiva. Sus playas solitarias
permiten un abandono absoluto en medio de una tupida vegetación. De
diciembre a abril sus bahías acogen unas tres mil ballenas jorobadas,
que pueden contemplarse a pocos metros durante su reproducción en estas
cálidas aguas. Y en esta tarta de sabores genuinamente tropicales, Cayo
Levantado, a sólo 15 minutos en barca desde el pueblo de Samaná,
representa la guinda perfecta.
La Cayería del Norte. Cuba
Aunque
uno se la imagina siempre como un único pedazo de tierra, Cuba es un
archipiélago compuesto por 3.715 islas, cayos, restingas y barras
coralinas de variada configuración. Dentro de este calidoscopio
terrestre, los llamados cayos de La Herradura –Coco, Ensenada, Las
Brujas y Santa María-, situados frente a la costa norte de la provincia
de Villa Clara, son una tropa irregular de 500 emergencias sitiadas por
aguas cristalinas y someras que forman parte –atención al dato- de la
segunda barrera de coral más extensa del Planeta, sólo superada por la
de Australia. He aquí, manifiestamente, el Caribe soñado, todo un mito
del turismo mundial.
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