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miércoles, 24 de agosto de 2016

El turismo desató una nueva 'revolución' en Cuba

Un recorrido por los encantos cubanos que están seduciendo al mundo entero. El destino de moda.

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    La isla vive una expansión turística gracias a sus acercamientos con Estados Unidos. Y ahora es el destino de moda.                                
Si La Habana fuera una mujer, sería una de esas que siempre se ven bellas: con o sin maquillaje; con trajes finos o con ropas viejas y desgastadas, en tacones, tenis o descalzas. Sería coqueta pero muy selecta, cadenciosa y sobre todo, libre, de esas mujeres que no se dejan someter por nadie.

Si la capital cubana fuera una mujer, sería desparpajada y culta. Una mujer con la que se podría salir a un bar o a un concierto de música clásica. Una mujer incapaz de rechazar un mojito con ron blanco y hierbabuena, dispuesta a bailar hasta que las fuerzas resistan, pero también a conversar sobre política, cine, libros y otros temas interesantes.

Apenas pisas La Habana sientes que la ciudad está gobernada por un espíritu femenino que te transmite los sentimientos de todo un país. Y también empiezas a pensar que el avión que te llevó es una máquina del tiempo capaz de viajar a otras épocas. A los años 50, para ser más precisos. Aunque suene a cliché, la sensación de que el tiempo se detuvo en Cuba es inevitable.


Cerca del aeropuerto pastan las vacas y hasta ves cerdos en las calles. Y en esa escena de película aparecen los almendrones, esos carros viejos descapotados de colores rechinantes –verdes, amarillos, rojos, rosados, azules–, tipo Ford, Pontiac o Cadillac, traídos desde Estados Unidos hace cinco y seis décadas.

Ves las autopistas amplias y despejadas, en perfecto estado. ¡Y sin tráfico! Ves los jardines y los parques y te convences de que este es otro mundo; un mundo que se resistió a la modernidad, a la tecnología, a la sofisticación.

Unos dirán que todo es culpa –o virtud– del régimen comunista que sobrevive desde 1959, y otros, que es así porque a los cubanos se les da la gana.

Otra cosa: el tema del wi-fi es un milagro. No hace mucho llegó el internet a la isla y por eso es escaso y muy costoso. Una tarjeta de una hora, en un hotel, puede costar el equivalente a cinco dólares estadounidenses. Y el servicio, hay que decirlo, es lento y malo. Pero la ausencia de internet termina siendo una ventaja, pues terminas realmente conectado con el destino, con su gente, y no con un teléfono celular. Las fotos para Facebook pueden esperar.

Lo cierto es que viajar a La Habana, y a Cuba en general, es vivir en carne propia una leyenda aún con aromas a la revolución de Fidel; un país bello y biodiverso, de gente alegre, culta y digna, orgullosa de su historia y de su libertad. Una libertad que los cubanos no están dispuestos a perder, pese a los recientes acercamientos con su otrora archienemigo: Estados Unidos.



“No, no nos van a colonizar. Vamos a dejar que vengan, que gocen de nuestro país, pero no nos van a gobernar”, dice Esther González, camarera de un hotel de La Habana. “Esperamos que vengan, porque los estadounidenses son muy buenos turistas y dan buena propina”, sigue la mujer.

El restablecimiento de las relaciones entre Cuba y el país del norte ha hecho que en la isla se desate una nueva revolución, esta vez, por el turismo. El solo anuncio del presidente Barack Obama, el 17 de diciembre del 2014, ha convertido a Cuba en el destino de moda. Y las cifras del Ministerio de Turismo hablan solas: En el 2015 la isla recibió 3,5 millones de visitantes internacionales, un abrumador 17 por ciento más que en 2014. Y este año podrían ser cuatro millones de visitantes.




El futuro de la isla
La explosión turística ha hecho que el Gobierno cubano refuerce sus planes de expansión, pues es claro que el país no está preparado del todo y que falta infraestructura hotelera, conectividad aérea, inversión en aeropuertos y otros servicios. También está claro que el turismo –que el año pasado dejó 2.800 millones de dólares– es una herramienta de desarrollo y progreso.

Por eso, actualmente hay 76 nuevos contratos con 17 cadenas hoteleras internacionales, y 126 nuevas propuestas de proyectos de inversión extranjera. Este año se abrirán 2.500 nuevas habitaciones y de aquí al 2030 habrá 108.000 más.

Pero más allá de las cifras y de la coyuntura, Cuba lo tiene todo para ser una potencia turística mundial: una ciudad histórica como La Habana, varias de las mejores playas del Caribe –y del mundo– y paisajes naturales únicos y sorprendentes. Y por supuesto, la cultura y calidez de su gente.




Hay quienes temen que este auge turístico pueda quitarle encantos a la isla. Por eso, dicen allí, hay que ir cuanto antes. Antes de que la siempre barata Cuba se ponga cara, porque los servicios turísticos también están aumentando su valor. Antes de que se llene de turistas.

Por las calles de La Habana
Caminando por La Habana vieja, esa que fue proclamada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982, sientes por instantes que caminas por las calles de París, o por los paseos de Madrid, o por las callecitas de Cartagena. Hasta te sientes un poco en Washington. Esa herencia española, británica, francesa y estadounidense que hace de la arquitectura uno de los más grandes tesoros cubanos.

Un buen punto de partida para descubrir ese patrimonio es el malecón habanero, ese que mira al mar Caribe y que se extiende a lo largo de ocho kilómetros. Un lugar al que hay que regresar sobre las 6 de la tarde para ver la puesta del sol y a los pescadores en su faena diaria.
El malecón conecta con el Paseo del Prado, inspirado en su homólogo madrileño, y uno de los lugares más bellos de la ciudad. Construido en 1772 cuando la isla era colonia española, está rodeado por árboles frondosos, por bancos de mármol y por ocho leones de bronce.

Caminando por allí, ves la Cuba de verdad: antiguas casonas –convertidas en pequeños hoteles y restaurantes– conservadas con esmero, con sus fachadas de colores, con sus balcones con flores frescas. También ves edificaciones abandonadas, como a punto de caerse, y comprendes que su belleza está en esa nostálgica decadencia.


Ves a los abuelos asomados en los balcones y ventanas fumando puros. Ves a los niños descalzos, jugando fútbol. Y con suerte puedes toparte con algunas de las modelos más bellas del mundo: El Prado fue la pasarela de la nueva colección de Chanel, en mayo pasado.



Y ves también varios de los monumentos cubanos más importantes: el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso: hermoso e imponente por dentro y por fuera. Construido bajo el estilo barroco-europeo, con un ángel en su torre mayor, es sede del Ballet Nacional de Cuba y el escenario donde los viajeros pueden asistir a conciertos con los artistas cubanos más célebres. Como la legendaria Orquesta Aragón, por ejemplo.

Más adelante, a unos 150 metros, se llega a otro monumento emblemático: el Capitolio Nacional, tan blanco, con su cúpula de 91 metros de altura, tan parecido al de Washington. Parecidos no: realmente son igualitos, aunque el de La Habana no es tan impoluto. Y actualmente está en restauración.

Vale la pena caminar –y perderse– por las callecitas a lado y lado del Paseo del Prado, que conducen a otros lugares que hay que ver como la Catedral de la Concepción Inmaculada, cuyos primeros cimientos se remontan a 1748. Vale la pena tomarse una cerveza o un mojito en alguna de las terrazas de la plaza donde queda el templo. Y para conocer un poco de la historia del país, hay que ir al Museo de la Revolución, a pocas cuadras.


También hay que ir a la plaza de San Francisco de Asís, que suele ser una galería de arte al aire libre, con obras de artistas locales e internacionales. Y a la Plaza de Armas, donde se pueden comprar libros antiguos y revistas de colección sobre Fidel Castro y el Che Guevara.



Allí, al igual que en la mayoría de plazas, es una delicia ver y escuchar a talentosos músicos que entonan repertorios cubanos a cambio de una propina. Y entre toda esa sabrosa música isleña se destaca una canción en especial, que tocan en todo lado: ‘Chan chan’, de la Buena Vista Social Club.

De Alto Cedro voy para Marcané, llego a Cueto, voy para Mayarí…


Quienes quieran conocer la historia política del país no se deben perder el Museo de la Revolución. Y quienes quieran disfrutar de la mejor fiesta deben ir a Tropicana, el cabaret que se convirtió en leyenda desde 1939. Un espectáculo lleno de música, sensualidad y color, con más de 100 artistas en escena. Las bailarinas cubanas, con su belleza, cautivan a turistas de todo el mundo. Un muy buen plan para terminar una jornada con sabor cubano.


Cuba al natural
La Cuba rural palpita en la provincia de Pinar del Río. Es aquí donde los campesinos –o guajiros– cosechan el mejor tabaco negro del mundo. Más arriba, en las montañas, siembran café. Tras 198 kilómetros de recorrido, desde La Habana, se llega a Viñales, una población de 27.000 habitantes, de casitas de madera pintadas de azul con tejas rojas, de las cuales muchas han sido adaptadas para los turistas.


Son la mejor opción para quienes quieren conocer la cultura cubana y, de paso, pagar un alojamiento bueno, bonito y barato. La región está enmarcada por el Valle de Viñales: una extensa planicie de tierra fértil y muy roja –rica en minerales– de la que brotan milenarios guardianes de piedra: los mogotes. Son geoformaciones que datan del periodo jurásico medio, que llaman la atención por sus formas: parecen huevos gigantescos escupidos de alguna galaxia.



Son elevaciones de roca caliza, revestidas de verde, que pueden llegar a medir varios cientos de metros de altura. Y su paisaje fue proclamado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999. Entre todos los mogotes, uno llama la atención. Se llama Pita y sobre sus 160 metros de longitud –y 120 metros de altura– fue plasmado el Mural de la Prehistoria, que recrea la evolución humana y el pasado geológico de la región.

Allí, en 1959, el pintor y científico Leovigildo González –discípulo del muralista mexicano Diego Rivera–, plasmó figuras humanas inspiradas en los indios guanahatabeyes. También se aprecian dinosaurios y otras criaturas prehistóricas. Al lado del mural hay un restaurante donde preparan lo mejor de la cocina cubana.

Este mundo perdido de piedras fantásticas esconde ríos subterráneos y cuevas con formaciones que parecen sacadas de otro planeta. Una muestra más de que Cuba es, realmente, un paraíso por descubrir.





Sol y playa en Varadero
La Habana, aunque tiene mar, no tiene playas. Pero basta con alquilar un carro –hay que hacerlo antes de viajar, pues están escaseando-, o tomar un bus, y en menos de dos horas –tras 145 kilómetros de recorrido- se llega a Varadero, donde está una de las mejores playas del Caribe. De hecho, TripAdvisor escogió a Varadero, en el 2012, como el mejor destino de playa del mundo.

La playa, de larguísimos 25 kilómetros, es perfecta: arena blanca y suave, y un mar que se mueve entre todos los tonos del azul y el verde. Ideal para descansar y gozar del sol que ilumina la isla todo el año. También para bucear o para dar paseos en velero o en kayak.


Varadero cuenta con la oferta hotelera más sofisticada de toda la isla, con cadenas internacionales como Meliá, Blue Diamond y Barceló, donde predominan los planes todo incluido.



Pero no todo es sol y playa. En Varadero la vida nocturna es bien agitada y entretenida. Hay una versión local del cabaret Tropicana, bajo el mismo modelo del de La Habana, y un espectáculo permanente de la legendaria orquesta Buena Vista Social Club. También está el Beatles Bar, inspirado en la mítica banda inglesa. Para los niños hay un delfinario donde es posible nadar con estos animales y un parque de atracciones mecánicas. También un entretenido criadero de cocodrilos.

Quienes ya fueron a Varadero y quieren explorar otras playas deben visitar cayos como Santa María, Coco y Guillermo, que son más vírgenes y menos concurridas. Los pequeños hoteles y spas de estos cayos son verdaderos paraísos.


Si usted va

Dinero. Un dólar estadounidense equivale a 0,87 centavos de CUQ, que es la moneda local. Sin embargo, conviene llevar euros o dólares canadienses, por los que dan una mejor conversión.
Hoteles. Si van a viajar a La Habana conviene reservar los hoteles con varios meses de antelación, pues la ocupación es muy alta. En otros destinos como Varadero, los cayos o Viñales, hay buena oferta de alojamiento todo el año.

El Tiempo


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