Los World Travel Awards señalan a la ciudad rusa como el destino líder en Europa
San Petersburgo, fundada por el zar Pedro I el Grande en 1703, es una de las ciudades más bellas de Europa. Es la segunda metrópoli de Rusia después de Moscú y cuenta con más de cinco millones de habitantes. La mejor época para visitarla es junio, durante las llamadas «Noches Blancas», ya que el sol no desaparece en toda la noche, pero el otoño tampoco es mal momento. Las hojas de los árboles ofrecen un espectáculo multicolor único y la vida cultural es mucho más intensa que en verano. También el invierno tiene su encanto.
La avenida está repleta de tiendas, restaurantes, teatros y hoteles. La arquitectura es preponderantemente de los siglos XVIII, XIX, aunque hay también muchos edificios construidos en el siglo XX. Desde la Nevski se accede a la plaza de los Teatros, en donde se encuentran el Mijaílovski, de ópera y ballet, y el museo de Arte Ruso. El Mijaílovski es el segundo teatro en importancia de San Petersburgo después del célebre Mariinski.
Yendo por la Nevski en dirección hacia el río, inmediatamente después de pasar el canal Moika, en el lado derecho de la avenida, está el conocido café que lleva el nombre de Alexánder Serguéievich Pushkin, el más grande poeta ruso de todos los tiempos. Degustar sus exquisitos platos en un ambiente dieciochesco, escuchando romanzas rusas, es una de las citas obligadas.
Un poco más adelante, girando a la derecha, se ve el arco del Estado Mayor, inmortalizado en la película Octubre del cineasta soviético, Serguéi Eisenstein, en una de las escenas del asalto de los bolcheviques al Palacio de Invierno (actual museo del Hermitage).
A través del arco se llega a la Plaza del Palacio, en donde se yergue majestuosa la casa de los zares. En su interior atesora miles de obras de arte. Acudir al Hermitage para gozar de sus maravillas, incluidos los aposentos de la realeza rusa, y los cuadros de los maestros europeos de todos los tiempos, entre los que se pueden contemplar, entre otros muchos, a Velázquez, Murillo, Goya o Picasso, es algo también ineludible en la ciudad de los zares.
Tras concluir la incursión por las solemnes salas del Palacio de Invierno, desde cuyos ventanales de la fachada norte se puede admirar un imponente panorama del Nevá, con la Fortaleza de San Pedro y San Pablo en la orilla opuesta, se abren varias posibilidades para continuar inspeccionando la ciudad. Si es que aún nos quedan fuerzas.
La primera es cruzar el puente del Palacio y ver por dentro la Fortaleza, cuya iglesia, de San Pedro y San Pablo, acoge las tumbas de todos los zares rusos desde Pedro I. También del último monarca, Nicolás II, a quien los bolcheviques fusilaron junto con toda su familia. El complejo incluye la cárcel en donde estuvieron recluidos los adversarios del zar, entre ellos el hermano mayor de Lenin. Después, las mismas celdas fueron ocupadas por los «enemigos» del nuevo poder comunista. El famoso crucero Aurora, desde donde se dio el cañonazo que supuso la señal para comenzar el asalto al Palacio de Invierno.
Desde el Hermitage podemos trasladarnos a pie hasta la iglesia del Salvador sobre la sangre derramada, en el canal Griboyédov. El templo, que se terminó de construir en 1907, fue levantado en el lugar en donde murió en un atentado, el 13 de marzo de 1881, el zar Alejandro II. Lo más resaltable son sus mosaicos.
Desde allí se puede caminar por el malecón del canal Gribóyedov, ver la catedral de Kazán, en la intersección con la avenida Nevski y llegar a continuación hasta la plaza Isaákievskaya, en donde se alza la catedral de San Isaac, una de las más grandes de Rusia. Junto a ella están los hoteles Angleterre y Astoria, dos establecimientos de gran solera en San Petersburgo.
El primero es famoso porque en su habitación número 5 se suicidó en 1925 el poeta soviético, Serguéi Esenin. A pocos pasos de allí, siguiendo por el canal Moika, se llega al palacio de la Gran Duquesa, Zinaída Yusúpova, allí, en el número 94 del malecón, fue asesinado Grigori Rasputin, el monje visionario que ejerció una enorme influencia sobre el zar Nicolás II y su esposa Alejandra. El lugar es ahora un museo abierto al público y ofrece una escenificación con el mobiliario original y reproducciones de cera a tamaño natural de Rasputin y sus homicidas.
Unos metros más allá se puede aparece el legendario teatro de ópera y ballet Mariinski, de no menos prestigio que el Bolshói de Moscú. Es aconsejable hacerse con entradas para asistir a algún espectáculo de ballet u ópera. Enfrente del teatro está el impresionante edifico del Conservatorio de Música, en donde estudiaron compositores de la talla de Chaikovski, Prokófiev o Shostakóvich.
La ciudad es muy apropiada para pasear porque está repleta de palacios, iglesias y parques. Todo el centro de la antigua capital imperial fue declarado por la Unesco "patrimonio de la humanidad". Sin embargo, quien quiera imaginar que se encuentra en la época soviética debe darse una vuelta por la avenida Moskovski y observar su peculiar arquitectura estalinista. Entre junio y septiembre es fundamental hacer excursiones a los palacios de verano de Petergoff (Petrodvorets), Pávlovsk y Tsárckoye Seló. Éste último contiene una sublime reproducción de la legendaria Cámara de Ámbar.
ABC
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