Con 12 pisos y capacidad para 4.000 personas, el Disney Dream
promete un fin de semana de película, con juegos pirotécnicos, musicales
tipo Broadway, restaurantes animados y la nave de “Star Wars”.
Luego vendrían los extraordinarios parques de la Florida, hoteles temáticos, nuevas películas, princesas, héroes, villanos, musicales, más películas y enormes barcos para hacer realidad los sueños. Ese ambiente de fantasía se vuelve palpable desde las filas para tomar el Disney Exprés en el aeropuerto de Orlando. Niñas disfrazadas de princesas, adolescentes con las orejas de Mickey, mamás vistiendo tutús rojos de pecas negras en homenaje a Minie.
Y una vez a bordo del bus, varios televisores recuerdan los primeros episodios de los inolvidables dibujos de Walt Disney, quien murió de cáncer de pulmón antes de ver concluida su obra maestra: Walt Disney World. Este viaje, sin embargo, no será en tierra firme sino en alta mar. Zarpando de Puerto Cañaveral a bordo del Disney Dream, un impresionante crucero de 12 pisos, con capacidad para cuatro mil personas y 1.500 tripulantes, que recorre un pedacito del Caribe para detenerse en la pintoresca Nassau, capital de las Bahamas, y en Castway Cay, una pequeña isla privada que además de descanso ofrece horas de diversión.
Justamente, divertirse es lo que buscan quienes
emprenden esta travesía —en su mayoría mexicanos, colombianos,
brasileños— y las expectativas son enormes. Una lluvia de aplausos es el
comienzo de un fin de semana inolvidable. Con este gesto, a cargo de
unos diez miembros de la tripulación que forman una calle de honor por
la que pasa cada uno de los pasajeros, se da la bienvenida.
Durante los siguientes tres días será imposible aburrirse. Además del cronograma de actividades para niños y jóvenes, que incluye sesiones de fotos y autógrafos con Cenicienta, Blanca Nieves, Rapunzel y Bella, como es tradición en la noche de Halloween —una fecha en la que al igual que Navidad, Fin de Año y la mayor parte del verano el barco está totalmente lleno—, un espectáculo de juegos pirotécnicos y una puesta en escena de Piratas del Caribe sacan sonrisas y lágrimas de emoción.
Las mañanas y tardes transcurren entre la piscina, una divertida zona de chorros de agua para los más pequeños, la nueva tienda de dulces y helados inspirada en Vanellope, el teatro con sus maravillosos musicales que nada tienen que envidiarle a Broadway y que se presentan en dos funciones para que ninguno tenga excusa de perdérselos; el cine y el Disney's Oceaneer Club.
Este es un escenario diseñado especialmente para niños y jóvenes, dividido en tres grandes áreas: el cuarto de Andy, con las paredes azules y nubes blancas como si fuera un cielo, en donde están en tamaño real algunos de los juguetes más queridos de Toy Story: el señor cara de papa, el dinosaurio y el perro resorte. Justo enfrente queda la Infinity Room, con una gigantesca pantalla para jugar sin controles, y en el medio, la recién inaugurada atracción de Star Wars.
Un espacio pensado tanto en los fanáticos como en quienes no conocen la historia, con la posibilidad de comandar la nave y aventurarse por diferentes galaxias, recibir la inesperada visita de Darth Vader y algunos de los soldados del ejército imperial y tener un encuentro con el amigable R2-D2.
La hora de la comida también es toda una experiencia. Además del enorme restaurante tipo bufé del piso 11, están el Royal Palace, que hace sentir a sus comensales como si fueran parte de la realeza, y el Animator’s Plate, en el que Crush, la graciosa tortuga de Buscando a Nemo, anima la velada.
Aunque este es un crucero familiar, sabiamente sus creadores adecuaron zonas exclusivas para adultos, en donde padres y parejas sin niños pueden gozar de unas horas lejos del bullicio y las aglomeraciones. Para consentirse están el spa con sus ventanales que miran al mar y el restaurante Palo con una exquisita carta italiana. Quienes quieran tomarse unos tragos pueden ir a Pink, un bar de vinos y champaña inspirado en los elefantes que ve Dumbo cuando cae en un balde de cerveza, con botellas de hasta US$500, o al Skyline Lounge para tomar martinis y un pub irlandés que permanece abierto hasta las 2:00 de la mañana.
Fuera del barco, el mar Caribe, aunque un poco frío por esta época del año, encanta con su azul turquesa. En Nassau, más que pasear por las tiendas libres de impuestos y ceder a uno que otro antojo vale la pena conocer el Hotel Atlantis, escenario de algunas de las películas de James Bond, y su deslumbrante acuario, o bañarse en la playa de los marranos nadadores, en Exuma. Y en Castway Cay, la isla privada de Disney, el plan imperdible es hacer esnórquel por entre tesoros hundidos y estatuas de Mickey custodiadas por pescados de colores; pasear en bicicleta y relajarse con un concierto de baladas americanas.
Regresar a la realidad cuesta. Camino al aeropuerto, las pantallas del Disney Exprés ya no muestran episodios protagonizados por Pluto o el Pato Donald, sino cortos de los hoteles y cruceros Disney para que los cansados viajeros comiencen a soñar con sus próximas vacaciones.
El Espectador
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