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martes, 2 de mayo de 2017

Hallstatt, el pueblo más lindo de Europa según usuarios de Instagram

Más de 200.000 publicaciones de los turistas lo recomiendan como un lugar ideal para la fotografía.


El pueblo de Hallstatt está ubicado en Austria y hace parte del distrito montañoso de Salzkammergut.

Hallstatt

La población se encuentra a unos 511 metros sobre el nivel del mar. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997 por parte de la Unesco.

Hallstatt

Esta localidad debe su nombre a un término céltico con el que se conocía a la sal.

Hallstatt

Hallstatt cuenta con una población de 815 habitantes.

Hallstatt

Hallstatt cuenta con una de las minas de sal más antiguas del mundo. Expertos aseguran que tiene 7.000 años de explotación.

Hallstatt

Los turistas en este pueblo aseguran que tiene la tubería más vieja del mundo, la cual fue construida hace 400 años a partir de 13.000 troncos ahuecados.

Hallstatt

Parte de los hallazgos más antiguos de esta población datan del año 5.000 antes de Cristo.

Hallstatt

Los primeros asentamientos humanos en este pueblo se fueron estableciendo gracias a los yacimientos de sal.

Hallstatt

Debido a su famosa reputación, Hallstatt tiene una réplica en China. En 2011, el país asiático propuso una construcción de esta población en Huizhou.

El Tiempo

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lunes, 13 de marzo de 2017

A 'puebliar' al estilo francés

Más allá de París, una guía para explorar Francia y su costa. Ruta medieval en el sur de la Bretaña.

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Josselin, Francia

Con más de 36.000 comunas (desde caseríos hasta ciudades), Francia es la meca de los pueblitos, las iglesias, los caminos empedrados y los castillos. Y recorrerlos es el plan perfecto para conocer la esencia de este país.

Una de las regiones ideales para tomar el volante y empezar es el sur de la Bretaña, península al noroeste de Francia con una fuerte identidad cultural y de tradición pesquera. Josselin, Locronan, Concarneau y Pont Aven son algunos sitios de este recorrido, llenos de historia, gastronomía y arquitectura medieval.



La capital de la región, Rennes, se encuentra a solo cuatro horas de ruta de París o a dos horas en tren. De ahí se parte hacia Josselin, a 81 kilómetros. La vía de acceso pasa junto a un río, el canal de Nantes, que abraza un castillo de hace cerca de mil años y lleva el mismo nombre del pueblo. Erigido en el siglo XI, ha sido construido y reconstruido varias veces. Las guerras contra Inglaterra en el Medioevo, las religiosas y las de Secesión del pueblo bretón para liberarse de Francia lo moldearon hasta dejar una fortaleza de cuatro torres.

Hecho en piedra y granito, recoge varios estilos arquitectónicos: un costado de la fachada es medieval, mientras que el otro –esculpido en el siglo XVI– refleja el estilo gótico del Renacimiento bretón. Dentro, donde las fotos no son permitidas, se impone el neogótico de finales del siglo XIX. Aún habitado por los herederos de Rohan, la primera planta fue adaptada para recibir a los turistas. En el recorrido se conocen obras de arte y lujosos muebles. Fuera del castillo está el Museo de Muñecas y Juguetes, donde se exhiben más de 5.000 piezas. Pero es el mercado de los sábados el que se roba el protagonismo de Josselin. Entre las 7:30 de la mañana y el mediodía, los productores locales llenan las calles de carnes, frutas y legumbres, también pan, miel fresca, charcutería fina, quesos con varios niveles de maduración, vinos, ropa y hasta platos calientes.

La ‘cité’ de los pintores

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A una hora está Pont-Aven, ‘la cité de los pintores’, con sus molinos de agua, sus flores silvestres y sus casas al borde del estuario del río Aven. Gracias al pintor posimpresionista Paul Gauguin, este pueblito de 3.000 habitantes se hizo conocido. Él retrató a los habitantes, en especial a las bretonas en su traje típico: un vestido negro con bordados de flores coloridas, delantal blanco y, en la cabeza, una cofia decorada con encajes.


El placer de Pont Aven está, además de las galerías de arte que inundan la ciudad, en recorrerla a pie y atravesar las cadenas de puentes de madera que atraviesan el río. No hay que dejar de probar las galettes, que no son otra cosa que crepes, su producto gastronómico más conocido.

Vivir la vida del marinero

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Tomando de nuevo la ruta, hacia el occidente, está el puerto de Concarneau, ciudad pesquera de costas rocosas. Con más de 20.000 habitantes, está llena de rincones pintorescos para recorrer a pie. Sobresale Ville Close, isla medieval amurallada con caminos de piedra, casas antiguas, restaurantes y tiendas.


Ahí, el Museo de la Pesca exhibe antiguas y modernas herramientas de trabajo, barcos pesqueros a escala y en tamaño real, como el Hémérica, afirmado al muelle y abierto para acercar turistas al mundo de los marineros. En tierra firme hay rincones curiosos como El Marinarium, con su acuario de 120.000 litros, y la capilla de la Cruz, a 15 minutos de caminata por el borde del mar. Dentro hay un navío a escala para proteger a los marineros que se iban durante meses al mar. “Eso explica la sociedad matriarcal bretona. Ellas se quedaban en tierra firme y lidiaban con los problemas del pueblo”, dice una guía. Cuenta la leyenda que Luis XIV, en el siglo XVII, mandó a destruir los campanarios de varias iglesias porque los bretones se negaron a pagar un alza en los impuestos y que, como protesta, las mujeres elevaron a 30 centímetros la altura de sus cofias. Pero los historiadores coinciden en que el cambio se dio en el periodo entreguerras, para recuperar una tradición y como símbolo de belleza.

Concarneau es especialista en los platos y conservas con base en sardinas y atún –cada año extraen 100.000 toneladas–. Además de pescado, se consiguen mejillones, ostras y almejas, que se venden a pregones, todos los días desde las seis de la mañana, en los mercados. Es una ciudad con una amplia oferta hotelera –incluso hay un económico albergue de juventud, junto al Marinarium– y en verano, los deportes náuticos y los bañistas se toman las aguas.

Catedrales históricas

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Quimper, 27 kilómetros al occidente de Concarneau y con 64.000 habitantes, es una de las ciudades emblema de Bretaña. En idioma bretón, único de esta región, su nombre significa “encuentro entre ríos”. Desde el río Odet se ve la catedral de San Corentín. Es una joya gótica del siglo XIII, cuya construcción duró seis siglos y se hizo sobre otros edificios prerromanos y romanos que datan del año 830.

Una de sus peculiaridades es su forma en cruz latina, un poco torcida. Según el guía de la oficina de turismo de Quimper, “algunos dicen que es para evocar la inclinación de la cabeza de Jesús en la cruz, pero la verdad es que el terreno era inestable y no hubo más remedio que desviar parte del edificio”. Su centro histórico, de calles angostas, está bien preservado. Hay cafés, un mercado, boutiques de ropa, joyerías y restaurantes por doquier. Y cerca está el jardín de Locmaria, que aunque es moderno, se creó para retratar el estilo medieval y cristiano de corredores de flores y plantas aromáticas.


El recorrido continúa a 20 minutos de carretera hacia el occidente, hasta el cinematográfico Locronan –Roman Polanski grabó ahí su película Tess–. Ahí se preservan intactas las fachadas medievales de granito gris que en primavera contrastan con las hortensias violetas, borgoña y azules. Su principal atractivo es la iglesia de San Ronan, a la cual se le atribuye el poder de la fertilidad. Fue uno de los templos preferidos de la duquesa Ana de Bretaña, quien, tras ver morir seis de sus bebés, oraba allí, desesperada por dar a luz un hijo sano.

Al ser la única heredera de Bretaña, la monarquía francesa buscó a toda costa sellar matrimonios que ataran el futuro de la península a su reino, todo en contra de la voluntad de la duquesa, que deseaba la independencia bretona. A los 21 años ya se había casado con un emperador y dos reyes que terminaron por anexar la península a Francia, en el siglo XVI.

Misterio neolítico

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Una buena manera de terminar el recorrido es devolverse en el tiempo, 125 kilómetros hacia el oriente, o una hora y media de recorrido. Carnac y Locmariaquer, más que pueblos son cúmulos de rocas de todos los tamaños muy alineados. Son a Francia lo que Stonehenge a Inglaterra.

En Carnac hay cerca 4.000 megalitos dispuestos en 11 filas a lo largo de 5 kilómetros, que datan de entre los años 2.000 y 5.000 antes de Cristo, en el periodo neolítico.


Y en Locmariquer hay una enorme roca (Menhir o piedra de pie) de 21 metros y 300 toneladas. Nada explica cómo llegó hasta ahí, en plena Edad de Piedra, pues su composición no corresponde al suelo de la zona donde se encuentra, sino al de otra que está a 10 kilómetros de distancia. Por eso es la piedra más grande jamás desplazada por los humanos. Ahí hay una tumba (Tumulus) de 140 metros y una recámara con una roca horizontal –Dolmen– como techo.


Si usted va...
Francia hace parte del territorio Schengen, y los colombianos no necesitan visa. Eso sí, deben cumplir con los requisitos: tiquete con fecha de regreso, reservas hoteleras, dinero en efectivo.

El Tiempo


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martes, 13 de septiembre de 2016

Los diez pueblos más bonitos de Italia

Localidades con historia y arte que merecen ser visitados alguna vez en la vida

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Todo el mundo sabe que Italia tiene infinidad de lugares con encanto y magia, entre los más bellos del planeta. No en vano lo llaman «bel paese» (bello país), una clásica expresión poética -Dante y Petrarca fueron probablemente los primeros en utilizarla- para referirse a Italia y destacar sus paisajes naturales, su cultura, arte e historia. Esta riqueza se aprecia en numerosos pueblos, entre los que hemos elegido una decena que merecen ser visitados alguna vez en la vida.


Matera
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Su centro histórico se remonta al periodo prehistórico. Matera, en la región de Basilicata, al sur de Italia, con sus antiguas viviendas excavadas en la roca caliza, será capital europea de la cultura 2019. Matera estaba considerada en los años 50 del siglo pasado como «la vergüenza de Italia», por sus miserables condiciones de vida: el analfabetismo era endémico, hombres y mujeres convivían en un único espacio, sin luz eléctrica ni agua corriente. Pero con muchos años de esfuerzo ha sido capaz de proyectar su propio futuro y convertirse en un modelo para el sur de Italia.


Los «Sassi de Matera» («piedras de Matera») y el conjunto de sus iglesias rupestres fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993, favoreciendo el desarrollo turístico de la ciudad. Habitada desde el Paleolítico, Matera se hizo famosa en todo el mundo después de que Pier Paolo Pasolini filmara en el año 1964 «El Evangelio según san Mateo». Después «Rey David», con Richard Gere de protagonista, se rodó también en Matera en 1985. Otra película, «La Pasión de Cristo», de Mel Gibson, hizo conocer los «Sassi» (las viviendas excavadas en la roca) en todo el mundo.


Civita di Bagnoregio

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Conocida como «El pueblo que muere», ofrece un panorama único, sobre todo del valle del Tíber. Fue fundado hace 2.500 años por los etruscos, a 120 kilómetros de Roma, en la provincia de Viterbo. Lo habitan de forma permanente 3-4 personas, mientras las casas, un centenar, constituyen segunda vivienda de muchas personalidades del mundo artístico, de la cultura nacional e internacional, y de las finanzas, incluida la americana. Todos se sienten fascinados por este pueblo único, que domina sobre el majestuoso Valle dei Calanchi. Pero su estabilidad está en peligro al encontrarse en la cima de una colina arcillosa, sometida a la erosión y desprendimientos del terreno.

Portofino

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A 50 kilómetros de Genova se encuentra este espléndido pueblo antiguo, rodeado de mar y de montaña. Según Plinio el Viejo (23-79), fue fundado durante el imperio romano con el nombre de Portus Delphini, a causa, quizás, por la gran población de estos animales en el golfo de Tigullio. Portofino, situado a los pies de un promontorio cubierto de abundante vegetación con variedad de ambientes naturales, se asoma a un mar de enorme belleza. Sus casas coloradas, su famosa «Piazzeta», el corazón mundano del pueblo que se asoma al característico puerto, sembrado de embarcaciones de lujo y de pequeños barcos de pescadores, atraen cada año a miles de turistas. Es una de las joyas del paisaje italiano, frecuentado desde siempre por personajes del mundo del espectáculo, de la cultura y de las finanzas.


Varenna
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En la orilla del Lago de Como, Varenna, en la provincia de Lecco, región de Lombardía, al norte de Italia, es uno de los pueblos con más encanto de la zona, con 859 habitantes. Varenna está cargado de historia: Sus orígenes se remontan al siglo XI y nace como pueblo de pescadores. El Castillo de Vezio se eleva sobre un promontorio que domina el pueblo y ofrece una vista excepcional del paisaje de los alrededores. Varenna cuenta con dos magníficas villas: Villa Cipressi, con su jardín a distintos niveles, y Villa Monastero –inicialmente fue un monasterio femenino cisterciense fundado a finales del siglo XII-, con un jardín de dos kilómetros de largo frente al lago. A 23 kilómetros de Varenna se encuentra Laglio, un pueblo de unos 1.000 habitantes, en el que George Clooney se compró Oleandra, una villa del siglo XVIII, por unos 7,5 millones de euros. Al igual que el divo de Hollywood otros personajes célebres y poderosos han encontrado residencia en la ribera del lago de Como, lugar ideal para los que buscan tranquilidad e inspiración.

Manarola
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Desde este pueblo, en lo alto de una montaña, con el mar en su base, se pueden admirar paisajes únicos. Forma parte de las «Cinque Terre» (Cinco Tierras) , costa formada por cinco pueblos en la provincia de La Spezia, en la región de Liguria, al noroeste de Italia: Monterosso, Vernazza, Corniglia, Riomaggiore y Manarola forman las Cinco Tierras, que son de una belleza excepcional. El visitante queda fascinado por un mar incontaminado y una tierra sembrada de viñedos, olivares y cítricos. Manarola es un claro ejemplo de cómo el hombre ha conseguido dominar esta tierra salvaje y rocosa, construyendo sus casas y creando terreno para huertos y viñedos.

Los alcaldes de los pueblos de las Cinco Tierras temen la gran afluencia de turistas en verano y se plantean imponer «numerus clausus» para evitar la excesiva masificación.


San Gimignano
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Situado en una colina, entre Siena y Florencia, es un pueblo espléndido del siglo X, rodeado de una muralla del siglo XIII. Una visita a San Gimignano supone sumergirse en una atmósfera de un pueblo medieval pues se ha mantenido intacto el ambiente de esa época. Su rasgo característico son las espectaculares torres del pueblo, cada una con su historia, que dominan el paisaje. San Gimignano vivió un periodo de gran riqueza artística y económica, sobre todo en el siglo XIV, en buena medida gracias a los peregrinos que recorrían la Vía Francígena, una ruta que va de norte a sur de Europa. Comienza en Canterbury y acaba en la plaza de San Pedro del Vaticano. Hoy San Gimignano tiene una gran vida turística, con una infinidad de restaurantes y tiendas, algunas de artesanía. El centro histórico del bello pueblo medieval ha perdido dos tercios de residentes en 30 años y corre el riesgo de morir de turismo, convertido en una Disneyland del medievo.


Ravello

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Uno de los recorridos más bellos de Italia es la costa Amalfitana, donde se funden el verde de los cultivos de cítricos en las laderas con el azul del mar, con el resultado de un paisaje único: Bahías, ensenadas, pequeños pueblos con sus pintorescas callejuelas encaramados en las montaña. Una perla de la costa Amalfitana es Ravello, pueblo refinado y elegante, en medio de la naturaleza con villas señoriales. El corazón del pueblo es Piazza Vescovado, situada entre el Palacio Rufolo y la Catedral con una magnífica fachada y un campanario de 35 metros. Otros pueblos dignos de mención de la costa Amalfitana son Amalfi, que da nombre a toda la costa; Positano, un verdadero paraíso, y Atrani, de época medieval, con estrechas callejuelas, patios, arcos, plazas y características escaleras.


Asís

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Es uno de los pueblos más famosos de Italia, situado en la provincia de Perugia, región de Umbria, en el centro de la península. Conocido, sobre todo, porque aquí nacieron y murieron Santa Clara y San Francisco, quien es el patrón de Italia. A él está dedicada la Basílica de Asís, con dos iglesias superpuestas y una cripta con la tumba de San Francisco. Los espléndidos frescos de Giotto y de Cimabue son una joya única del arte. Santa Clara tiene también dedicada una basílica, con interesantes frescos. En Asís se respira la magia de la atmósfera medieval, pero tiene restos romanos, como las murallas, el foto (la plaza del ayuntamiento), un teatro y un anfiteatro. Uno de los edificios romanos mejor conservados es el templo de Minerva, transformado en la iglesia de Santa María.


Capri

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Es meta turística de fama mundial. El pueblo Capri, en la isla del mismo nombre, es un lugar mágico con larga historia que se remonta a época romana. Ese recuerdo se conserva en numerosos restos arqueológicos, como las ruinas de Villa Jovis, construida por el emperador Tiberio. Su legendaria «piazzetta» es el escenario de la dolce vita de Capri, por donde han pasado viajeros de todo el mundo, intelectuales y personajes célebres.

La isla presenta una costa escarpada e irregular, en la que destacan sus famosos «faraglioni», grandes escollos rocosos, además de innumerables cuevas entre las que destaca la «Grotta Azzurra».



Taormina

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Es una de las joyas de Sicilia, isla que con sus increíbles paisajes y sus pueblos únicos, continúa a encantar a miles de viajeros. En su recorrido por Italia, Goethe se entusiasmó de Taormina y de Sicilia, llegando a exclamar: «Aquí está la clave de todo». Situada en la costa este, Taormina es para los amantes de la historia y del arte un lugar ideal para visitar. Símbolo de la ciudad es el teatro griego del siglo III a. C. Desde aquí, espectacular es el panorama que se divisa del mar azul turquesa hasta las costas de Calabria, de la ciudad de Siracusa y de la cima del Etna, un volcán que cuando está activo ofrece uno de los espectáculos más maravilloso de la fuerza de la naturaleza.

ABC



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miércoles, 17 de agosto de 2016

Siete destinos de cuento para viajar por Europa con niños

Pueblos con encanto para disfrutar en familia por Francia, Italia, Alemania o España

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Ascoli Piceno, Italia



Como buen destino familiar, Ascoli Piceno en la región italiana de Marcas tiene de todo. Cercana a Umbría, Marcas suele ser más barata que su vecina a pesar de que comparten atractivos – cabe mencionar su excelente gastronomía, su historia y el paisaje. Además, el pequeño pueblo de Ascoli Piceno está perfectamente ubicado para explorar la flora silvestre y las montañas del Parque Nacional Monti Sibillini, un lugar idílico para que disfruten niños de todas las edades mientras caminan, van en bici o montan a caballo.


Segovia, España

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Incluso los niños más reticentes a la cultura quedarán impresionados con el antiguo acueducto romano, toda una maravilla de la ingeniería construida entre finales del siglo I y comienzos del siglo II. La leyenda cuenta que Segovia fue fundada por Hércules o por el hijo de Noé y, al parecer, Walt Disney se inspiró en su Alcázar para diseñar el castillo de cuento de hadas en el Disneyland de California. Y si todo esto falla a la hora de captar el interés de los pequeños de la casa, una vuelta por la zona de tapas hará a los niños muy felices.



Riquewihr, Francia

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Justo el centro de esta región vinícola puede no parecer una elección obvia para viajar con niños, pero el encanto rural de la plácida Riquewihr la convierte en un destino ideal para toda la familia. Una pequeña y cautivadora localidad con casas dispuestas sin ton ni son que prácticamente no ha cambiado desde el siglo XVI. Ubicada en el corazón de Alsacia, en un paisaje marcado por la infinitud de viñedos, es un lugar lleno de rincones perfectos para disfrutar de un buen picnic a base de baguettes y queso francés. 


Quedlinburg, Alemania

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Quedlinburg es un irresistible pueblo en la montaña que enamorará a familias enteras, especialmente las que estén interesadas en la historia o les guste disfrutar al aire libre. La ciudad fue fundada a comienzos del siglo IX y su abadía ha sido el hogar de una comunidad religiosa para mujeres aristocráticas durante más de 800 años. Como telón de fondo, las montañas de Harz, donde se puede acceder, a través de sus senderos, a vistas inolvidables.



Zakopane, Polonia

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Zakopane es una ciudad-resort polaca que puede convertirse en el campo base de muchas familias para explorar los montes Tatras. Se trata de un magnífico lugar junto al lago, desde donde observar los picos nevados de las montañas, una atracción en sí mismos. Zakopane es el destino ideal para las familias a las que les gusta disfrutar de vacaciones activas, bien para deportes de invierno o para paseos y escaladas durante el verano.


Ohrid, Macedonia

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Aunque cada vez sube más puestos en los rankings de destinos más populares, el perfil todavía relativamente bajo de Ohrid implica que es mucho más asequible que cualquier otro equivalente europeo. Las vistas desde la orilla del lago son magníficas, con las montañas a ambos lados reflejándose sobre el agua. Pero no todo es tomar el sol y bañarse en el lago: esta zona también alberga restos fascinantes de las civilizaciones bizantinas y otomanas. 



Betws-y-coed, Gales

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El principal atractivo de este pequeño pueblo es su cercanía al Parque Nacional Snowdonia, pero su encanto también atrae a muchísimos visitantes. La historia se refleja en cada esquina de este lugar, pues es la quintaesencia británica: puentes de piedra, riachuelos tranquilos, típicas casas de campo… y todo esto sin contar con los encantos del parque natural.

ABC


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miércoles, 3 de agosto de 2016

Los tesoros escondidos de China: siete pueblos que merece la pena conocer

Más allá de la Gran Muralla, la Ciudad Prohibida o los Guerreros de Xian, en China hay tesoros únicos y escondidos que pocos viajeros se aventuran a conocer.

Hoy vamos a solventar esta situación demostrando que este país asiático es un paraíso de pueblos escondidos.

Fenghuang


MINUBE/UN MUNDO PARA 3

Posiblemente, Fenghuang sea la joya de la corona de esta lista. Pocos pueblos quedan tan pintorescos y bien conservados. Casas típicas de madera con vistas al río, puentes que cruzan y su nombramiento Patrimonio de la Humanidad le dan ese toque tan especial. Lo único malo es que es superconocido y siempre hay mucha gente recorriendo sus calles.


Shangri-la

MINUBE/JUANJO FONTANET

Shangri-la significa "paraíso en la Tierra". Esto ya dice mucho de lo que te vas a encontrar aquí. Lamentablemente en 2012 la ciudad sufrió un incendió que destruyó gran parte de su patrimonio cultural. Aún así, no deja de ser un lugar precioso. Además es el punto de partida de los aventureros que toman camino al Tíbet. 


Lijiang

MINUBE/MIRIAM Y FERNÁN

En este pueblo parece que el tiempo se haya detenido. Caminando por cada una de sus calles podrás observar las numerosas tiendas de colores de los Naxi (así es como se llaman a sus habitantes). 

Suzhou

MINUBE/VICTORIA GARCÍA

Al pueblo de Suzhou se le conoce como la pequeña Venecia china. Su casco histórico conserva las casas tradicionales entre pequeños canales de agua a modo de calles, que van a dar al Canal Imperial que servía para suministrar agua a las ciudades del norte, a la vez que era la principal vía de comunicación para traslado de tropas e intercambios comerciales. 


Zhouzhuang

MINUBE/JUANJO FONTANET

Zhouzhuang es un pueblo fluvial situado a 120 kilómetros de Shangai. Es famoso por las góndolas que recorren sus ríos, por los puentes y por lo bien conservada que está. 


Wuzhen

MINUBE/M.HERNÁNDEZ
Se cree que este pueblo tiene más de 7.000 años y está dentro de la categoría de Pueblo Antiguo Representante de la Historia y Cultura China. Además de su obvia belleza, tiene varios rincones imprescindibles como la antigua casa de Mao Dun, un famoso escritor chino; el pabellón Fanglu o la imagen del puente sobre puente. 

Zhaoxing

MINUBE/CARMEN PÉREZ DEL OLMO

Es un lugar ideal para sumergirse en la cultura propia de los Dong y experimentar el calmado ritmo de vida en una auténtica aldea tradicional China: mujeres tiñendo telas a golpe de martillo, hombres labrando el campo y cientos de niños jugando en la calle. 

Huffington Post

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miércoles, 29 de junio de 2016

Los 7 pueblos más bonitos de Francia

Mientras se celebra la Eurocopa 2016 recorremos algunos de los paisajes más bellos de la campiña francesa

Rocamadour (Lot, Midi-Pyrénées)

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Situado en el departamento de Lot, en la región de Midi-Pyrénées, Rocamadour semeja un lugar encantado. El conjunto de sus edificios, trepados en equilibrio ilusoriamente precario sobre una escarpada ladera de 120 metros que cae hacia el río Alzou, afluente del Dordoña, constituye una visión de cuento de hadas. El pueblo es, ciertamente, una despampanante superposición de casas e iglesias rodeadas de pasadizos y escaleras que serpentean por doquier bajo puertas, ventanas y balcones labrados con refinamiento. Toda una guinda arquitectónica de arcaico sabor coronando una tarta de naturaleza agreste, boscosa y seductora.

Según la leyenda, Rocamadour debe su nombre a San Amador, cuyo cuerpo, presuntamente incorrupto, fue encontrado en el año 1162 por monjes benedictinos en el interior de una tumba labrada en el acantilado. Sus célebres santuarios –siete en total- atraen cada año a incontables peregrinos y viajeros, a tal punto que lo convierten en el segundo lugar más visitado de Francia, sólo por detrás del Monte Saint-Michel. Desde la zona baja del pueblo, los 216 peldaños de la denominada Gran Escalera -son legión los que la suben de rodillas- conducen a lo alto del acantilado, donde se halla la plaza de las iglesias, excelente mirador del cañón del Alzou y del parque natural regional de Causses du Quercy.



Aquí la visita inexcusable es la de la capilla de Notre-Dame, sitio en el que se vela la estatua de Santa María de Rocamadour, original del siglo XII, popularmente conocida como la Virgen Negra en razón del color de su tez, con el Niño Jesús en brazos y la cabeza coronada. Encima de la entrada de la capilla, incrustada en la piedra, se puede ver una espada de hierro: conforme a la tradición, se trata de Durandal, la legendaria espada de Roldán.


La Roque Gageac (Dordoña, Aquitania)

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En la prefectura del Périgord Noir –una de las cuatro que integran el departamento de Dordoña, en Aquitania-, las otrora impetuosas aguas del río Dordoña, que hoy fluyen plácidas en cuantiosos y anchos meandros, acabaron configurando un terreno quebrado, salpicado de abruptos valles, en cuyos acantilados hacen alardes de equilibrio las construcciones defensivas de los castillos y las casas de numerosos pueblos medievales.

Como las de La Roque Gageac, una de las localidades más pintorescas del Périgord Noir, tercera en la lista de las más visitadas de Francia, sólo por detrás de Saint Michel y Rocamadour. Se guarnece en un acantilado que, cortado a pico, nos ofrece impagables vistas panorámicas sobre campos de labor y extensos bosques, dignas del lienzo del mejor de los pintores paisajistas. Las casas de piedra clara y techos de pizarra, algunas troglodíticas, integradas en la roca misma, se reflejan en la corriente del Dordoña, por la que se deslizan, perezosas, las gabarras, réplicas de las que en el siglo XVIII transportaban mercancías, ahora paseando a los turistas.

De los 1.500 moradores que tuvo en siglos pasados, La Roque Gageac ha pasado al medio millar actual, si bien el número de visitantes es muy elevado. Orientada al sur bajo la protección de su acantilado, disfruta de un microclima subtropical bajo el que medran palmeras, ágaves, bambúes y plátanos. Antes de abandonar Dordoña, rumbo a Grecia, Henry Miller escribió: «Aquí está el paraíso de los franceses. Périgord es la tierra del encantamiento, celosamente guardada por los poetas y que sólo ellos pueden reivindicar […] Puede que un día Francia deje de existir, pero el Périgord sobrevivirá como sobreviven los sueños de que se nutre el alma de los hombres».



Conques (Aveyron, Midi-Pyrénées)


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Con sus típicas fachadas de entramados de madera y tejados de pizarra coloreada por los verdines del musgo, no hay una sola casa en Conques que desarmonice con su entorno natural, un paraje de media montaña bien preservado abundante en verdores lozanos y arbóreas espesuras. Respecto a su calificación entre los pueblos más bonitos de Francia se la debe a la autenticidad de su patrimonio en cuanto a arquitectura románica, orfebrería medieval y arte contemporáneo se refiere. Es, por lo demás, una de las poblaciones destacadas del Camino de Santiago francés, gracias a su famosa abadía románica, erigida entre 1045 y 1060 e incluida hoy en entre los bienes culturales de la Unesco.

Conques, que cuenta apenas con 300 habitantes, recibe anualmente medio millón de visitas de curiosos y peregrinos. Estos últimos comenzaron a acudir a la villa a partir del siglo XI, cuando los monjes de la mencionada abadía trajeron las reliquias óseas de la jovencísima mártir cristiana Sainte Foy (Santa Fe), quien en el 303 d.C., contando sólo 13 años, fue condenada a la hoguera en Agen, Aquitania, por defender su credo ante los romanos.

Los actuales edificios y las callejuelas empedradas se cimentaron durante la Alta Edad Media. La vía principal se abre -¡cómo no!- a Sainte Foy, reina de la admiración general y del fervor de miles de devotos. Considerada una de las iglesias abaciales más grandes del románico, posee una nave central de 22 metros de altura, amén de 250 capiteles, un tímpano con escenas del Juicio Final y vitrales del pintor contemporáneo Pierre Soulages. Claro que la atracción estelar es su famoso tesoro de plata medieval, mil años de orfebrería religiosa rescatada de las vicisitudes de la Historia por los habitantes de Conques: una colección única en Francia y una de las cinco más grandes de Europa.


Ars-en-Ré (Isla de Ré, Charente-Marítimo)

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Sede de nuestro combinado nacional durante el Campeonato Europeo de fútbol de selecciones que se está celebrando en Francia, la isla de Ré, enfrente de La Rochelle, en el departamento de Charente Marítimo, constituye un popular destino vacacional en la soleada costa oeste del país galo, costa a la que permanece unida por un puente de peaje de 2,9 km de largo, terminado en 1988. Una carretera recorre sus 30 km de llanuras, dejando al costado sur las playas, aptas para familias con niños que buscan ambientes tranquilos, y al lado norte las salinas, los criaderos de ostras y un puñado de pueblos dignos de explorarse, entre los cuales se encuentra Ars-en-Ré. Un paseo a pie entre el blanco de sus fachadas encaladas, el rojo de las tejas, el verde tradicional de las persianas, el cárdeno de las malvas semisalvajes que crecen por todos los rincones y el azul del océano esporádicamente entrevisto entre casa y casa o calle y calle es una cabal borrachera multicolor, un deleite para la vista y un regocijo para el espíritu.

La iglesia de Saint Etienne, punto focal de la población, tiene un particularísimo campanario cónico, cuyo fastigio aparece pintado de negro, como el capirote de un penitente, en agudo contraste con la albura de la parte inferior de la torre: una señal blanquinegra inconfundible para los barcos que se aproximaban a la costa. Su puerto, el más importante de la isla de Ré, hoy con capacidad de atraque para medio millar de embarcaciones deportivas, recibía a los cargueros de Holanda y de los países escandinavos que comerciaban con la sal, mercancía de subido valor en esta tierra insular durante los últimos 800 años. Actualmente las salinas se explotan de forma artesanal y casi testimonial, a modo de exhibición para el turismo.


Vézelay (Yonne, Borgoña)

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Un pueblo en la «colina inspirada». Sobre sus laderas, las hermosas casas medievales, aglomeradas a lo largo de la calle principal, trepan pendiente arriba. ¿Has llegado a la parte baja de Vézelay en coche, a caballo o a pie por la concurrida 654 GR, una de las cuatro rutas francesas del Camino Compostelano? Son los instantes de comenzar tu ascenso, de mantener tu expectación a cada paso. Romain Rolland, Max-Pol Fouchet, Georges Bataille, Jules Roy... vas descifrando las placas que indican las residencias donde estos hombres de letras se hospedaron. A mitad de la cuesta descubres el museo Zervos, que exhibe obras de Calder, Miró y Max Ernst. Finalmente, en lo más alto, alcanzas la monumental basílica, un centro cardinal de la cristiandad desde el Bajo Medioevo. Y entonces, ahora sí, déjate seducir por el grandioso pórtico, por el vasto atrio, antes de penetrar en la nave luminosa...

La historia religiosa de Vézelay, aupada sobre el valle del río Yonne, arranca de antiguo. La prístina iglesia del siglo IX, obra del borgoñón Girart de Rousillon, conde de París, sufrió dos siglos de saqueos e incendios a manos de los normandos. Hasta que, poco después del final del primer milenio -y aquí la crónica entronca con la leyenda-, un monje llamado Baudillon encontró en Saint-Maximin-la-Sainte-Baume unas reliquias óseas de María Magdalena y las trajo a Vezélay. Cuando en 1058 el papa Esteban IX confirmó su autenticidad, dio comienzo una afluencia progresiva de peregrinos que continúa en los días actuales.

La creciente multitud de devotos hizo necesaria una ampliación de la iglesia carolingia original. Si bien, arruinada por el tiempo, la basílica de Santa María Magdalena de Vezélay, obra maestra de la arquitectura románica del siglo XII, clasificada como Patrimonio de la Humanidad, la contemplamos hoy en la reconstrucción efectuada en 1840 por el arquitecto Eugéne Viollet-leDuc.


Montrésor (Indre-et-Loire, Centro)

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Valle de reyes, jardín refinado y tabernáculo cultural de Francia, el Loira, con su «caprichosa y pérfida molicie» –rasgo que le atribuía el historiador decimonónico Jules Michelet a causa de sus crecidas, siempre imprevisibles y a menudo devastadoras- ha atraído a sus orillas e inspirado en ellas a soberanos, artistas y personajes ilustres a lo largo de los tiempos. Y es que, en su tránsito por el Orleanesado, Turena y Anjou (la denominada Región Centro), el río más largo del país galo y sus afluentes trazan la ruta de los castillos reales, reflejo soberbio y excepcional de la memoria francesa. Centenares de recintos medievales y renacentistas jalonan el paso de sus aguas tornasoladas a través de una tierra de bosques y viñedos rica en flora y fauna salvajes.

Sesenta kilómetros al sureste de Tours, enclavado en el corazón del valle del Loira, Montrésor, otro de «los más bellos pueblos de Francia», te da la bienvenida, trenzándola con el encanto y la autenticidad que ha conservado a lo largo de su milenio y pico de existencia. De entrada, el pueblo te invita a paseos bucólicos por los balcones del río Indrois, afluente del Indre –tributario, a su vez, del Loira- o a darte un chapuzón en la Edad Media dentro de su fortaleza. También a degustar sus macarrones y chicharrones, quizá como compromiso previo al descubrimiento de su arte y de su historia celosamente guardados en sus monumentos.

El castillo de Montrésor, muestra menor de la insuperable colección del valle del Loira, pero no por ello menos atractivo, se construyó en el siglo XV sobre el afloramiento rocoso donde en 1005 el poderoso conde de Anjou, Foulques Nerra, tenía una de sus fortalezas. En el XIX fue completamente restaurado, amueblado y decorado por un gran amigo de Napoleón III, también conde, el polaco Xavier Branicki, cuyos descendientes aún son sus propietarios.


Ivoyre (Alta Saboya, Ródano-Alpes)

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Yvoire, que en 2006 celebró sus 700 años de existencia, es hoy en día una ciudad de arquitectura medieval, de artesanos y boutiques, restaurantes, bares y cafés, y sobre todo, de preciosas vistas hacia dentro y hacia fuera del lago Leman, que Francia comparte con Suiza. Sus calles están repletas de edificios de estilo alpino, con paredes de piedra, techos inclinados, balcones de madera y persianas. Prácticamente desde cualquier punto de sus alrededores pueden contemplarse las murallas con sus puertas, su castillo y el campanario de su iglesia. Yvoire también posee flores -masas de ellas-, con las que en el correspondiente concurso europeo de 2002 ganó el Trofeo Internacional de Paisaje y Horticultura La Perla del Leman -apodo por el que se la conoce- lo tiene verdaderamente todo: merece, sin duda, su catalogación entre los pueblos más bonitos de Francia.

Desde tiempos remotos, el valle superior del Ródano y el lago de Ginebra han constituido una ruta por los Alpes entre Italia y Francia. La posición estratégica de Yvoire en la orilla sur del citado lago llevó a Amadeo V de Saboya a fortificarla en el siglo XIV. Durante 500 años el pueblo ejerció una destacada función militar en la región. Las puertas de piedra de las murallas y el castillo son herencia de épocas turbulentas.

Actualmente, los turistas dan paseos lacustres en las barcas y acuden a la fortaleza, que es privada, buscando su parte abierta al público: el jardín de los Cinco Sentidos, un lugar de descanso y ensueños, creado en su antiguo huerto, que no guarda relación alguna con su pasado castrense. Un laberinto de plantas que cambian con las horas y las estaciones, un paseo por un universo de colores, sonidos, fragancias, sabores y texturas, clasificado como Jardín Notable por el Ministerio de Cultura francés.

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