Campos cubiertos de nieve, historia, aventura, vino y buena gastronomía, en el sur del continente.
En el sur del continente latinoamericano, hace
98 millones de años, merodeaba el dinosaurio más grande del mundo: el
Argentinosaurus Huinculensis, que podía llegar a medir 30 metros de
largo y pesar hasta 60 toneladas.
Se disputaba estas tierras con el
Giganotosaurus carolinii –no menos imponente–, cuyos restos reposan hoy
en distintos museos y universidades de la provincia de Neuquén, región
de la Patagonia argentina que guarda aún en sus entrañas muchos secretos
prehistóricos.
Es un destino que parece el escenario de una
película o de un cuento de hadas: montañas cubiertas de nieve, bordeadas
por varios de los lagos más hermosos del mundo. Allí, a ocho horas de
Bogotá en avión, está lo que para muchos (sobre todo para quienes
provienen del trópico) es un paraíso.
Esta aventura se inicia en la ciudad de
Neuquén. Es uno de los más importantes centros urbanos de la Patagonia
argentina, con 619.000 habitantes, y por su ubicación estratégica en el
circuito productivo y turístico de la zona cuenta con una variada oferta
gastronómica y de actividades culturales, de naturaleza y aventura.
A las afueras de la ciudad se pueden observar
mesetas imponentes adornadas con viñedos que le dan la bienvenida a la
denominada ruta del vino; son 16 bodegas, de las que solo seis están
abiertas al público. Una de estas es la Bodega Familia Schroeder, que no
solo produce uno de los mejores espumosos de la región sino que cuenta
con una infraestructura llena de historias fascinantes.
Mientras
construían la bodega hallaron restos de un dinosaurio, cuyos fósiles
permanecen exhibidos en una de las salas, custodiados por un grueso
vidrio. De ahí nació el nombre de una de las líneas de vino más famosas
de la viña: Saurus, premiada en varias oportunidades.
Por la Ruta 40
Quienes quieren escapar del agite citadino
deben viajar tres horas por tierra desde Neuquén hasta Junín de Los
Andes, una villa ideal para descansar en comunión con la naturaleza y
que resulta perfecta, además, para los amantes del turismo religioso. Su
mayor atractivo es el parque temático Vía Cristhi, que cuenta con 23
esculturas de 12 metros de altura, que combinan la fe con el arte y la
crítica social. No solo evocan distintos pasajes de la vida de Jesús,
sino que cada uno de ellas hace alusión a distintos acontecimientos
vividos en la historia de la humanidad. Allí se pueden hallar figuras de
Martín Luther King, la madre Teresa de Calcuta, Gandhi y la beata
chilena Laura Vicuña, entre otras personalidades que dejaron huella en
el mundo. Llama la atención que los rostros de las esculturas poseen
rasgos de los primeros pobladores de estas tierras: los mapuches y los
tehuelches.
Tras los Siete Lagos
Retomando la Ruta 40, hacia la frontera con
Chile, la carretera le abre las puertas a espejos de agua de colores
intensos, entre el azul y el verde. Es el camino de los Siete Lagos:
Machónico, Falkner, Villarino, Escondido, Correntoso, Espejo y Nahuel
Huapi, que son el resultado de la fusión glaciar que hace millones de
años experimentó la región.
Se puede recorrer en carro, en bicicleta o en
un buses de servicio turístico que permiten hacer paradas en cada uno de
estos majestuosos lagos, pues cada uno de ellos tiene una historia, un
color y un paisaje distinto. Por ejemplo, el Correntoso está rodeado de
varias montañas y de arena, por ello, en la época de verano (del 20 de
diciembre al 20 de marzo) los turistas asisten a la orilla de este lago
para tomar el sol, jugar voleibol y otro tipo de actividades tipo playa.
Al finalizar este recorrido se llega a la
ciudad de Villa de la Angostura, cuya población, en su mayoría, es de
origen alemán, por lo tanto toda su oferta gastronómica, hotelera y
hasta su arquitectura evoca las villas alemanas del siglo XIX.
Los bosques frondosos rodean este territorio,
por eso en esta comunidad existen varias leyendas relacionadas con los
duendes y las hadas; se cuenta, por ejemplo, que estas criaturas viven
en los árboles y salen en la noche a recorrer la ciudad. Creen tanto en
ellos que en sus casas tienen figuras que representan a los duendes del
amor, la felicidad, la fiesta y la fortuna.
A nueve kilómetros de esta zona queda el Cerro
Bayo, otro centro de esquí que dispone de 20 kilómetros de pistas. El
paisaje que se puede vislumbrar desde esta montaña es sin igual, pues
desde allí se ven varios lagos glaciares rodeados de bosques, en medio
de la Cordillera de Los Andes. Al igual que en Chapelco, esta montaña
ofrece varias actividades en la nieve. Y si usted es principiante no se
preocupe, allí le darán clases de esquí y en su visita estará acompañado
de un instructor.
Cruzando Los Andes
La siguiente parada es San Martín de Los
Andes, una ciudad pequeña que mezcla lo mejor de la cultura y
arquitectura europea, pues este fue uno de los territorios en los que se
asentaron hace muchos años los inmigrantes de Italia, Alemania y
Francia.
La cordillera de Los Andes, que en época de
invierno (de julio a septiembre) está totalmente cubierta por la nieve,
es la que enmarca esta zona de la Patagonia; por ello esta ciudad cuenta
con uno de los centros de esquí más importantes del país: el Cerro
Chapelco, un centro rocoso que ofrece una vista hacia el volcán Lanín y
al lago Lácar desde su cumbre.
Está rodeado de bosques, cuyos pinos están
vestidos con la escarcha que cae de las nevadas, que le hacen creer a
los visitantes que están inmersos en uno de los capítulos de las
Crónicas de Narnia.
Esta montaña, que tiene 1.986 metros de
altura, cuenta con 28 pistas de esquí de diversa dificultad. Por
ejemplo, los amantes de deslizarse en tabla sobre la nieve cuentan con
un lugar especial: el Snowboard Park. Para los que no quieran esquiar
hay paseos, al mejor estilo esquimal, de trineos tirados por perros. Y
para los amantes de la velocidad hay motos de nieve.
Manjares patagónicos
El salmón, los frutos del mar, el ciervo y la
carne de res son parte fundamental de la cocina de la región. A simple
vista parece una carta pesada y excesiva, pero hay que recordar que aquí
las temperaturas pueden ser de menos seis grados. Así que hay que
meterle al cuerpo muchas calorías para soportar el frío.
Ahora, es claro que la influencia de países
como Alemania, Italia y Francia no solo se manifiestan en la
arquitectura sino también en la comida; por eso no es raro hallar platos
como el eisbein, que es cerdo cocido: o el bockwurst, una salchicha
gruesa que contiene varios condimentos.
En San Martín de Los Andes existen otras
alternativas para cenar y sentirse como en casa. Es el caso del
restaurante del chef Thomas Campbell, quien atiende a sus clientes con
los mejores platos desde la sala de su casa, donde tiene un comedor para
ocho personas.
Es un lugar bastante confortable, perfecto para ir con los amigos o la familia.
Si usted viaja, recuerde...
Documentos. Turistas colombianos no requieren visa ni pasaporte. Con la cédula es suficiente, por el convenio firmado en Unasur.
Tiquetes: por Aerolíneas Argentinas, ida y regreso, desde 1.500.000 pesos.
El Tiempo
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